sábado, 7 de julio de 2018

Capítulo 31: Decisiones

*Raquel*
David había ido a reunirse con los chicos para dar el toque final al plan de desenmascarar a las brujas y que de una vez le quitaran al pequeño, Natalia y Cristina jugaban en su dormitorio mientras yo trataba de no ponerme histérica.
Escuché unas risas y unos pasos que me hicieron salir del baño a toda prisa, las mellizas se habían vuelto a salir del parque. Lo hacían muy a menudo y aún no sabíamos cómo lo lograban.
-Natalia, ven aquí-traté de cogerla, pero Cristina pasó entre mis piernas y perdí el equilibrio-. Os voy a amarrar.
Natalia llegó hasta la mesa de centro que había en el salón y empezó a tirar los papeles al suelo tratando de coger mi móvil. Cristina prefirió gatear hasta la cocina, donde rápido escuché ruido de puertas abriéndose y cerrándose.
-Mierda-murmuré levantándome del suelo.
Cogí a Natalia para que no siguiera destrozando el informe que había estado preparando para el trabajo y con ella gritando desde debajo de mi brazo izquierdo fui hacia la cocina a coger a Cristina que había sacado una botella de coca cola y trataba de abrirla.
-No sé qué voy a hacer con vosotras-suspiré volviendo al salón.
Las dejé delante de la tele y les puse el canal infantil. Natalia se sentó en el suelo y Cristina comenzó a bailar moviendo la cintura al ritmo de la música de los dibujos animados. Recogí lo que habían tirado y los puse en la mesa grande para que no volvieran a cogerlos, ya intentaría trabajar cuando decidieran dormir la siesta. Me dejé caer en el sofá y comprobé que mi móvil no tenía mensajes. Suspiré mirando a mis terremotos, pensar que yo decía que tendría al primer machote de la familia y resultaba que había tenido dos niñas que hacían por seis de lo activas que eran.
-Mamá.
Sonreí a Natalia que había gateado hasta mis pies y tiraba de mis pantalones. La alcé para sentarla en mi regazo, donde se acurrucó con el pulgar en la boca. Cristina no tardó en querer acurrucarse también, por lo que las acomodé en cada una de mis piernas, a Natalia no le gustó tener que compartirme así que le pegó a su hermana quien le devolvió el golpe después de haberse quejado.
-No se pega-las reñí a ambas y empezaron a llorar.
Puse los ojos en blanco y las arrullé hasta que se calmaron y se terminaron durmiendo. Estaba atrapada en el sofá con las niñas por lo que me tragué dos horas de dibujos infantiles hasta que llegó David y se burló.
-Pensaba que ibas a aprovechar para trabajar un poco-apagó la tele y cogió a Cristina en brazos y le dio un beso en la cabeza.
-Lo he intentado, pero tus dos terremotos no me han dejado-me puse de pie con Natalia-. Ayúdame a cambiarles el pañal, anda.
-Ahora resulta que son mías-me alzó una ceja.
-Sí-afirmé rotunda.
Negó con la cabeza divertido y me dio un beso en los labios antes de liderar el camino hasta la habitación de las niñas. Se despertaron mientras las cambiábamos, así que aprovechamos para bañarlas y darles de cenar. Una vez se durmieron, cerramos la puerta y fuimos a tirarnos al sofá para tener nuestro momento de tranquilidad a solas.
-¿Cómo ha ido?-Pregunté acurrucándome sobre él.
-Tenemos todas las pruebas contra ellas, ahora solo tenemos que ver cómo las vamos a denunciar para que no tomen más represalias contra nosotros-me acarició el pelo.
-¿Crees que vuelvan a vengarse?-Me rodeé con los brazos.
-A no ser que encontremos algo con lo que alejarlas de nosotros de una vez por todas, es seguro que vuelvan-suspiró-. Creía que estabas dispuesta a pelear contra ellas.
-Y lo estaba...
-¿Qué ha cambiado?-Frunció el ceño.
Suspiré y me pasé las manos por la cara, no sabía cómo decirlo porque siendo sincera no era el mejor momento. Malditas brujas...
-Raquel-chasqueó sus dedos frente a mi cara.
-Estoy embarazada.
Y volví a taparme la cara con las manos. No había sido mi intención, pero se me había escapado sin filtros ni delicadezas. Estuvo varios segundos callado en los que no me atreví a mirarle hasta que preguntó:
-¿Estás segura?
-Ajá-asentí y me atreví a mirarle, él me sonreía-. No es el mejor momento...
-Para un bebé siempre es un buen momento-unió su frente con la mía-, un rayito de luz entre tanta tormenta.
-Te quiero-puse un puchero.
-Y yo a ti mi vida-puso su mano sobre mi vientre- y a nuestras terremotos y al pequeño que viene en camino.
-¿Crees que tendremos un nene?-Llevé mi mano sobre la suya.
-Ya tenemos dos niñas, es lo que nos toca-rió.
Le sonreí y volví a acurrucarme en su regazo.
-¿Por qué no nos vamos a Granada o a Málaga?-Me acarició el brazo.
-¿A ver a nuestros padres?-Alcé la cabeza para mirarle.
-Más que una visita es para vivir allí-respondió.
-¿Cómo?-Me incorporé-¿Y los chicos, nuestros trabajos... nuestra vida?
-Raquel, los chicos lo pensaron primeros y lo mejor para los niños es estar lejos de aquí mientras se solucionan las cosas.
-Pero...
-Piénsalo durante un segundo, Raquel, ¿prefieres que nuestros hijos crezcan entre peleas y amenazas constantes con Silvia y Diana?-yo negué con la cabeza- Antes no lo veía así pero todos tienen razón, debemos alejar a los niños de esto, es lo mejor para ellos.
-De acuerdo-suspiré-. Pero antes que nada necesito hablar con mi hermana.
-Claro que sí-volvió a acurrucarme-, no es como si fuéramos a perder el contacto o a dejar de hablarnos solo por irnos de aquí.
-Eso espero...
Y no estaba segura, pero había algo que no me olía bien del todo.

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