miércoles, 22 de agosto de 2018

Capítulo 34: Reencuentro con sorpresa

*Álvaro*
Acababa de llegar al apartamento que habíamos alquilado Ainhoa y yo cerca de la casa de sus padres, para contar con su ayuda con los niños mientras nosotros salíamos a trabajar. Ella había entrado en una tienda de ropa media jornada y yo daba algunas clases de guitarra a niños y no tan niños. No ganábamos demasiado, pero suerte que contábamos con algunos ahorros.
-Tengo noticias-comentó tras saludarme.
-¿Qué ha pasado?-Fui hasta el parque para coger a Jorge que jugaba con su sonajero-. ¿Dónde está Pablo?
-¡Pablo, papá ha llegado!-No tardó ni dos segundos en salir corriendo para saltar a mi alrededor- Laura y Dani han terminado por mudarse a Alcázar.
-¿Y eso?-Me senté con Jorge en mi regazo y Pablo a mi lado, hablándome entrecortadamente sobre algo que había hecho con la abuela.
-El padre de Laura-se encogió de hombros-. ¿Puedes creerte que Isa y ella estén ya de ocho meses?
-Parece mentira que llevemos casi cuatro meses aquí-suspiré-. Echo de menos ver todos los días a los chicos y las locuras cuando estábamos todos juntos.
-Yo también-se sentó a mi lado y cogió a Pablo para ponerlo en su regazo-. Me gustaría ir a ver a las chicas cuando den a luz, aún me siento culpable por no haber estado para Raquel.
-No podíamos hacer nada, cariño-le di un beso en la sien-, pero podemos ir a verlas cuando tengas los bebés, estar unos días en Ciudad Real y otros en Murcia, luego también podríamos ir a Granada y Málaga para ver a David y Carlos.
-Eso me encantaría-sonrió-. ¿Quieres ver a los primos, cielo?
-Sí-afirmó el pequeño con los ojos muy abiertos-. Mis pimos.
Reímos y Ainhoa abrazó a Pablo, yo me puse a jugar con Jorge que comenzó a escalarme para intentar escapar. Terminé por dejarle en el suelo y Pablo salió a correr para que su hermanito lo persiguiera hasta la habitación y de vuelta. Me levanté y los esquivé para poder entrar a la ducha, mi nueva vida era muy monótona y aburrida, echaba de menos mi casa, Madrid, los conciertos, las fans, la música y sobre todo a los chicos. Llevábamos solo cuatro meses separados y se sentía como toda una vida, apenas hablábamos ya por nuestros nuevos trabajos, aunque sabía que ninguno tenía uno que realmente valiera la pena. Solo esperaba que las cosas no se volvieran en nuestra contra.
Al salir y comprobar mi teléfono, vi un email de nuestro mánager, que se había quedado al pendiente del todo el asunto de Silvia y Diana. Decía que las cosas estaban yendo bastante despacio y que nos esperaba una larga espera antes de que pudiéramos volver a nuestras vidas normales.

*Carlos*
Llegué a casa después de una dura jornada trabajando, por suerte había encontrado algo mientras todo se solucionaba.
Clara también había conseguido trabajo, en una tienda de vestidos de novia, en la capital.
-¡Papá!- Chilló Javier cuando entré por la puerta.
Lo cogí en brazos y besé la mejilla.
Javier me miró a los ojos y bajó las cejas.
-¿Nos vamos ya a casa?- Preguntó, como cada día desde que nos habíamos mudado a Málaga.
-Aún no.-Le respondí, ya que decirle que esta era nuestra casa ahora me dolía.
Extrañaba a los chicos, y no solo a ellos, a sus esposas e hijos. Nos habíamos convertido en una enorme familia, una familia que habíamos tenido que separar por dos brujas.
Caminé con Javi en brazos hasta el salón, donde Clara acunaba a Ana mientras Víctor dormía en el portabebés.
-Hola, cariño.- Le dije y la besé.
Habíamos decidido mudarnos cerca de la familia de Clara, así podrían ayudarnos un poco con los niños.
Ana me miró y sus ojos se iluminaron, con tan solo cuatro meses ya parecía reconocerme y eso me encantaba.
Javi me obligó a soltarlo en el suelo, mi pequeño terremoto corrió hacia su habitación.
-Me encanta que tenga tus ojos.- Le dije a Clara mientras le hacía gorgoritos a Ana.
-¿En serio?, ¿te gustan unos sosos ojos marrones?- Preguntó elevando una ceja.
-¿Cómo iban a desagradarme cuando me casé con ellos?- Le dije y sonreí.- ¿Cómo ha ido hoy en la tienda?
-Como siempre, novias en busca de vestidos, madres buscando un vestido que ponerse para la boda de su hijo...
Nos quedamos en silencio un momento, mientras escuchábamos a Javier jugar con uno de sus muñecos, aunque, seguramente estaba jugando con uno de los muñecos que Sara le había dado, porque al despedirnos intercambiaron un par de juguetes, y mi rubio solo jugaba con eso últimamente. Estaba claro que extrañaba a Sara más que a cualquier otra persona.
-Me ha llamado Raquel.- Dijo Clara mientras se ponía en pie con una dormida Ana.
Clara dejó a Ana junto a Víctor y se sentó a mi lado para acurrucarse en mi pecho.
-¿Ha pasado algo?- Pregunté preocupado.
-No, solo que ha pensado en vernos una última vez en la casa de Madrid, antes de que se venda.
Dibujé una fina línea con los labios, en esa casa sucedieron muchas cosas importantes para todos nosotros, pero la vida sigue, y ya no volveremos a Madrid, al menos, de momento ninguno tiene intención de hacerlo.
Clara y yo estábamos viviendo en una casa de tres habitaciones que pertenecía a la familia de Clara, normalmente la alquilaban para sacarse un dinero extra, pero habían pensado que, siendo una familia numerosa como la nuestra, lo mejor sería dejárnosla hasta que encontrásemos algo mejor.
-¿Qué le has dicho?- Pregunté mientras le acariciaba el pelo, me encantaba el pelo de Clara, era suave y sedoso, además de que olía mejor que cualquier otra cosa.
-Que iremos.- Respondió y se acomodó más aún.
En eso Javier se reunió con nosotros en el salón, se subió al sofá y se abrazó a nosotros.
Por un momento, nos encontrábamos en paz.

*David*
-¿Vas bien?-Pregunté de nuevo mirando hacia Raquel.
-Ya te he dicho un montón de veces que sí-rió-. Tranquilo, cielo.
-Estoy un poco ansioso por Nico-suspiré.
-Él va bien, sus hermanas lo tienen bien arropado-me acarició la mano.
Miré por el retrovisor para ver a los tres dormidos, sonreí, por suerte nos quedaba ya poco trayecto hasta llegar a la casa de las afueras de Madrid, donde las chicas se habían empeñado en quedar.
Al llegar, vi que los coches de Dani y Álvaro estaban ya aparcados, por lo que dejé el mío junto a los de ellos y comenzamos a sacar carritos, bolsas, mochilas y bebés.
-¡Raquel!-Nos giramos a ver a Isa que se bajaba del coche con dificultad mientras Blas ayudaba a Sara.
-¡Hermanita!-Salió corriendo a su encuentro.
-Menudas dos teatreras-me burlé y Blas se rió conmigo antes de darme un abrazo-. ¿Qué tal?
-Imagínate, Isa sale de cuentas en dos semanas y aquí estamos porque no podían esperar a que naciera la niña-suspiró-. ¿Y tú?
-Genial, un viaje de cinco horas con dos niñas revoltosas que hacen como seis y un recién nacido-ironicé y volvimos a reír-. Ha estado bien, además, cualquiera les habría dicho que no.
-Desde luego yo no-alzó las manos-. Sara, ¿quieres ver a los primos?
-¡Sí!
Su padre la alzó en brazos y la asomó para que viera a Nico, Cristina y Natalia protestaban para que las sacáramos de la sillita doble, pero ni loco me atrevía a sacarlas hasta que estuviésemos dentro de la casa, más que nada por si les daba por aprender natación antes de tiempo.
Íbamos a entrar cuando escuchamos otro coche acercarse, Carlos y Clara acababan de llegar. Les esperamos y ayudamos para entrar todos juntos. Lo que pasó a continuación fue todo un jaleo, los niños comenzaron a gritar, a correr y a jugar de la alegría que les dio verse de nuevo y nosotros comenzamos con los saludos, aunque lo más gracioso fue cuando Isa y Laura intentaron abrazarse, porque no llegaban y terminaron abrazándose de lado para no aplastarse las barrigas.
-¿Cuándo sales de cuentas, Lau?-Preguntó Blas.
-En dos semanas aproximadamente-le sonrió.
-A ver si también os vais a poner de acuerdo para dar a luz-me burlé.
-Menos cachondeo-refunfuñó Dani.
-Eso-añadió Blas.
Levanté las manos y me puse a jugar con los niños. Después de haber almorzado, llevamos a la mayoría de los niños a que durmieran la siesta y nos sentamos en los sofás para hablar más tranquilos.
-¿Cómo os va en Alcázar?-Preguntó Clara.
-Bien, Noelia no está ayudando un montón con el pequeño-sonrió Dani.
-Y siento que tengo más libertad, a pesar de que están pendientes a mí, que en Granada-añadió Laura.
-Al principio nos pasaba con mi madre también-dije-, pero luego vio que nos entendíamos bien con los tres y solo se dedican a visitarnos algunas veces a la semana.
-Pero porque tu madre es un amor-puntualizó Raquel.
-La nuestra es más parecida a la bruja del oeste-dijo Isa y todos reímos.
-Se me ha dormido la pierna-dijo Laura poniéndose en pie.
-¿Te ayudo?-Dani hizo el amago de levantarse.
-No, voy al baño.
Despareció de nuestra vista por el pasillo con una mano en los riñones y apoyándose con la otra en la pared.
-No te preocupes, rubio-le llamó la atención Isa-, estamos enormes, es normal que... Mierda.
-¿Qué?-Se alertó Blas.
-Nada, creo que ha sido... Mierda-volvió a quejarse- No, no creo, tengo contracciones.
-No fastidies-Raquel abrió muchísimo los ojos.
-No recordaba lo divertidos que eran los partos de nuestras mujeres-se burló Álvaro.
-No tiene gracia, idiota-Ainhoa le dio un golpe antes de levantarse para ayudar a Blas con Isa, ya que era la que más cerca estaba.
Todos nos pusimos de pie para ayudar y empezar a movernos cuando Laura apareció con la cara blanca.
-¿Qué pasa?-Dani fue hasta ella y la rodeó con los brazos.
-He roto la fuente-respondió con cara de consecuencia.
Y se armó el caos porque teníamos a dos mujeres a punto de dar a luz y diez niños de los que ocuparnos.

