miércoles, 22 de agosto de 2018

Capítulo 34: Reencuentro con sorpresa

*Álvaro*
Acababa de llegar al apartamento que habíamos alquilado Ainhoa y yo cerca de la casa de sus padres, para contar con su ayuda con los niños mientras nosotros salíamos a trabajar. Ella había entrado en una tienda de ropa media jornada y yo daba algunas clases de guitarra a niños y no tan niños. No ganábamos demasiado, pero suerte que contábamos con algunos ahorros.
-Tengo noticias-comentó tras saludarme.
-¿Qué ha pasado?-Fui hasta el parque para coger a Jorge que jugaba con su sonajero-. ¿Dónde está Pablo?
-¡Pablo, papá ha llegado!-No tardó ni dos segundos en salir corriendo para saltar a mi alrededor- Laura y Dani han terminado por mudarse a Alcázar.
-¿Y eso?-Me senté con Jorge en mi regazo y Pablo a mi lado, hablándome entrecortadamente sobre algo que había hecho con la abuela.
-El padre de Laura-se encogió de hombros-. ¿Puedes creerte que Isa y ella estén ya de ocho meses?
-Parece mentira que llevemos casi cuatro meses aquí-suspiré-. Echo de menos ver todos los días a los chicos y las locuras cuando estábamos todos juntos.
-Yo también-se sentó a mi lado y cogió a Pablo para ponerlo en su regazo-. Me gustaría ir a ver a las chicas cuando den a luz, aún me siento culpable por no haber estado para Raquel.
-No podíamos hacer nada, cariño-le di un beso en la sien-, pero podemos ir a verlas cuando tengas los bebés, estar unos días en Ciudad Real y otros en Murcia, luego también podríamos ir a Granada y Málaga para ver a David y Carlos.
-Eso me encantaría-sonrió-. ¿Quieres ver a los primos, cielo?
-Sí-afirmó el pequeño con los ojos muy abiertos-. Mis pimos.
Reímos y Ainhoa abrazó a Pablo, yo me puse a jugar con Jorge que comenzó a escalarme para intentar escapar. Terminé por dejarle en el suelo y Pablo salió a correr para que su hermanito lo persiguiera hasta la habitación y de vuelta. Me levanté y los esquivé para poder entrar a la ducha, mi nueva vida era muy monótona y aburrida, echaba de menos mi casa, Madrid, los conciertos, las fans, la música y sobre todo a los chicos. Llevábamos solo cuatro meses separados y se sentía como toda una vida, apenas hablábamos ya por nuestros nuevos trabajos, aunque sabía que ninguno tenía uno que realmente valiera la pena. Solo esperaba que las cosas no se volvieran en nuestra contra.
Al salir y comprobar mi teléfono, vi un email de nuestro mánager, que se había quedado al pendiente del todo el asunto de Silvia y Diana. Decía que las cosas estaban yendo bastante despacio y que nos esperaba una larga espera antes de que pudiéramos volver a nuestras vidas normales.

*Carlos*
Llegué a casa después de una dura jornada trabajando, por suerte había encontrado algo mientras todo se solucionaba.
Clara también había conseguido trabajo, en una tienda de vestidos de novia, en la capital.
-¡Papá!- Chilló Javier cuando entré por la puerta.
Lo cogí en brazos y besé la mejilla.
Javier me miró a los ojos y bajó las cejas.
-¿Nos vamos ya a casa?- Preguntó, como cada día desde que nos habíamos mudado a Málaga.
-Aún no.-Le respondí, ya que decirle que esta era nuestra casa ahora me dolía.
Extrañaba a los chicos, y no solo a ellos, a sus esposas e hijos. Nos habíamos convertido en una enorme familia, una familia que habíamos tenido que separar por dos brujas.
Caminé con Javi en brazos hasta el salón, donde Clara acunaba a Ana mientras Víctor dormía en el portabebés.
-Hola, cariño.- Le dije y la besé.