*Blas*
Dani conducía mientras nuestras esposas iban hablando tranquilamente entre ellas, como si no estuvieran de parto, yo iba de copiloto, mirando de vez en cuando hacia atrás, mil veces más preocupado que Laura o Isa.
Nada más romper aguas, decidimos ir directos al hospital más cercano, el mismo en el que nacieron las hijas de Raquel.
Mientras tanto, en la casa de las afueras nos esperaban los demás con todos los niños. Rubén se había quedado llorando porque su madre se había marchado, mientras que Sara se había quedado más tranquila que nadie, con Javier.
Casi como si lo tuviesen planeado, Isa y Lau se encogieron a la vez por una contracción.
Cuando dejaron de encogerse se miraron y sonrieron para después continuar hablando tranquilamente de nuevo.
-¿Es que no os duele o qué?- Preguntó Dani, me tranquilizaba saber que yo no era el único que estaba histérico.
Lau e Isa nos miraron y sonrieron divertidas.
-Claro que nos duele.
-Más de lo que podríais imaginar.- Añadió Laura.- Pero sabemos contenernos, de momento.
-Tranquilos, no pasa nada, llegaremos.- Dijo Isa y me sonrió a mí directamente.
De ahí al hospital fueron hablando cada vez menos hasta que ambas se cogieron de las manos y respiraron agitadamente.
Tenía un nudo enorme en el estómago que iba aumentando a cada segundo que transcurría.
Sabía que llegaríamos a tiempo, y que el parto no iría mal, creo que nada podría superar al primer parto que tuvo Isa, desde luego que no, pero, no podía dejar de preocuparme, según la matrona y el ginecólogo, el bebé estaba en una posición perfecta para salir, aunque eso no significaba que todo iría perfecto, siempre habían riesgos.
Dani paró en la entrada de urgencias, yo me bajé rápidamente del coche y volé hacia la primera doctora que encontré.
-Necesitamos ayuda, hemos traído a dos embarazadas a punto de dar a luz.- Le dije y ella sonrió divertida.
-Avisaré a dos celadores para que traigan sillas de ruedas.- Me dijo y movió por los pasillos mientras yo estaba cada vez más desesperado.
Los celadores no parecían demasiado preocupados, se tomaban las cosas con calma, una vez llegamos al coche, yo ayudé a Isa a bajar mientras Dani ayudaba a Lau, los celadores se las llevaron mientras Dani se metía de nuevo en el coche.
-Voy a buscar un sitio, no las pierdas de vista.- Me dijo y sonrió, pero a pesar de la sonrisa, sabía de sobra que estaba muy alterado.
Seguí a los celadores que llevaban a Lau e Isa, ambas aún cogidas de la mano.
Las metieron en una habitación, juntas, y las ayudaron a tumbarse en una camilla, dos matronas entraron y las examinaron.
-Aún va para rato.- Dijo una de ellas y miró a la otra.
-¿Es que os habéis puesto de acuerdo?- Preguntó la otra y sonrió divertida.
-Cuando lleguéis a los diez centímetros volveremos.
-¿Nos pondrán la epidural?- Preguntó Isa mirando a una de las matronas muy seriamente.
-Claro, corazón.- Le respondió.- Las primerizas sois muy asustadizas.
-No somos primerizas.- Le respondió Laura.
-Por eso sabemos lo importante que es la epidural.- Continuó Isa y ambas matronas se miraron entre ellas sorprendidas.
Yo sonreí un poco menos nervioso, ya quedaba menos para verle la cara a nuestro nuevo bebé.
Dani apareció a los pocos minutos, pálido, como la pared, yo me había tranquilizado algo estando con las chicas. A pesar de que estaban más nerviosas a cada segundo.
-¿Qué hacen aún aquí?- Preguntó Dani abriendo mucho los ojos.
-Estamos esperando a dilatar un poco más.- Dijo Isa.
Una de las matronas se pasó por la habitación para comprobar cómo iban las chicas cuando sonrió y salió de nuevo para avisar a la otra.
-Ya estáis listas, vamos a moveros al paritorio.- Le dijo un celador entrando.
Movieron a las chicas a unas sillas de ruedas y estas se dieron la mano de nuevo, mientras los celadores las llevaban y nosotros caminábamos detrás, con el corazón en un puño.
Las chicas permanecieron de la mano hasta que nuestros caminos se separaron a la hora de entrar en el paritorio.

*Dani*
Laura comenzó a llamar a Isa en cuanto las metieron en quirófanos separados y lo mismo pasó con Isa. Blas y yo estábamos de los nervios porque nuestros bebés estaban a punto de nacer y ellas preocupadas porque estaban separándolas.
-Lau, cariño, entiende que no podéis entrar juntas-le acaricié el pelo-, vais a dar a luz a la vez.
-Pero yo quiero estar con ella-puso un puchero.
-Y ella quiere estar contigo, pero ahora necesitáis concentraros en traer al mundo a los bebés-le besé la frente-. Después volveréis a estar juntas, te lo prometo.
-Vale-sorbió por la nariz.
Suspiré y la abracé antes de que las enfermeras, la matrona y el médico se pusieran manos a la obra para ayudar a que naciera mi pequeña, porque después de nueve meses deseando saber si era niño o niña por fin tuve en mis brazos a mi nena.
-Es preciosa, Lau-se la ofrecí y ella la tomó entre sus brazos.
-Hola, mi amor-la arrulló intentando que dejara de llorar-. Bienvenida a la familia, cosita bonita.
Pasaron un par de horas hasta que nos fuimos de nuevo a la habitación, casi al mismo tiempo que Isa y Blas, parecía que nos habíamos puesto de acuerdo para todo aquel día porque ya las casualidades no eran creíbles.
-¿Qué ha sido al final?-Preguntó Isa después de abrazarnos.
-Una niña-sonreí.
-Hasta para eso os habéis puesto de acuerdo-rió Blas.
-Eso me temo-dijo Laura.
Dos enfermeras entraron cargando a nuestras pequeñas y nos las entregaron a Blas y a mí, ambos nos acercamos para ver a las niñas, compararlas y comentar lo pequeñas y preciosas que eran.
-Dejádnoslas un rato, ¿no?-Nos llamó la atención Isa.
-Después-Blas y yo las cambiamos para poder mimar también a la sobrina.
Solo cuando empezaron a protestar, se las dejamos a las mamis para que ellas las calmaran.
-Foto-Blas sacó el móvil y las chicas le miraron mal-. Es para las chicos.
A pesar de que no les hizo mucha gracia, mi amigo sacó fotos de las cuatro, de cada mami con su pequeña y luego de las niñas solas para que los chicos conocieran a las nuevas integrantes de la familia. Me senté al lado de Laura a ver a nuestra pequeña que tenía sus ojitos cerrados.
-Dicen que van a turnarse para venir a conocer a la pequeña Andrea y la pequeña Alba, ¿no?-Blas me miró divertido.
-Sí, Alba-sonreí y miré a mis pequeñas.
Laura me sonrió antes de darme un beso y devolver toda su atención a la bebé que se movió entre sus brazos.
Aquella tarde, Raquel y David vinieron con Sara y Rubén, que se mostraron ansiosos, sobre todo el pequeño que aún traía un puchero y nos miraba con disgusto.
-Hola campeón-lo levanté-. ¿Quieres ver a tu hermanita?
-Mamá-frunció el ceño.
-Sí, a mamá también-reí antes de darle un beso en la frente.
-Hola, cariño-dijo Lau mientras lo sentaba a su lado-. Dile hola a Alba.
-¿Alba?-Nos miró curioso.
-Es tu hermanita-le respondí.
Él abrió mucho los ojos y se acercó aún más para verla de cerca. Alba bostezó y levantó sus brazos antes de abrir los ojos para mirar a su hermanito.
-Mira...-susurró Laura.
-Nita-nos sonrió y se inclinó para darle un beso en la frente a la pequeña.
-Sara, no.
Me giré para ver a Blas intentando que Sara no intentara coger a Andrea, parecía muy dispuesta a hacer con ella lo mismo que con sus muñecas.
-Son dos angelitos-dijo Raquel-. No sé a por cual ir primero.
-Intenta pasar a los hermanos primero-me reí.
Y era cierto, Sara y Rubén estaban como Blas y yo el día que ellos nacieron, intentando que nadie les molestara y guardándonoslos para nosotros. Era de lo más divertido, sobre todo porque pensábamos que Rubén iba a tomarle muchos celos a su hermanita y, de momento, nos habíamos equivocado.

lunes, 13 de agosto de 2018

Capítulo 33: Un cambio

*Laura*
Llevábamos casi tres semanas en casa de mi abuela, el pequeño empezaba a adaptarse a la nueva casa, Dani había encontrado un trabajo de media jornada en una tienda de deportes del pueblo y yo... Yo no me estaba adaptando tan bien como ellos. Me sentía un tanto vigilada, si no era mi abuela, me encontraba a mi padre asomándose cada poco rato a ver dónde estaba o qué hacía. Había perdido la independencia que tenía y me estaba costando horrores callármelo para no hacer sentir mal a nadie.
-¡Rubén!-Lo volví a llamar sin éxito.
-Hola pequeña-Dani me abrazó por detrás-. ¿Qué haces?
-Hola cielo-suspiré-. Estoy buscando a tu hijo.
-Acaba de decirme tu abuela que estaba contigo-me soltó para mirarme de frente-.¿A dónde ha podido ir?
-Estábamos echando la siesta y, cuando me he despertado, ya no estaba-me pasé una mano por el cuello-. Lo estoy llamando pero no contesta.
-¿Por qué no lo pones a dormir la siesta en su cama?-Volvió a reprocharme- Así si se despierta no se sale.
-Porque tiene tres años, Dani, no podemos mantenerle enjaulado en una cama para que se esté quieto solo porque yo no tenga la misma agilidad-me di la vuelta.
-Espera, ¿a dónde vas?
-A seguir buscando al niño-no me molesté en mirarle-. Ve a ver si está con mi abuela o si se lo ha podido llevar mi padre.
-Laura...
-Luego.
Y caminé hacia el otro lado de la casa, al patio, a ver si aparecía Rubén porque estaba poniéndome de los nervios.
-Rubén, ¿dónde estás cariño?-Me asomé al patio y allí estaba- Oye.
-Mami-se le iluminaron los ojos en cuanto me vio y se levantó para venir hacia mí con algo en las manos-. Mira mami.
Me agaché para estar a su altura y me mostró una cría de gorrión que piaba e intentaba moverse sin éxito entre sus pequeñas manos.
-¿De dónde lo has sacado?-Puse mis manos alrededor de las suyas para que el pajarito no se cayera.
-De ahí-me señaló el pie del árbol.
Revisé al pájaro y no parecía tener nada roto, seguramente había intentado volar y se había caído del nido. Escuché a un pájaro piar y miré hacia el árbol, seguramente la madre lo estaba buscando.
-Vamos a llevarlo con su mamá, ¿vale cielo?-el pequeño me miró y asintió con los ojos muy abiertos.
Lo levanté en brazos y nos acerqué hasta el árbol, el nido estaba en una rama baja por lo que llegábamos sin necesidad de subirme a ningún lado, incliné a Rubén y él dejó al pequeño pájaro en el nido, la madre pió y se acercó a su cría, sin preocuparse porque estuviésemos cerca.
-Mira, está con su mami-mi pequeño aplaudió contento.
-Claro que sí, cariño-le di un beso en la mejilla-. Vamos a buscar a papá.
-Sí, ¡papá!-Exclamó.
Lo dejé en el suelo y él salió corriendo para la casa gritando papá a todo pulmón. Reí y me acaricié la tripa cuando sentí movimiento, el nuevo bebé era mucho más tranquilo que mi pequeño terremoto, a pesar de no saber aún si era niño o niña. Parecía aún más tímido o tímida que su hermano. 
Al entrar de nuevo a la casa me crucé por el pasillo a Dani con el pequeño boca abajo entre sus brazos y muerto de risa.
-Lo vas a marear-les sonreí.
-Me ha contado lo del pájaro-lo dio la vuelta y le hizo una pedorreta en el cuello-. ¿Por qué no lo llevamos a dar un paseo?
-Es buena idea-asentí-. Voy a por mí bolso. Cariño, ven que te ponga los zapatos.
Dani dejó a nuestro pequeño en el suelo y me dio la mano para llegar a nuestra habitación, donde le puse los zapatos y cogí mi bolso. Después de avisar a mi abuela, ya que mi padre no estaba, salimos con Rubén entre nosotros, cogido a nuestras manos hablando por los codos. 
Al llegar al parque me senté en un banco mientras que Dani paseaba a Rubén. Mi móvil sonó y lo busqué en mi bolso con la esperanza de que no fuera mi padre. Por suerte era Raquel.
-Hola cariño-contesté.
-Laura, menos mal-suspiró.
-¿Qué pasa?-Fruncí el ceño, preocupada.
-Estoy en el hospital, mi pequeño viene en camino-rió-. ¿Podrías venir?
-Claro que sí, cielo, en diez minutos estamos allí. Dime el hospital-después de que me diera la dirección, colgamos y llamé a Dani.
-¿Qué pasa?-Preguntó con Rubén sobre uno de los hombros.
-Es Raquel que está en el hospital-respondí.
-¿Entonces vamos?-Preguntó emocionado.
-Claro que sí.
Fuimos directos hasta el coche y pusimos rumbo a Granada, en menos de treinta minutos estábamos ya en la sala de espera intentando contactar con David.
-Dice que viene para acá-se acercó hasta donde estaba sentada con mi pequeño.
-¿Y el resto?-Pregunté.
-En camino, a Isa aún le queda una hora de camino y Clara y Carlos están al llegar-se sentó a mi lado-. Ven con papá, campeón.
-No-respondió el pequeño rápidamente.
-¿Y Ainhoa y Álvaro?
-No pueden venir, Jorge tiene la varicela-suspiró-. Deja un rato a mamá, anda.
-No-volvió a responder y se acurrucó en mi pecho.
-Hola chicos-nos volvimos para ver a David.
-¿Qué tal?-Pregunté mientras le daba un beso en la mejilla.
-De mal humor-rió-. Las niñas se quedaron llorando con mi madre, no está dilatando lo suficiente y creo que va a empezar a soltar tacos e insultos-estiró los brazos y alzó a Rubén-. Hola renacuajo.
Lejos de reír y gritar como haría cualquier niño divertido o como haría él en circunstancias normales, el pequeño empezó a llorar desconsoladamente. Suspiré e intenté que me lo devolviera, pero Dani se me adelantó.
-Veo que sigue igual de llorón que siempre-se burló y Dani tuvo que dármelo porque no quería estar con él-. E igual de madrero.
-Tiene mamitis aguda-protestó Dani-. Deberíamos haberlo dejado con tu abuela.
-Claro que sí-rodé los ojos y me senté, desde que mi tripa había comenzado a crecer, no aguantaba demasiado con el pequeño en brazos-. Lo que deberías hacer es dejar de dar consejos.
-Uh, tormenta en el paraíso-alzó las manos-. Me vuelvo a ver cómo sigue Raquel.
Suerte que no había nadie en aquel momento en la sala de esperas porque presentía una conversación de lo más incómoda.
-¿A qué ha venido eso?-Frunció el ceño, dejándose caer a mi lado.
-Desde que vinimos aquí estás dándome consejos sobre cómo tratar al niño-suspiré.
-¿Eso es malo?
-Lo que quiero decir es que no necesito a alguien que me diga constantemente lo que debería hacer o no y para eso ya está mi padre-respondí.
-Creo que no estoy entendiéndote del todo, ¿quieres decir que no estás cómoda conmigo?-me miró incrédulo.
-Lo que quiero decir es que no estoy cómoda aquí, metida en casa de mi abuela con mi padre vigilándome las veinticuatro horas del día-señalé-. El otro día le pillé asomándose a la habitación cuando ya estábamos acostados, ¿qué clase de privacidad es esa?
-Y eso que solo llevamos tres semanas aquí-parpadeó asombrado-. Estaba buscando algo para cuando naciera el bebé...
-Quiero proponerte algo-le interrumpí.
-Dime.
-Hola, hola-levanté la mirada para ver a Clara y Carlos entrar.
Nos levantamos y les abrazamos, había echado de menos sus constantes piques hacia todo el mundo y el no tenerles cerca.