Habíamos decidido mudarnos cerca de la familia de Clara, así podrían ayudarnos un poco con los niños.
Ana me miró y sus ojos se iluminaron, con tan solo cuatro meses ya parecía reconocerme y eso me encantaba.
Javi me obligó a soltarlo en el suelo, mi pequeño terremoto corrió hacia su habitación.
-Me encanta que tenga tus ojos.- Le dije a Clara mientras le hacía gorgoritos a Ana.
-¿En serio?, ¿te gustan unos sosos ojos marrones?- Preguntó elevando una ceja.
-¿Cómo iban a desagradarme cuando me casé con ellos?- Le dije y sonreí.- ¿Cómo ha ido hoy en la tienda?
-Como siempre, novias en busca de vestidos, madres buscando un vestido que ponerse para la boda de su hijo...
Nos quedamos en silencio un momento, mientras escuchábamos a Javier jugar con uno de sus muñecos, aunque, seguramente estaba jugando con uno de los muñecos que Sara le había dado, porque al despedirnos intercambiaron un par de juguetes, y mi rubio solo jugaba con eso últimamente. Estaba claro que extrañaba a Sara más que a cualquier otra persona.
-Me ha llamado Raquel.- Dijo Clara mientras se ponía en pie con una dormida Ana.
Clara dejó a Ana junto a Víctor y se sentó a mi lado para acurrucarse en mi pecho.
-¿Ha pasado algo?- Pregunté preocupado.
-No, solo que ha pensado en vernos una última vez en la casa de Madrid, antes de que se venda.
Dibujé una fina línea con los labios, en esa casa sucedieron muchas cosas importantes para todos nosotros, pero la vida sigue, y ya no volveremos a Madrid, al menos, de momento ninguno tiene intención de hacerlo.
Clara y yo estábamos viviendo en una casa de tres habitaciones que pertenecía a la familia de Clara, normalmente la alquilaban para sacarse un dinero extra, pero habían pensado que, siendo una familia numerosa como la nuestra, lo mejor sería dejárnosla hasta que encontrásemos algo mejor.
-¿Qué le has dicho?- Pregunté mientras le acariciaba el pelo, me encantaba el pelo de Clara, era suave y sedoso, además de que olía mejor que cualquier otra cosa.
-Que iremos.- Respondió y se acomodó más aún.
En eso Javier se reunió con nosotros en el salón, se subió al sofá y se abrazó a nosotros.
Por un momento, nos encontrábamos en paz.

*David*
-¿Vas bien?-Pregunté de nuevo mirando hacia Raquel.
-Ya te he dicho un montón de veces que sí-rió-. Tranquilo, cielo.
-Estoy un poco ansioso por Nico-suspiré.
-Él va bien, sus hermanas lo tienen bien arropado-me acarició la mano.
Miré por el retrovisor para ver a los tres dormidos, sonreí, por suerte nos quedaba ya poco trayecto hasta llegar a la casa de las afueras de Madrid, donde las chicas se habían empeñado en quedar.
Al llegar, vi que los coches de Dani y Álvaro estaban ya aparcados, por lo que dejé el mío junto a los de ellos y comenzamos a sacar carritos, bolsas, mochilas y bebés.
-¡Raquel!-Nos giramos a ver a Isa que se bajaba del coche con dificultad mientras Blas ayudaba a Sara.
-¡Hermanita!-Salió corriendo a su encuentro.
-Menudas dos teatreras-me burlé y Blas se rió conmigo antes de darme un abrazo-. ¿Qué tal?
-Imagínate, Isa sale de cuentas en dos semanas y aquí estamos porque no podían esperar a que naciera la niña-suspiró-. ¿Y tú?
-Genial, un viaje de cinco horas con dos niñas revoltosas que hacen como seis y un recién nacido-ironicé y volvimos a reír-. Ha estado bien, además, cualquiera les habría dicho que no.
-Desde luego yo no-alzó las manos-. Sara, ¿quieres ver a los primos?