-Se ha dormido-sonrió acariciando la cabeza de Rubén-. ¿No teníais con quién dejarle?
-Mi abuela no está para cuidar a mi pequeño terremoto y mi padre estaba fuera de casa, así que aquí está-sonreí-. ¿Y tus pequeños?
-Con la abuela en Málaga, nos volvemos esta noche para allá-miró hacia Carlos-. Os echamos mucho de menos.
-Lo sé, nosotros también-apoyé la cabeza sobre su hombro-. Isa viene en camino con Blas, pero Ainhoa no puede venir.
-Sí, me contó que Jorge ha cogido la varicela, pobre peque-puso una mueca-. ¿Cómo va Raquel?
-Chicos-en la puerta estaba David, un tanto nervioso-. Raquel ya va a entrar al quirófano, ahora, os aviso cuando nazca el bebé.
-Ánimo-dijimos casi a coro para después reír.
Dos horas después, aún estábamos en la sala de espera, con Rubén corriendo de un lado a otro intentando que sus tíos no lo atraparan. Al ser el único niño, todos estábamos pendiente de él y mi pequeño se sentía eufórico por ser el centro de atención. Sonreí recordando a Sara, hasta que llegó Javi, ella era la mimada de todos nosotros.
-¿De qué te estás acordando?-Me preguntó Isa.
-De Sara, de lo rápido que está pasando el tiempo y de lo mucho que os echo de menos-suspiré.
-No empieces, Laurita-me advirtió Clara.
-Yo también os echo mucho de menos y Sara lo está pasando un poco regular con el cambio, eso de no ver a sus primos casi a diario la está alterando-resopló-. Ni siquiera tener a su abuela cerca la tranquiliza.
-Hemos estado muy unidas, Isa, es normal que ella que ya empieza a razonar se pregunté por qué de un día para el otro no estamos juntos-dijo Clara-. Incluso Javier está más cafre que nunca y no sé qué voy a hacer con él.
-De momento, Rubén solo ha incrementado su mamitis, no sé qué haré cuando nazca el bebé-me pasé una mano por la tripa.
-¿Aún no sabes qué será?-Preguntó Isa con curiosidad-. Hace casi un mes que sé que tendré otra nena.
-El mío se niega a dejarse ver y creo que finalmente desistiré y esperaré al día que nazca-determiné.
-Qué dramática-se burló Clara.
-Idiota-le di un golpe.
Nos mantuvimos unos segundos en silencio hasta que David apareció de nuevo por la sala de espera y mi pequeño se tiró hacia él.
-¡Tito!
-Ahora sí, ¿eh?-Lo levantó, haciéndole reír- ¿Quieres conocer a tu primo?
-¿Ya podemos verlo?-Isa se levantó rápidamente.
-Venid conmigo-hizo un gesto con la cabeza.
Todos le seguimos hasta llegar a la habitación donde se encontraba Raquel tumbada en la cama y el pequeño Nico, como le habían puesto, durmiendo en la cunita.
-Por favor que cosita más bonita-todas rodeamos al pequeño antes de ir a abrazar a la nueva mamá.
-Hermanita-llamó a Isa-. Fastídiate, el primer machote de la familia es el mío.
Y no pudimos evitar soltar una carcajada, solo ella era capaz de soltar aquello en ese momento.
Rubén miraba al bebé con curiosidad, como si no supiera qué era exactamente y por eso mantenía a su padre pegado a la cuna con él en brazos, para mirarlo. Cuando Nico empezó a quejarse, él se sobresaltó y lo miró desde un poco más lejos, pero no le quitó la vista de encima cuando David lo sacó de la cuna y se lo dio a Isa, que se moría por tener a su sobrino en brazos.
-Es precioso, no parece hijo vuestro-se la devolvió a su hermana-. Hola pequeño, bienvenido a esta loca y gran familia.
Esperé pacientemente hasta que Clara quiso dejármelo y entonces Rubén protestó de verdad, pidiendo la atención de su mamá. Me senté en sillón y dejé que mi pequeño se acercara a su primo.
-Dile hola a Nico, cielo-lo bajé un poco para que lo viera mejor.
-Hola...-murmuró.
-¿Le das un beso?, mira así-le di un beso en la frente al bebé y mi pequeño frunció los labios y le dio un beso rápido en la cabeza.
Abrió mucho los ojos cuando Nico le miró fijamente y se estiró mientras bostezaba.
-¡Pimo!-Aplaudió contento.
Todos miramos a Rubén con ternura cuando volvió a acercarse y puso su mano sobre la de su primo y estaba atento a cada movimiento, incluso frunció el ceño cuando comenzó a llorar. Se lo devolví a su mamá y abracé a mi niño que me rodeó el cuello.
-Mami.
-Dime cariño-le sonreí.
-¿Nito?-Me señaló la tripa.
-Aún quedan unos meses, cariño-le di un beso en la cabeza.
-Ahora ven a que madrina te malcríe un rato-Isa le extendió los brazos y el pequeño se fue con ella.
Clara y Carlos se fueron poco antes de las siete de la tarde y el resto nos fuimos a las ocho, cuando acabó la hora de visita. Isa y Blas se quedarían en un hotel hasta el día siguiente, cuando se volverían a Murcia y nosotros volvimos a Abrucena, donde nos esperaba mi padre con los brazos en jarra.
-Anda que avisáis-refunfuñó siguiéndome por el pasillo.
Suerte que mi abuela ya se había acostado, le di el niño a Dani para que fuera a bañarlo y me enfrenté a mi padre.
-¿Sabes que eres la razón por la que quiero irme a Alcázar?-Comencé- No puedo vivir contigo controlándome como cuando tenía quince años, papá, he crecido, estoy casada, tengo un hijo y estoy embarazada de otro, ¿por qué no me das mi espacio?
-Quiero estar contigo-respondió.
-Te mudaste a esta casa el mismo día que llegamos Dani y yo, nos vigilas hasta por las noches, ¿qué clase de privacidad crees que tengo con mi marido con mi padre entrando a hurtadillas en nuestra habitación?
-Eres mi pequeña...
-Y lo seguiré siendo toda la vida, papá, pero necesito que me dejes volar porque estás comenzando a asfixiarme-me pasé una mano por el pelo-. Antes de que nazca el bebé nos iremos con mis suegros, abuela no está ya para tratar con un niño revoltoso de tres años y uno recién nacido que no la deje descansar en condiciones.
-De acuerdo-se dio la vuelta con el ceño fruncido y salió de la casa.
Rodé los ojos y caminé hasta mi habitación, donde me dejé caer en la cama después de haberme quitado los zapatos.
-Pensaba que era mejor que estuviésemos aquí con tu familia en vez de en Alcázar, por eso propuse Abrucena-me sobresalté al oír la voz de Dani.
-Te agradezco que pensaras en mí en vez de en ti en ese aspecto, cielo, pero no es el sitio, es mi padre, que me agobia-me incorporé-. ¿Crees que he sido muy dura con él?
-Estoy seguro de que se le pasará-me dio un beso en la frente-. El enano está dormido en su cama, ¿vamos a ducharnos?
-¿Juntos?-Alcé las cejas.
-No me fío por si aparece tu padre, además, yo me he bañado con Rubén-rió-. Mi hermana va a volverse loca cuando sepa que vamos para arriba.
-No le digas nada aún-lo señalé-. Es capaz de venir y hacernos la mudanza ella misma.
-En eso estoy de acuerdo-rió conmigo.
Y eso acordamos, después de la siguiente revisión con el ginecólogo, recogeríamos y nos iríamos con sus padres a Alcázar de San Juan, lo sentía por mi padre, pero mi abuela se sentiría mejor sin niños dando guerra veinticuatro horas.
Al día siguiente, fuimos por la mañana a ver a Raquel y al bebé y después comimos con Isa y Blas para despedirlos antes de que volvieran a Murcia. Esperaba volver a verla antes de que nacieran nuestros bebés, pero no estaba muy segura de lo que pudiera pasar.

lunes, 9 de julio de 2018

Capítulo 32: Tiempo justo.

*Clara*

Sentí una pequeña contracción, después de todo, era el esperado día en el que Blas y Dani tenían que presentarse a juicio y hablar en contra de las brujas.
Habían pasado meses desde que encontramos las pruebas en contra de esas arpías y las habíamos denunciado, uno a uno habíamos tenido que declarar en juicio, hasta ese día, el último.
-Venga chicos, dejad a mamá descansar.- Le dije a mis pequeños, porque venían mellizos, y por lo que había visto en Raquel y David, era agotador, y conociendo a Carlos, nuestros pequeños no serían menos que ese par de bichos.
Javier descansaba sobre el sofá junto a Sara, Isa había acudido al juzgado, junto a su marido y por ello, yo me había ofrecido a quedarme con su pequeña. Rubén se había quedado con Ainhoa, a petición de Raquel, la que decía que con sus dos pequeños terremotos tenía más que de sobra.
Carlos se sentó a mi lado, intentando hacer el mínimo ruido y me pasó un brazo por encima de los hombros.
-Deberíamos empezar a empaquetar cosas.- Me dijo Carlos.
-Aún no nos vamos.- Le respondí, y es que me daba pereza tener que ponerme a guardar cosas en cajas.- Aún nos quedan cuatro mes.
Carlos y yo nos mudaríamos a málaga, a una casa bastante grande, cerca de mis padres. Habíamos estado de visita hacían un par de meses, en ese tiempo buscamos una casa con todo lo que pudiésemos necesitar y pusimos en venta la nuestra, que para nuestra sorpresa, se vendió muy pronto, en unos meses debíamos marcharnos ya que los nuevos inquilinos entraban a vivir, y nosotros podríamos marcharnos a nuestra nueva casa. Era una casa de cuatro habitaciones, las que nos hacían falta, puesto que seríamos cinco en menos de un mes.
Javier se removió hasta dejar sus piernas sobre la princesa, que abrió los ojos molesta y puso un puchero al vernos, esperaría encontrar a sus padres.
Carlos le tendió los brazos, y la pequeña se colgó de él.
-¿Dónde está mamá?- Preguntó penosa.
-Ha tenido que ir con papá a un pequeño recado.
Sara pareció recordar el momento en el que sus padres la habían traído y se abrazó a Carlos.
Todos nuestros peques llevaban unas semanas bastante nerviosos, como si supieran lo que se avecinaba, parecía que sospechaban que nos mudaríamos pronto.
Blas e Isa habían encontrado una casa en Murcia, ella adoraba Andalucía, pero no podía pasarse la vida cerca de sus padres teniendo que soportar las constantes críticas.
Raquel y David se marcharían a Granada, también habían encontrado una casa que se adaptaba a sus necesidades.
Laura y Dani se marcharían a Granada, a la casa de la abuela de Laura, al menos mientras encontraran otra, pero la abuela de Laura les había ofrecido marcharse ella, decía que era una casa demasiado grande para una mujer.
Álvaro y Ainhoa se marcharían cerca de los padres de ella.
Todos nos separaríamos pronto, y la tensión se mascaba en el ambiente. Me dolía pensar en que ya no tendría a mis amigos cerca, a mi familia, porque en este tiempo se habían convertido en eso.
Sentí una patada más fuerte de lo normal, y pronto comprendí que era una contracción, volvía a sentir otra contracción que me hizo encogerme.
¿Acaso nacerían un mes antes de tiempo?, ya me habían alertado de que podría pasar, pero creí que no sucedería.
Carlos me miró preocupado, y yo intenté tranquilizarlo, pero mi marido y yo habíamos pasado por un parto antes, sabíamos lo que significaban contracturas seguidas.
Sentí las contracturas cada vez más cercanas unas de otras.
-Ve a por la bolsa.- Le dije, ya que teníamos una bolsa con ropa y otras cosas para mí en caso de ponerme de parto antes de tiempo, como estaba sucediendo.
-Llama a Raquel, a Ainhoa, a alguien, y que vengan a por los peques.- Me dijo desde el segundo piso.
Mi peque se despertó mientras Sara se sentaba a su lado y sonreía. Les encantaba estar juntos, separarlos iba a ser una de las tareas más complejas a las que nos habíamos enfrentado.
Llamé a Raquel, no por nada en particular, simplemente porque quería que se entrenara en lo que era tener a más de dos terremotos por la casa.
Cuando la avisé, después de encogerme por las contracturas, llamé a Isa, tenía que informarla de dónde se encontraría Sara.
-Mami, ¿qué te pasa?- Preguntó Javi con un hilo de voz, preocupado.
-Tus hermanitos quieren salir antes de tiempo.- Le dije.
Javier pegó la cabeza a mi barriga.
-Esperad, que a mamá le duele.- Les dijo.
Sonreí enternecida.
-No pasa nada, cariño, es normal.- Le dije y le acaricié la mejilla.
-¿Por qué te duele?- Preguntó Sara con curiosidad.
Me quedé pensativa, lo que pareció acabar con la paciencia de los dos.
-Porque quieren salir, y pegan pataditas para avisar.- Dije rápidamente.
Ninguno de los dos quedó conforme con mi explicación, pero cuando volví a encogerme de dolor, ambos me abrazaron sin perder un segundo.
Carlos bajó las escaleras con la bolsa, aproveché para ir a beber agua, en eso Raquel recogió a los dos peques.
-¡Ya vienen los bebés!- Medio chilló.
Raquel estaba prácticamente como yo, se había enterado tarde de su embarazo, ella debería salir de cuentas dos días después de mí, pero, como yo parecía estar adelantándome, a ella aún le faltaba un mes para verle la cara a su pequeño.
-Te va a encantar tener dos bebés de golpe, es lo mejor.- Me dijo divertida.
-Hablas como si quisieras deshacerte de una de ellas.- Le dije sonriendo, Raquel estaba agotada, sus dos fieras vinieron juntas.
-Por nada del mundo, pero de vez en cuando viene bien descansar.- Respondió.- Me agrada saber que no seré la única con dos terremotos sin remedio.
-Tres.- La corregí.
-Y por ello doy gracias, imagina cómo serían las cosas si fueran mellizos o gemelos también.- Me dijo y reí antes de sentir otra contractura.
-Bueno, me llevo a mis sobris, cuando nazca manda una foto.- Me dijo.
Me despedí de Javier, que parecía preocupado, Carlos también se despidió, pero él tranquilizó a nuestro peque, estaba tan nervioso que no podía.
Juntos nos montamos en el coche y llegamos rápidamente al hospital, donde me llevaron hasta una habitación, a esperar a que dilatara lo suficiente.
Carlos no dejaba de moverse por la habitación, sonreí divertida.
-No pasa nada, solo es un parto, cariño.- Le dije intentando sonar tranquila.
-Lo se.- Me respondió.- Pero no puedo creer que estemos de nuevo aquí, tan pronto...
Carlos me dio la mano y sonreí.
-Tan pronto como hemos venido nos iremos, ya verás como no habrán problemas.
Carlos pareció tranquilizarse.
Una media hora después, una matrona comprobó que había dilatado lo suficiente y me trasladaron al paritorio, donde me inyectaron la epidural, que dolió más que todo el parto, pues no sentí nada.
Carlos se asomó en varias ocasiones, al principio temeroso, después, ver un parto le debió parecer maravilloso, porque se le llenó la cara de alegría y color.
Al cabo de un buen rato, me colocaron a el niño en brazos, y a la niña se la dieron a Carlos.
-Enhorabuena, ¿cómo vais a llamarlos?
Miré a Carlos y sonreí, habíamos discutido bastante el tema, dijimos que cada uno escogería el nombre de uno de los bebés, y que sería según nos los pusieran en brazos.
-Ana.- Dijo Carlos.
-Victor.- Dije yo.
Mis dos pequeños eran los bebés más preciosos, al igual que lo fue Javier, que había visto jamás.



sábado, 7 de julio de 2018

Capítulo 31: Decisiones

*Raquel*
David había ido a reunirse con los chicos para dar el toque final al plan de desenmascarar a las brujas y que de una vez le quitaran al pequeño, Natalia y Cristina jugaban en su dormitorio mientras yo trataba de no ponerme histérica.
Escuché unas risas y unos pasos que me hicieron salir del baño a toda prisa, las mellizas se habían vuelto a salir del parque. Lo hacían muy a menudo y aún no sabíamos cómo lo lograban.
-Natalia, ven aquí-traté de cogerla, pero Cristina pasó entre mis piernas y perdí el equilibrio-. Os voy a amarrar.
Natalia llegó hasta la mesa de centro que había en el salón y empezó a tirar los papeles al suelo tratando de coger mi móvil. Cristina prefirió gatear hasta la cocina, donde rápido escuché ruido de puertas abriéndose y cerrándose.
-Mierda-murmuré levantándome del suelo.
Cogí a Natalia para que no siguiera destrozando el informe que había estado preparando para el trabajo y con ella gritando desde debajo de mi brazo izquierdo fui hacia la cocina a coger a Cristina que había sacado una botella de coca cola y trataba de abrirla.
-No sé qué voy a hacer con vosotras-suspiré volviendo al salón.
Las dejé delante de la tele y les puse el canal infantil. Natalia se sentó en el suelo y Cristina comenzó a bailar moviendo la cintura al ritmo de la música de los dibujos animados. Recogí lo que habían tirado y los puse en la mesa grande para que no volvieran a cogerlos, ya intentaría trabajar cuando decidieran dormir la siesta. Me dejé caer en el sofá y comprobé que mi móvil no tenía mensajes. Suspiré mirando a mis terremotos, pensar que yo decía que tendría al primer machote de la familia y resultaba que había tenido dos niñas que hacían por seis de lo activas que eran.
-Mamá.
Sonreí a Natalia que había gateado hasta mis pies y tiraba de mis pantalones. La alcé para sentarla en mi regazo, donde se acurrucó con el pulgar en la boca. Cristina no tardó en querer acurrucarse también, por lo que las acomodé en cada una de mis piernas, a Natalia no le gustó tener que compartirme así que le pegó a su hermana quien le devolvió el golpe después de haberse quejado.
-No se pega-las reñí a ambas y empezaron a llorar.
Puse los ojos en blanco y las arrullé hasta que se calmaron y se terminaron durmiendo. Estaba atrapada en el sofá con las niñas por lo que me tragué dos horas de dibujos infantiles hasta que llegó David y se burló.
-Pensaba que ibas a aprovechar para trabajar un poco-apagó la tele y cogió a Cristina en brazos y le dio un beso en la cabeza.
-Lo he intentado, pero tus dos terremotos no me han dejado-me puse de pie con Natalia-. Ayúdame a cambiarles el pañal, anda.
-Ahora resulta que son mías-me alzó una ceja.
-Sí-afirmé rotunda.
Negó con la cabeza divertido y me dio un beso en los labios antes de liderar el camino hasta la habitación de las niñas. Se despertaron mientras las cambiábamos, así que aprovechamos para bañarlas y darles de cenar. Una vez se durmieron, cerramos la puerta y fuimos a tirarnos al sofá para tener nuestro momento de tranquilidad a solas.
-¿Cómo ha ido?-Pregunté acurrucándome sobre él.
-Tenemos todas las pruebas contra ellas, ahora solo tenemos que ver cómo las vamos a denunciar para que no tomen más represalias contra nosotros-me acarició el pelo.
-¿Crees que vuelvan a vengarse?-Me rodeé con los brazos.
-A no ser que encontremos algo con lo que alejarlas de nosotros de una vez por todas, es seguro que vuelvan-suspiró-. Creía que estabas dispuesta a pelear contra ellas.
-Y lo estaba...
-¿Qué ha cambiado?-Frunció el ceño.
Suspiré y me pasé las manos por la cara, no sabía cómo decirlo porque siendo sincera no era el mejor momento. Malditas brujas...
-Raquel-chasqueó sus dedos frente a mi cara.
-Estoy embarazada.
Y volví a taparme la cara con las manos. No había sido mi intención, pero se me había escapado sin filtros ni delicadezas. Estuvo varios segundos callado en los que no me atreví a mirarle hasta que preguntó:
-¿Estás segura?
-Ajá-asentí y me atreví a mirarle, él me sonreía-. No es el mejor momento...
-Para un bebé siempre es un buen momento-unió su frente con la mía-, un rayito de luz entre tanta tormenta.
-Te quiero-puse un puchero.
-Y yo a ti mi vida-puso su mano sobre mi vientre- y a nuestras terremotos y al pequeño que viene en camino.
-¿Crees que tendremos un nene?-Llevé mi mano sobre la suya.
-Ya tenemos dos niñas, es lo que nos toca-rió.
Le sonreí y volví a acurrucarme en su regazo.
-¿Por qué no nos vamos a Granada o a Málaga?-Me acarició el brazo.
-¿A ver a nuestros padres?-Alcé la cabeza para mirarle.
-Más que una visita es para vivir allí-respondió.
-¿Cómo?-Me incorporé-¿Y los chicos, nuestros trabajos... nuestra vida?
-Raquel, los chicos lo pensaron primeros y lo mejor para los niños es estar lejos de aquí mientras se solucionan las cosas.
-Pero...
-Piénsalo durante un segundo, Raquel, ¿prefieres que nuestros hijos crezcan entre peleas y amenazas constantes con Silvia y Diana?-yo negué con la cabeza- Antes no lo veía así pero todos tienen razón, debemos alejar a los niños de esto, es lo mejor para ellos.
-De acuerdo-suspiré-. Pero antes que nada necesito hablar con mi hermana.
-Claro que sí-volvió a acurrucarme-, no es como si fuéramos a perder el contacto o a dejar de hablarnos solo por irnos de aquí.
-Eso espero...
Y no estaba segura, pero había algo que no me olía bien del todo.

lunes, 25 de junio de 2018

Capítulo 30: Un mal mayor

*David*
-Hola, queridos, ¿qué tal estáis?-preguntó como si nada.
Inconscientemente todas nuestras miradas se dirigieron a Dani y Laura, él apretó la mandíbula y ella se llevó una mano al pecho. De nuevo la pesadilla hecha realidad.
-Me esperaba una bienvenida más... cordial-alzó una ceja.
-Cordial mis...-Dani retuvo a Laura que iba dispuesta a tirarse a la yugular de Diana-. ¿Qué quieres ahora, qué buscáis?
-Yo solo he pasado a saludar y para comentaros que me han dado el alta, querida-sonrió de forma falsa.
-¿Vas a hablar de una buena vez?-siseó Álvaro hacia Silvia.
-Necesito que me ayudes-hipó-. Nuestro hijo...
-No hay nada nuestro, ¿de verdad debo recordarte que nunca mantuvimos relación alguna?-masculló mi amigo.
-Ahora soy yo la que va a refrescarte la memoria, estuvimos dos veces juntos, querido-puso los brazos en jarra.
No me perdí el movimiento del pequeño que se ocultaba tras las dos brujas, adoptó una posición defensiva, como si temiera que en cualquier movimiento, Silvia fuera a golpearle. Tampoco se me pasó por alto los moretones que a duras penas escondían las mangas cortas de la camiseta que estaba usando. Algo no me olía bien y esperaba estar equivocándome.
-Relaciones de amistad y ninguna fue real, la primera porque me usabas para acercarte a Blas y la segunda solo fue para separarme de Ainhoa-enumeró-. No me das pena, no quiero saber nada de ti, grábatelo de una bendita vez y déjanos vivir.
-Me quieren quitar al niño-exclamó ella entonces asustando a los niños.
Sentí a Natalia y Cristina sujetar mis piernas, las rocé con mis manos y se tranquilizaron un poco, pero Rubén puso un puchero que pronto se convirtió en un agudo llanto que alertó al resto, Sara empezó a preguntar, Javier daba saltos para que su madre lo cogiera y Ainhoa tuvo que ir a calmar a Jorge, que había estado durmiendo en su carro, con un Pablo lloroso detrás de ella.
-Esto ya está tocandome la moral-Blas dio un paso adelante y sostuvo a Sara para que se quedara junto a Isa-. Si están intentando quitarte a tu hijo es tu problema, no el nuestro, apechuga con tus actos porque estás recogiendo lo que has sembrado que no es más que maldad y rencor. Un día te abrimos las puertas para que fueras parte de nuestra familia pero tú sola cerraste todas las puertas al engañarnos y hacernos daño.
-Vosotros denunciasteis a Diana, que aparece como segundo tutor legal del niño, tenéis que quitar la denuncia para que no lo hagan-exigió.
-Diana intentó hacerle daño a mi hijo y amenazó a mi mujer, tenéis lo que os merecéis-Dani también dio un paso adelante-. No sé como a alguien se le pudo ocurrir dejaros a cargo de una personita inocente que se asusta y trata de esconderse cada vez que su madre mueve los brazos o las piernas.
Vaya, así que no solo yo me había percatado de ello. Aunque había algo que me había dejado pensativo, solo que no iba a decirlo delante de ellas, me lo guardaría para más adelante...
-Se acabó, sois dos brujas armando jaleo en mi casa y asustando a nuestros hijos, ahora largaos si no queréis que llame a la policía y le dé más motivos a servicios sociales para que os terminen de quitar a tu hijo-Clara se acercó a ellas y comenzó a echarlas como solo ella podría hacer, mediante empujones-. Hasta nunca, arpías.
Una vez cerrada la puerta, todos suspiramos y calmamos a los niños.
Sara, Javier y Pablo jugaban en el cuarto del rubio, Jorge dormía plácidamente sobre su padre, Raquel terminaba de arrullar a Natalia mientras yo sostenía a Cristina ya dormida y Rubén suspiraba en el cuello de su madre mientras se debatía entre dormir o no.
-Menudo mal rato-resopló Raquel bajito.
-Y vaya momento han ido a escoger-masculló Carlos.
-Pobre pequeño, quien sabe lo que está pasando con esas dos...-murmuró Laura.
Todos asentimos y mantuvimos silencio durante algunos segundos.
-¿Sólo a mí me ha sonado raro eso que ha dicho sobre que Diana es la segunda tutora del niño?-Rompí sus pensamientos.
-¿Debería haberme puesto a mí por esa obsesión que tiene con que soy el padre de su hijo?-siseó Álvaro.
-No me entiendes-me incorporé todo lo que mi acomodada hija me dejaba-. Solo pones un tutor legal para tu hijo por dos situaciones, una que tú no vas a poder hacerte cargo de tu hijo y la segunda...
-Si no es tu hijo-Isa abrió los ojos como platos.
-Bingo, cuñadita-le sonreí.

*Carlos*
Nos quedamos en silencio, después de llegar a la misma conclusión que David nadie tenía nada más que añadir.
¿Podría ser posible que esa bruja hubiese estafado para adoptar a un pobre niño?
Tendría sentido, aunque se hubiera dado el caso de que se hubiesen acostado Álvaro y ella, dudo mucho que hubiese dejado que un bebé la hiciera engordar, era una de las personas más superficiales que había conocido.
-¿Deberíamos denunciarla?- Preguntó Raquel.
Negué con la cabeza, lo que provocó que todos me mirasen como si estuviese loco.
-No tenemos pruebas, no serviría de nada.- Me expliqué.
Nos volvimos a quedar en silencio, un silencio que se vio interrumpido por la voz de una de las mellizas.
Raquel la abrazó y la pequeña volvió a dormirse.
-¿Qué hacemos?, ¿las investigamos?- Preguntó Dani.
-¿Es que ahora somos espías?- Preguntó Clara en forma de burla.- Es lo que nos faltaba.
-Se que suena a locura, pero ese pobre niño está bajo la tutela de ese par de brujas.- Le dijo Álvaro.
-Haced lo que queráis, pero yo no pienso ir por ahí disfrazada, persiguiendo a ese par de arpías.- Dijo Clara.
La miré con sorpresa, ella era la primera a la que le divertían ese tipo de situaciones, en cualquier otro momento habría sido la primera en ponerse a perseguir a las dos esas. Pero, podría ser por el embarazo o yo qué se, no quería.
-Solo es un niño, no tiene a nadie, literalmente a nadie.- Me dijo Isa.- Imagina que, ojalá no suceda, Carlos y tú sufrís un accidente y Javier queda a cargo de personas como ellas.
Clara endureció la mirada, pareció comprender la situación, pero aún así, parecía dudar.
-¿Alguno de vosotros sabe dónde viven, por dónde se mueven, o algo que nos sirva?- preguntó Clara.
Blas y Dani se miraron entre ellos, fruncieron las cejas y suspiraron con pesar, parecía que lo habían ensayado.
-Partamos de la base de que Diana tiene una malsana obsesión por Dani.- Comenzó a hablar Blas.
-Y de que Silvia aún esté enamorada de Blas.- Continuó Dani.
Todos miramos a Álvaro, él era el que más tiempo había pasado con esas dos.
-Sí, seguro que lo está.- Dijo decidido.- Creo que está tan obsesionada por Blas como Diana por Dani.
Todos volvimos a mirar a Dani y Blas.
-Podríamos fingir interés, en sus dementes cerebros será real.- Dijo Dani.
-¿Pretendéis que ellas depositen su confianza en vosotros?- Preguntó Raquel.
Dani y Blas asintieron.
-Podría funcionar.- Dijo Isa y miró a Laura.
-Pero, ¿cómo pensáis acercaros a ellas?- Preguntó Lau.
Blas y Dani suspiraron, no habían pensado en esa parte del plan.
-¿Y qué les diréis para que confíen?- Preguntó David.
Clara me dio la mano, parecía nerviosa, y es que no era para menos, tener que volver a ponernos en contacto con ellas dos era terrible.
Cuando detuvieron a Diana parecía que por fin nos habíamos librado de una de ellas, pero parece que mala hierba nunca muere.
 -Yo se cómo encontrarlas.- Dijo Clara.- Al menos a Silvia.
Al momento comprendí a qué se refería.
-Ha encargado un vestido en la tienda en la que trabajo.- Comenzó a hablar Clara.
-¿Pretendes violar la privacidad de una de tus clientas?- Pregunté divertido.- Me parece bien.
Clara me miró y sonrió.
-Me haré con él mañana.- Nos dijo Clara.
Solo era cuestión de tiempo que descubriésemos a ese par de serpientes ante el mundo. Se merecían perder al niño y que las encerrasen de por vida en un manicomio.
Abracé a Clara una vez nos quedamos solos, le besé la frente y ella se aferró a mí con fuerza.
-¿Por qué esas dos estarán tan obsesionadas con destruir nuestra felicidad?- Preguntó.
-Ojalá lo supiera, pero sus mentes son retorcidas.- Respondí y Clara y yo nos miramos a los ojos.
-Parecía que por fin nos habían dejado en paz.
La miré con preocupación, Clara no solía ser de este modo, ella era mucho más valiente y fuerte que yo.
-He estado pensando algo.- Le dije después de suspirar.
Clara me miró expectante.
-Podríamos marcharnos de Madrid.
Ambos nos quedamos en silencio, un silencio sepulcral.
-¿Y nuestros trabajos?, ¿y los chicos?- Preguntó.
-Lo comprenderían.
Clara negó con la cabeza.
-Tenemos que afrontar los problemas, después ya hablaremos de marcharnos.
Asentí y la besé.

*Álvaro*
Mientras Ainhoa bañaba a Pablo, yo acostaba a Jorge en su cuna e intentaba que se durmiera sin éxito, reía bastante y estiraba los brazos para que lo cogiera. Me rendí con un suspiro y lo saqué de la cuna, el pequeño se agitó y soltó una pedorreta por la boca que me hizo reír, logrando que él riera aún más.
-Eres un escandaloso-le di un beso en la mejilla-, ¿a quién has salido tan fiestero?
-Desde luego que a mí no-sonrió Ainhoa desde el marco de la puerta-. Pablo no se duerme hoy si su papá no le cuenta un cuento.
-Voy-le di un beso en la mejilla-. Ve a ducharte, yo me hago cargo de nuestros hombrecitos.
-Gracias-me dio un beso en los labios antes de besar la cabeza de Jorge que le tiró del pelo a su madre-. Niño revoltoso.
Volví a reír y entré al dormitorio de Pablo que miraba un cuento como si realmente lo estuviese leyendo.
-¿Qué cuento quieres que te lea hoy?-Me senté en los pies de la cama y dejé a Jorge gatear hacia su hermano.
-Este-me dio el que tenía.
Dejó a Jorge acomodarse a su lado y me exigió que me sentara con ellos también, por lo que me quité los zapatos, me acomodé como pude junto a ellos en la pequeña cama y subí la barandilla para evitar que Jorge saltara. 
Comencé a leerles Jack y las judías mágicas hasta que comenzamos a caer rendidos, porque finalmente terminé quedándome dormido con ellos en la misma cama.
Por la mañana me desperté con el pie de Jorge en el cuello y a Pablo parcialmente sobre mí. ¿Cómo de haber estado durmiendo en uno de los laterales de la cama había terminado en el medio?, ¿y por qué Ainhoa no me había despertado o pasado a Jorge a su cuna?
Intenté no mover a los niños, pero Pablo me sintió y se despertó para mirarme con los ojos muy abiertos.
-¡Papi!-Saltó sobre mi estómago.
Jorge se despertó lloroso, pero se le pasó cuando lo arrullé y su hermano le dio un beso en la frente. No escuché ruido fuera por lo que me bajé de la cama, me estiré y luego llevé a los niños bajo mis brazos entre risas y gritos hasta llegar al dormitorio, donde Ainhoa dormía a pierna suelta en el centro de la cama toda estirada. Sonreí malicioso y dejé a los pequeños sobre la cama antes de tirarme sobre ella para despertarla. Pablo comenzó a saltar y Jorge prefirió ir a tirarle del pelo a su mamá, por lo que acabó despertándose con el ceño fruncido.
-Buenos días, cafres-murmuró.
-Es mi agradecimiento por dejarme dormir en la cama de Pablo con él y Jorge -le di un beso en el hombro.
-Cuando me asomé después de la ducha los tenías embobados con el cuento, así que vine a echarme mientras acababas-puso a Jorge sobre su regazo y besó la cabeza de Pablo que la abrazaba-. No es mi culpa si al final te dormiste.
-Graciosa-le entrecerré los ojos.
Mi móvil vibró en la mesita de noche, lo miré y era un mensaje de Clara en el grupo, ya tenía la dirección de Silvia. Se lo comenté a Ainhoa y la felicidad con la que nos habíamos despertado se empañó. Rogaba porque todo ese asunto acabara pronto o tendríamos que tomar medidas drásticas, por nuestra familia.
-¿Qué vamos a hacer?-Preguntó temerosa.
-Sigamos con el plan y veremos hasta donde podemos llegar-suspiré-. Necesitamos acabar con esto y lo antes posible.
-He pensado en ir a visitar a mis padres estas vacaciones a Barcelona-bajó la mirada a Jorge-, ¿qué opinas?
-Es una buena idea, los niños deben permanecer lo más lejos posible de esas dos vívoras-torcí el gesto-. Quizás podamos pasar una temporada larga con tus padres...
-¿Qué quieres decir?-Se giró para mirarme de frente.
-Estoy dándole vueltas a la posibilidad de quitarnos de la vista de estas dos, os quiero más que a mi vida, Ainhoa, y si existe un solo camino para evitarnos cualquier mal no voy a dudar un segundo en tomarlo-le acaricié la mejilla-. Confía en mí, nada bueno va a salir de este repentino acercamiento.
-Pero...
-Lo hablaremos más adelante, ahora es mejor que dejemos a Pablo en el colegio y vayamos con los chicos a ver cómo seguimos con esto-me levanté y llevé a Pablo a vestirse.
No estaba seguro de nada, pero necesitaba mantener a mi familia a salvo y por las caras que tenían los chicos cuando nos reunimos con ellos tuve claro que el mismo pensamiento había pasado por la mente de los cinco.