-¡Sí!
Su padre la alzó en brazos y la asomó para que viera a Nico, Cristina y Natalia protestaban para que las sacáramos de la sillita doble, pero ni loco me atrevía a sacarlas hasta que estuviésemos dentro de la casa, más que nada por si les daba por aprender natación antes de tiempo.
Íbamos a entrar cuando escuchamos otro coche acercarse, Carlos y Clara acababan de llegar. Les esperamos y ayudamos para entrar todos juntos. Lo que pasó a continuación fue todo un jaleo, los niños comenzaron a gritar, a correr y a jugar de la alegría que les dio verse de nuevo y nosotros comenzamos con los saludos, aunque lo más gracioso fue cuando Isa y Laura intentaron abrazarse, porque no llegaban y terminaron abrazándose de lado para no aplastarse las barrigas.
-¿Cuándo sales de cuentas, Lau?-Preguntó Blas.
-En dos semanas aproximadamente-le sonrió.
-A ver si también os vais a poner de acuerdo para dar a luz-me burlé.
-Menos cachondeo-refunfuñó Dani.
-Eso-añadió Blas.
Levanté las manos y me puse a jugar con los niños. Después de haber almorzado, llevamos a la mayoría de los niños a que durmieran la siesta y nos sentamos en los sofás para hablar más tranquilos.
-¿Cómo os va en Alcázar?-Preguntó Clara.
-Bien, Noelia no está ayudando un montón con el pequeño-sonrió Dani.
-Y siento que tengo más libertad, a pesar de que están pendientes a mí, que en Granada-añadió Laura.
-Al principio nos pasaba con mi madre también-dije-, pero luego vio que nos entendíamos bien con los tres y solo se dedican a visitarnos algunas veces a la semana.
-Pero porque tu madre es un amor-puntualizó Raquel.
-La nuestra es más parecida a la bruja del oeste-dijo Isa y todos reímos.
-Se me ha dormido la pierna-dijo Laura poniéndose en pie.
-¿Te ayudo?-Dani hizo el amago de levantarse.
-No, voy al baño.
Despareció de nuestra vista por el pasillo con una mano en los riñones y apoyándose con la otra en la pared.
-No te preocupes, rubio-le llamó la atención Isa-, estamos enormes, es normal que... Mierda.
-¿Qué?-Se alertó Blas.
-Nada, creo que ha sido... Mierda-volvió a quejarse- No, no creo, tengo contracciones.
-No fastidies-Raquel abrió muchísimo los ojos.
-No recordaba lo divertidos que eran los partos de nuestras mujeres-se burló Álvaro.
-No tiene gracia, idiota-Ainhoa le dio un golpe antes de levantarse para ayudar a Blas con Isa, ya que era la que más cerca estaba.
Todos nos pusimos de pie para ayudar y empezar a movernos cuando Laura apareció con la cara blanca.
-¿Qué pasa?-Dani fue hasta ella y la rodeó con los brazos.
-He roto la fuente-respondió con cara de consecuencia.
Y se armó el caos porque teníamos a dos mujeres a punto de dar a luz y diez niños de los que ocuparnos.

*Blas*
Dani conducía mientras nuestras esposas iban hablando tranquilamente entre ellas, como si no estuvieran de parto, yo iba de copiloto, mirando de vez en cuando hacia atrás, mil veces más preocupado que Laura o Isa.
Nada más romper aguas, decidimos ir directos al hospital más cercano, el mismo en el que nacieron las hijas de Raquel.
Mientras tanto, en la casa de las afueras nos esperaban los demás con todos los niños. Rubén se había quedado llorando porque su madre se había marchado, mientras que Sara se había quedado más tranquila que nadie, con Javier.
Casi como si lo tuviesen planeado, Isa y Lau se encogieron a la vez por una contracción.
Cuando dejaron de encogerse se miraron y sonrieron para después continuar hablando tranquilamente de nuevo.
-¿Es que no os duele o qué?- Preguntó Dani, me tranquilizaba saber que yo no era el único que estaba histérico.
Lau e Isa nos miraron y sonrieron divertidas.
-Claro que nos duele.
-Más de lo que podríais imaginar.- Añadió Laura.- Pero sabemos contenernos, de momento.
-Tranquilos, no pasa nada, llegaremos.- Dijo Isa y me sonrió a mí directamente.
De ahí al hospital fueron hablando cada vez menos hasta que ambas se cogieron de las manos y respiraron agitadamente.
Tenía un nudo enorme en el estómago que iba aumentando a cada segundo que transcurría.
Sabía que llegaríamos a tiempo, y que el parto no iría mal, creo que nada podría superar al primer parto que tuvo Isa, desde luego que no, pero, no podía dejar de preocuparme, según la matrona y el ginecólogo, el bebé estaba en una posición perfecta para salir, aunque eso no significaba que todo iría perfecto, siempre habían riesgos.
Dani paró en la entrada de urgencias, yo me bajé rápidamente del coche y volé hacia la primera doctora que encontré.
-Necesitamos ayuda, hemos traído a dos embarazadas a punto de dar a luz.- Le dije y ella sonrió divertida.
-Avisaré a dos celadores para que traigan sillas de ruedas.- Me dijo y movió por los pasillos mientras yo estaba cada vez más desesperado.
Los celadores no parecían demasiado preocupados, se tomaban las cosas con calma, una vez llegamos al coche, yo ayudé a Isa a bajar mientras Dani ayudaba a Lau, los celadores se las llevaron mientras Dani se metía de nuevo en el coche.
-Voy a buscar un sitio, no las pierdas de vista.- Me dijo y sonrió, pero a pesar de la sonrisa, sabía de sobra que estaba muy alterado.
Seguí a los celadores que llevaban a Lau e Isa, ambas aún cogidas de la mano.
Las metieron en una habitación, juntas, y las ayudaron a tumbarse en una camilla, dos matronas entraron y las examinaron.
-Aún va para rato.- Dijo una de ellas y miró a la otra.
-¿Es que os habéis puesto de acuerdo?- Preguntó la otra y sonrió divertida.
-Cuando lleguéis a los diez centímetros volveremos.
-¿Nos pondrán la epidural?- Preguntó Isa mirando a una de las matronas muy seriamente.
-Claro, corazón.- Le respondió.- Las primerizas sois muy asustadizas.
-No somos primerizas.- Le respondió Laura.
-Por eso sabemos lo importante que es la epidural.- Continuó Isa y ambas matronas se miraron entre ellas sorprendidas.
Yo sonreí un poco menos nervioso, ya quedaba menos para verle la cara a nuestro nuevo bebé.
Dani apareció a los pocos minutos, pálido, como la pared, yo me había tranquilizado algo estando con las chicas. A pesar de que estaban más nerviosas a cada segundo.
-¿Qué hacen aún aquí?- Preguntó Dani abriendo mucho los ojos.
-Estamos esperando a dilatar un poco más.- Dijo Isa.
Una de las matronas se pasó por la habitación para comprobar cómo iban las chicas cuando sonrió y salió de nuevo para avisar a la otra.
-Ya estáis listas, vamos a moveros al paritorio.- Le dijo un celador entrando.
Movieron a las chicas a unas sillas de ruedas y estas se dieron la mano de nuevo, mientras los celadores las llevaban y nosotros caminábamos detrás, con el corazón en un puño.
Las chicas permanecieron de la mano hasta que nuestros caminos se separaron a la hora de entrar en el paritorio.

*Dani*
Laura comenzó a llamar a Isa en cuanto las metieron en quirófanos separados y lo mismo pasó con Isa. Blas y yo estábamos de los nervios porque nuestros bebés estaban a punto de nacer y ellas preocupadas porque estaban separándolas.