*Blas*
Miré a Isa,estaba tan nervioso que juraría que me temblaban las manos.
Mi mujer me cogió de las manos y me miró a los ojos.
-No tienes por qué hacerlo.- Me dijo y sonrió tratando de sonar tranquila.
Negué con la cabeza.
-No podemos dejar a ese pobre niño con ese par de monstruos.- Le respondí y junté mi frente con la suya.- Pero si algo no sale bien, he pensado que podríamos irnos, con mis padres a Murcia, o regresar a Andalucía.- Hice una pausa en la que Isa me miró seriamente.- Sería la forma más sencilla de alejarnos de todo, además, nuestra pequeña y el bebé estarán mejor sin dramas.
-Pero, eso implicaría que los chicos y tu...- Comenzó a hablar.
-Eres la mujer de mi vida, y Sara la reina de mi corazón, y el bebé será tan importante como lo sois mis dos princesas.- La interrumpí.
-No quiero que tengas que dejarlos por nosotras.- Me dijo y bajó las cejas.
-No será por vosotras, será por nosotros.- Le dije y la besé.
Llamaron a la puerta, sentí como un nudo en el estómago me impedía respirar.
Nos separamos y abrí.
Dani me miró, estaba tan nervioso como yo, a su lado estaba Laura, con Rubén en brazos, ellas dos nos esperarían juntas.
Lau besó a Dani una última vez antes de separarnos, Isa me besó a mí y me acarició la mejilla.
-Suerte.- Nos dijeron casi a la vez, como si lo hubiesen ensayado.
Dani y yo nos miramos, necesitábamos un milagro para que esto fuese bien.
Los dos caminamos hasta su coche y nos subimos.
La tensión se mascaba en el aire, casi no intercambiamos palabras en el viaje, sabíamos bien qué decir.
Hacía un par de días que habíamos hablado con ellas, quedaríamos para tomar un café y hablar de problemas inventados.
Dani aparcó y nos miramos.
-Repasemos el plan.- Dijo.- Entramos, nos sentamos con ellas y nos quejamos de nuestras vidas.
-Si lo hacemos bien no dudarán.
Suspiramos casi al mismo tiempo y abrimos las puertas del coche para salir.
Entramos en la cafetería y las localizamos a ambas, sin el pequeño Álvaro, habría sido mejor si lo hubiesen traído, podríamos aprovechar para sonsacarle información cuando las brujas hubiesen salido por cualquier motivo.
-Buenos días.- Nos dijo Diana.
Sentí asco, con las letras en mayúscula, cuando las vi, vestían como si tuviesen diez años menos.
Ambas iban embutidas en ropa, al menos, tres tallas menos de las que deberían llevar.
Diana llevaba una mini falda rosa chicle y una blusa verde con un escote que le llegaba al ombligo, no se había abrochado los botones.
Silvia llevaba un vestido corto con los pechos casi al aire.
Dani y yo nos sentamos, ellas dos nos miraron de arriba abajo, intenté que un escalofrío que me recorrió de los pies a la cabeza no se notase.
Verlas así era vomitivo.
-¿Cómo estáis?- Les preguntamos, ellas dos sonrieron.
-Mejor ahora que sabemos que no nos equivocábamos.- Dijo Diana y puso una mano sobre la de Dani.
-Ya no podíamos ocultarlo durante más tiempo.- Dije intentando parecer convincente.
-Es normal que detestéis a vuestras mujeres, esa niña te obligó a que os casárais, se quedó embarazada.- Me dijo Silvia.
Sentí como la odiaba, como realmente la detestaba, pero no podía parecerlo.
-Y tú, esa perra te obligó a casaros y a tener un hijo, seguro que tú considerabas que eras demasiado joven.- Le dijo Diana a Dani.- No sabes cuanto siento que no nos conociésemos antes.
-Yo también lo siento.- Dijo él.
-Menos mal que os habéis atrevido a confesarnos todo lo que os sucede con ellas.- Dijo Silvia.
Mantuvimos una conversación demasiado larga para mi gusto, habría preferido no acercarme a ellas jamás, pero todo fuera por lograr que ese par recibiera su merecido de una vez por todas.
Habíamos quedado en vernos por la tarde, nos querían presentar a su hijo, aunque se les había escapado que lo detestaban.
Abracé a Isa, fingir que nos odiábamos me estaba costando más que cualquier otra cosa.
-Te amo tanto.- Le dije antes de reunirme con los chicos, ellos nos iban a hacer de espías, iban a grabar todo lo que pudiesen, sacar fotos y más.
Nos reunimos en casa de Carlos cuando Clara se marchó a trabajar.
-Creo que todos estamos de acuerdo en lo que haremos si esas dos nos nos dejan.- Dijo Dani.
Los cinco nos quedamos en silencio, ninguno quería llegar hasta ese punto, pero puede que no nos quedase más remedio.
-No quiero que nuestra familia se separe.- Confesó David con pesar.
-Sabes que aunque nos mudemos nos veremos bastante.- Dijo Álvaro intentando sonar convincente.
-No podremos vernos como ahora, pero tampoco es que nos vayamos a ir a países diferentes.- Dije, aunque en realidad, yo tampoco estaba del todo convencido.
Separarme de ellos iba a ser una de las cosas más difíciles que había hecho.
Pero nada era seguro, todo dependía de ese par de arpías.
Los miré a todos, éramos hermanos, habría hecho cualquier cosa por cualquiera de ellos, pero, nuestras familias nos necesitaban, y creo que todos comprendíamos que eso era prioritario.

*Dani*
Después de otra inquietante cita con Silvia y Diana, porque ni loco dejaba a Blas a solas con la primera y él tampoco me dejaba a solas con la otra, en la que Diana intentó manosearme todo lo que podía desde su silla al lado de la mía y en la que tuvimos que aguantar cómo insultaban a nuestras mujeres mordiéndonos la lengua para no ahorcarlas porque eso era lo único para lo que tocaría a esa víbora ponzoñosa que había vuelto para amargarnos la existencia con sus malos juegos y trampas, llegué a casa. Escuché a Rubén reír por lo que dejé mi cartera y el móvil sobre el mueble de la entrada y seguí las voces de mi hijo y mi mujer hasta llegar al dormitorio del pequeño. Me quedé en el umbral de la puerta, escondido.
-Mamá canta ángel-pidió.
-Eres mi ángel travieso, que me enamoró
con su carita linda, eres un dulce suceso,
que me convenció que existe un verdadero
y gran amor.
Es verdad que no es fácil ser
como un cero a la izquierda sin su voz,
pero sé que es muy fácil ver
mil millones de estrellas en su honor...
Me asomé para ver a mi pequeña acariciando el pelo de nuestro hijo que luchaba por quedarse despierto y seguir escuchando a su madre cantar mi canción. Sonreí y fui hasta nuestro dormitorio.
Acababa de dejar la ropa en la cesta del baño cuando vi que entraba al cuarto con una mano en la cintura. No es que estuviera tremenda, pero ya empezaba a notársele su tripita de embarazada y sonreí mirándola como un ladrón, robando pequeños momentos como si estuviese haciendo algo indebido.
-Me encanta tenerte aquí
rebuscándome la piel,
hace días te esperé y
ya estás conmigo...
-Me has asustado-se llevó una mano al pecho y dejó el pijama sobre la cama-. No te he oído llegar, ¿hace mucho que estás aquí?
-Te he oído cantarle al pequeño-esquivé su mirada-. ¿Sabes que te amo?
-Sin ninguna duda, igual que yo pero Dani, no puedes pretender que evitemos hablar de lo que está pasando-se acercó a mí y puso sus manos sobre mis mejillas-. Cielo, estás mal y quiero que lo compartas conmigo.
-No quiero hablar ahora-pegué mi frente a la suya-. Te necesito, pequeña.
-Aquí me tienes, cariño, toda para ti-me sonrió-. Y para tus dos pequeños.
-Esto significa que nuestro amor es más fuerte que cualquier cosa ¿verdad?-Acaricié su tripa.
-Esto significa que nos amamos, Dani-puso una de sus manos sobre la mía.
La miré fijamente a esos ojos que me enamoraron desde la primera mirada con una idea fija en la mente, protegerla a ella y a nuestros hijos de lo que fuera que se nos viniera encima, incluso si la única vía fuera dar mi vida.
-Déjame hacerte el amor esta noche-susurré sobre sus labios.
-¿Me encuentras sexy a pesar de los cuatro meses?-Se burló, intentando quitarle hierro a la situación.
Se separó de mí e hizo una pose, con morritos incluidos que me hizo sonreír de verdad después de varios días demasiado grises.
-Te encuentro sexy siempre-tiré de su mano hacia mi cuerpo y pasé mi brazo libre alrededor de su cintura-. Incluso aquella vez que tuviste la gripe y estabas toda sudada y roja por la fiebre.
-Idiota-rió.
-¿Pero sabes cuándo te encuentro más sexy?-Ella negó con la cabeza-. Cuando estás debajo de mí, suspirando mi nombre.
-¡Dani!-Se le sonrojaron hasta las orejas y solté una carcajada que esperaba no despertara a Rubén.
Lo sentía por mi hijo, pero aquella noche quería a Laura toda para mí. La necesitaba.
-¿Entonces...?
-¿Cuándo te he dicho que no?-Rodeó mi cuello con sus brazos.
-Soy un hombre con suerte-rocé mi nariz con la suya.
-Y al que amo.
-El más afortunado-me corregí antes de besarla.
Aquella noche la amé despacio, suavemente, como si fuera la última vez que la tendría entre mis brazos, implorándole con mi cuerpo que me perdonara por lo que nos estaba haciendo, por romper la promesa que hice en el altar el día de nuestra boda, la promesa que me repetía cada noche mientras la veía dormir acurrucada a mi lado desde que éramos novios.
Inspiré su dulce aroma mientras ella se quedaba dormida entre mis brazos y le besé la cabeza.
-Me gusta llegar y verte concentrada
entre tus cosas.
Matar el tiempo repasando nuestra historia,
No te quiero perder...
Alcé la cabeza al escuchar unos pasitos desde el pasillo y entrar a la habitación, suerte que nos había dado por vestirnos.
-Hola campeón-susurré.
-Papi...-lloriqueó.
Encendí la lámpara de mi mesilla y me incorporé intentando no despertar a Laura que dormía profundamente.
-¿Qué pasa?-Lo subí a mi regazo y lo acurruqué en mi pecho.
-Quiero dormir aquí-señaló a su madre.
-Está bien-le besé la frente y lo ayudé a acostarse entre nosotros.
Laura iba a regañarme a la mañana siguiente, pero no me importaba.
-Papá, canta-protestó cuando apagué la luz y me acomodé para dormir.
Reí y pensé rápido cual cantarle al pequeño para que se durmiera, no quería plagiar a su madre así que le canté la primera que se me vino a la cabeza.
-Vuelves, siempre,
guías mis pasos,
todo es distinto al pensar
que tú estás.
Dejo el miedo lejos de aquí,
cambio mi rumbo por ti.
Te sigo, te sigo,
hasta el fin te sigo.
Nada nos cambia,
nada nos cambiará.
Le di un beso en la cabeza y los rodeé con un brazo, lo que más amaba y lo único que necesitaba para poder seguir adelante lo tenía en aquella cama. La decisión estaba tomada, nada más importaba, independientemente del resultado.