-Lau, cariño, entiende que no podéis entrar juntas-le acaricié el pelo-, vais a dar a luz a la vez.
-Pero yo quiero estar con ella-puso un puchero.
-Y ella quiere estar contigo, pero ahora necesitáis concentraros en traer al mundo a los bebés-le besé la frente-. Después volveréis a estar juntas, te lo prometo.
-Vale-sorbió por la nariz.
Suspiré y la abracé antes de que las enfermeras, la matrona y el médico se pusieran manos a la obra para ayudar a que naciera mi pequeña, porque después de nueve meses deseando saber si era niño o niña por fin tuve en mis brazos a mi nena.
-Es preciosa, Lau-se la ofrecí y ella la tomó entre sus brazos.
-Hola, mi amor-la arrulló intentando que dejara de llorar-. Bienvenida a la familia, cosita bonita.
Pasaron un par de horas hasta que nos fuimos de nuevo a la habitación, casi al mismo tiempo que Isa y Blas, parecía que nos habíamos puesto de acuerdo para todo aquel día porque ya las casualidades no eran creíbles.
-¿Qué ha sido al final?-Preguntó Isa después de abrazarnos.
-Una niña-sonreí.
-Hasta para eso os habéis puesto de acuerdo-rió Blas.
-Eso me temo-dijo Laura.
Dos enfermeras entraron cargando a nuestras pequeñas y nos las entregaron a Blas y a mí, ambos nos acercamos para ver a las niñas, compararlas y comentar lo pequeñas y preciosas que eran.
-Dejádnoslas un rato, ¿no?-Nos llamó la atención Isa.
-Después-Blas y yo las cambiamos para poder mimar también a la sobrina.
Solo cuando empezaron a protestar, se las dejamos a las mamis para que ellas las calmaran.
-Foto-Blas sacó el móvil y las chicas le miraron mal-. Es para las chicos.
A pesar de que no les hizo mucha gracia, mi amigo sacó fotos de las cuatro, de cada mami con su pequeña y luego de las niñas solas para que los chicos conocieran a las nuevas integrantes de la familia. Me senté al lado de Laura a ver a nuestra pequeña que tenía sus ojitos cerrados.
-Dicen que van a turnarse para venir a conocer a la pequeña Andrea y la pequeña Alba, ¿no?-Blas me miró divertido.
-Sí, Alba-sonreí y miré a mis pequeñas.
Laura me sonrió antes de darme un beso y devolver toda su atención a la bebé que se movió entre sus brazos.
Aquella tarde, Raquel y David vinieron con Sara y Rubén, que se mostraron ansiosos, sobre todo el pequeño que aún traía un puchero y nos miraba con disgusto.
-Hola campeón-lo levanté-. ¿Quieres ver a tu hermanita?
-Mamá-frunció el ceño.
-Sí, a mamá también-reí antes de darle un beso en la frente.
-Hola, cariño-dijo Lau mientras lo sentaba a su lado-. Dile hola a Alba.
-¿Alba?-Nos miró curioso.
-Es tu hermanita-le respondí.
Él abrió mucho los ojos y se acercó aún más para verla de cerca. Alba bostezó y levantó sus brazos antes de abrir los ojos para mirar a su hermanito.
-Mira...-susurró Laura.
-Nita-nos sonrió y se inclinó para darle un beso en la frente a la pequeña.
-Sara, no.
Me giré para ver a Blas intentando que Sara no intentara coger a Andrea, parecía muy dispuesta a hacer con ella lo mismo que con sus muñecas.
-Son dos angelitos-dijo Raquel-. No sé a por cual ir primero.
-Intenta pasar a los hermanos primero-me reí.
Y era cierto, Sara y Rubén estaban como Blas y yo el día que ellos nacieron, intentando que nadie les molestara y guardándonoslos para nosotros. Era de lo más divertido, sobre todo porque pensábamos que Rubén iba a tomarle muchos celos a su hermanita y, de momento, nos habíamos equivocado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario