sábado, 11 de octubre de 2014

Capítulo 17: UCI

*Isa*
Hay veces en la vida en las que todo encaja, estás donde quieres estar, con las personas a las que más quieres y sientes que nada malo puede suceder, pero entonces recibes un golpe de la realidad que te despierta de ese maravilloso sueño, aveces ese golpe puede ser el no poder tener hijos, otra puede ser perder a un ser querido, o pelearte con alguien a quién necesitas sea como sea. Mi golpe creo que fue esa llamada a las once de la noche, no la olvidaré jamás.

Estábamos todos en casa de Álvaro y Ainhoa, les preparábamos una pequeña ''fiestecita'' con motivo al bebé que estaba a punto de entrar por la puerta y a otro motivo que Álvaro aún no nos había querido comentar.
-Chicas, al final lo conseguimos.- Chilló Raquel mientras paseaba de un lado al otro un par de carteles que quería colgar del techo.
-¿Qué?- preguntó Carlos sin entender nada.
-Que el bebé se llame Pablo, que estás empanado.- Le explicó Dani, dulcemente.
-A mí no me llames empanado, eh.- Le contestó este.
-¿O qué?
-Chicos, chicos, haya paz.- Dijo David.
-Eso, todos sabemos que ambos estáis empanados.- Dijo Blas.
-¿Y tú no?- preguntó Carlos.
-No, si está claro que los cuatro estáis igual- Comentó Jesús.
-Otro, otro que se la va a ganar hoy- dijo Dani.
-¿Y yo que he hecho?- preguntó David poniendo cara de pena.
-Estar aquí.- Respondió Carlos.
-Sois unos inmaduros...- Comentó Jesús.
-¡Habló!- respondieron los cuatro a la vez.
-A mi no me llaméis inmaduro.- Dijo Jesús, a la defensiva.
Y comenzaron con los golpecitos típicos que se dan los tíos en momentos así, sabíamos que estaban bromeando, pero estaban levantando demasiado la voz.
Las chicas y yo nos miramos y sonreímos maléficamente, sabíamos que hacer.
-Vale ya, hombre, que sois hombres adultos, algunos con hijos, dejad de comportaros como críos.- Les riñó Raquel.
-Debería caérseos la cara de vergüenza- la seguí yo.
-Menudos sois, menuda panda de niños...- Continuó Laura.
-Es que no se os puede sacar a la calle.- Comentó Clara y bufó.
-¿Y así pretendéis formar una familia?- añadió Ale.
Los chicos nos miraron arrepentidos y nosotras contamos hasta tres para comenzar a reír.
-Sí que es fácil engañaros.- Dijo Clara.
Los chicos se miraron unos a otros y se hicieron los ''ofendidos'', nosotras decidimos dejar que se les pasara el pique solo.
-Mami.- Me llamó Sara, y yo acudí a su llamada.
-¿Qué pasa, cariño?
-¿Ando egan los itos?
-Ahora, en un momento.
-Ah...
-Anda, juega un poco con Javier.
-No.
-¿Y eso por qué?
-Es auido.
-¿Es aburrido?
-Si.
-Pues enséñale a ser divertido.
-Ale...
Llevé a Sara hasta donde estaba Javier, mirando hacia todo el mundo muy atentamente y la dejé ahí.
Después me moví hasta donde estaba Blas, le abracé por la espalda y le besé el cuello.
-Se que eres un buen padre y te quiero.- Murmuré.
-Yo también te quiero.
Blas colocó sus manos sobre las mías, las subió un poco hasta su cuello y se giró, después pegó su frente a la mía y sonrió.
-Si vais a fabricar un hermanito para Sara, esperad a llegar a casa...- Nos dijo Carlos, que oportunamente estaba abrazado a Clara.
-Podríamos decirte lo mismo, rubio.- Contestó Blas.
Ellos dos se soltaron y nosotros chocamos la mano, algo que hacíamos desde hacían algunos días, y que ya habíamos cogido la costumbre de hacer siempre que algo salía como queríamos o que coincidíamos en algo.
Me separé de Blas y me acerqué a Lau, que ahora descansaba en el sofá, al lado de los peques, por petición de Dani, estos chicos son demasiado sobreprotectores...
-Hey, ¿cómo andas?- pregunté sentándome a su lado.
-Cansada, muy cansada...- Dijo echándose hacia atrás.
-Es normal, piensa que la mitad de lo que respiras y comes se lo lleva el pequeño futbolista.
Lau se rió levemente.
-Mira, ahora está dando pataditas.- Cogió mi mano y la colocó sobre su barriga.
-Lau, tu hijo va a ser el mejor futbolista de la historia.- Le dije y ella se echó a reír.
-Es increíble, ¿verdad?- me dijo.- Estar embarazada, sentir al bebé dentro de ti...
-Es inexplicable.
Miramos a Raquel, mi hermana puede, que nunca pueda sentir esto, según los médicos no va a poder sentirlo jamás, pero siempre hay que tener esperanzas, ¿no?, porque, ¿qué sería la vida sin ella?
-¿Crees que realmente no podrá tener hijos nunca?- me pregunta Lau entre susurros.
-Espero que no, prefiero pensar que en cualquier momento se quedará embarazada y nos sorprenderá a todos.- Dije y Lau apoyó la cabeza en mi hombro.
-Has madurado mucho.
-Hemos madurado mucho.- La corrijo y ella sonríe.
-¿Quién nos iba a decir cuando nos conocimos que con veinte años tendríamos maridos?- Comentó divertida.
-Y no te olvides de los hijos.- Le recordé.
Las dos sonreímos y soltamos una pequeña carcajada.
-¿Recuerdas como nos conocimos?- preguntó Lau.
-¿Cómo olvidarlo?- Dije divertida.- ¿Recuerdas lo mal que nos llevábamos?
Lau soltó una carcajada.
-Hasta que nos vimos en problemas.- Dijo.
-Sí, entonces nos hicimos amigas.
Nadie sabía, aparte de nosotras, como nos conocimos Laura y yo, fue bastante divertido, éramos pequeñas y por algún motivo que ninguna sabe, nos odiábamos...
Me levanté una vez más y ayudé a Clara a trasladar cosas al salón, comida, claro, los chicos habían cocinado, y eso me aterraba, como mucho cocinar, lo que se dice cocinar, sabrán dos, o uno...
Oímos como la puerta se abría y nosotros prestábamos toda nuestra atención a nuestros amigos, que en cualquier momento entrarían por ella.
Ainhoa no nos esperaba y nosotros susurramos ''sorpresa'' cuando ella entró, lo que la hizo sonreír ampliamente.
Al ver a Pablo una vez más, puede verse que era idéntico a Álvaro, completamente.
Álvaro acompañó a su chica y a su peque a la habitación para que el bebé se durmiera, y después los papis bajaron al salón.
Comimos juntos entre risas y más risas, silenciosas claro, no queríamos molestar al bebé que dormía arriba.
-Vale, chicos, creo que deberíamos deciros que Ainhoa y yo hemos decidido mudarnos, ahora con el bebé y eso, creemos que es mejor para nosotros pasarnos a una de las casas de la urbanización en las que ahora están viviendo Clara, Carlos, Blas e Isa.
-Un brindis, por favor, por los inteligentes.- Dije y los que vivíamos en las afueras y los que íbamos a vivir ahí reímos y levantamos las copas.
Dimos un sorbo al vino, otros a su zumo de piña, o melocotón y reímos otra vez, siempre estábamos muy animados, y eso me encantaba de mis amigos, bueno, mejor dicho, de mi familia, siempre sabían como sacarme una sonrisa, hasta en los momentos más complicados, y eso no siempre era fácil.

Pasaron los días, Álvaro y Ainhoa ya estaban de mudanza, todos estábamos ayudando, como siempre que alguno se mudaba, se habían trasladado a la casa de enfrente, si nos asomábamos al balcón podríamos tener una conversación casi a murmullos, estábamos realmente cerca los unos de los otros.
Jesús y Ale estaban ayudando  menos que nadie, pero ayudando, estaban en esa etapa de la relación en la que es todo pasteleo y melosidades.
Comenzó a hacerse tarde, por lo que los chicos decidieron marcharse a casa, Carlos, Clara, Blas y yo pudimos quedarnos un poco más, pero con esto de que los niños se cansaban, no era fácil tampoco, aunque, claro que ayudamos un raro más.
Álvaro y Ainhoa y estaban viviendo aquí, solo les faltaban un par de cajas que estaban en el piso aún, se les olvidó empaquetarlas.
Álvaro y Blas decidieron ir juntos al centro, ya que Blas también tenía que pasarse por nuestro antiguo apartamento para solucionar un par de cosas con los inquilinos.
Carlos prefirió quedarse en casa con su mujer, era un pedazo de vago.
-Buenas noches chicas.- Nos dijo Clara y se llevó a su pequeño a casa.
Yo cogí a Sara en brazos para llevármela a casa y que descansase.
-Ainhoa si quieres nos podemos quedar hasta que lleguen los chicos.- Le dije.
-No, no hace falta, pero muchas gracias.
-Si necesitas cualquier cosa, no te lo pienses.
Sara y yo llegamos a casa y le di la cena mientras esperaba a que llegase Blas, se me hacía raro que no estuviera, aunque aún le quedaría un trozo de carretera para llegar.
Bañé a Sara y la acosté a dormir. 
Me dio tiempo a ducharme y a ponerme ropa cómoda, Blas aún no había aparecido, ya habían pasado más de tres horas desde que se fueron, sabía que no debía preocuparme, pero estaba inquieta.
Me senté en el sofá y Chiqui se subió y se tumbó a mi lado apoyando la cabeza sobre mis piernas, le acaricié a la vez que cambiaba de canal.
Miré el reloj del televisor, era tarde, eran más de las diez, les habrá pillado atasco...
Oí el llanto de mi hija y subí a consolarla, me levanté de golpe y subí las escaleras lo más deprisa que pude, entonces la cogí en brazos y la acuné, estaba llorando desconsoladamente.
Sara no dejaba de llorar, no tenía ni idea de que podía pasarle, estaba demasiado alterada, podía haber sido una pesadilla, así que opté por llevármela al salón conmigo a ver si así se calmaba un poco y dejaba de llorar.
Me senté con ella en el sofá y dejó de llorar, nos pusimos a ver una de sus películas preferidas, buscando a Nemo, y Chiqui se tumbó con nosotras.

Y recibí la llamada, a las once de la noche, eran las once justas, en punto, cogí el teléfono y me lo acerqué a la oreja, me sorprendió que me llamasen a mi teléfono móvil tan tarde... Pero estas cosas siempre sorprenden ¿no? 
Cogí la llamada y entonces una voz masculina, y seria habló.
-Hola, buenas noches, ¿hablo con Isabella Rodríguez? 
-Sí, soy yo- respondí, igualmente seria.
-La llamo para informarla del ingreso en el hospital de su marido.
Y el tiempo se detuvo, sentí como una parte de mí moría, mi corazón se aceleraba demasiado y no podía respirar.
-¿Qué?- solté, casi en un suspiro, casi en un sollozo.
-Su marido ha sido ingresado en la UCI hace menos de diez minutos.
Y después de informarme bien de a qué hospital debía ir, colgué y ahogué un grito, reprimí las lágrimas, no podía llorar ante mi hija, no podía asustarla, pero yo lo estaba, y mucho.
Este fue mi golpe, mi gran golpe, saber que el amor de mi vida estaba en la unidad de cuidados intensivos de un hospital... 
¿Qué si todo es color de rosas en la vida? No. Nunca hay que dejarse engañar por un par de sucesos afortunados que ocurran a lo largo de un corto periodo de tiempo, porque pronto tendrás que levantarte de la cama, tendrás que abrir los ojos y afrontar la verdad, y la verdad es la siguiente, lo bueno no es para siempre, porque para que seas feliz, primero debes sufrir y viceversa.
Yo siempre deseé no sufrir demasiado, pero eso aún está por ver, ¿no?


viernes, 10 de octubre de 2014

Capítulo 16: Pablo

*Ainhoa*
A un par de días de que se cumplieran mis nueve meses de embarazo, me encontraba medio tumbada en el sofá de casa leyendo un libro cuando el teléfono sonó, me levanté pesadamente, casi no podía conmigo misma, no es que tuviera una tripa exagerada, pero sí que era grande y ya pesaba el bebé dentro de mí.
-¿Diga?-descolgué con una mano puesta a la altura de mis riñones.
-Hola hermanita-la voz alegre de mi hermana me hizo sonreír-, ¿cómo estás?
-Hola, enana-me senté en el brazo del sofá-.La verdad es que muy pesada, tu sobrino ya pesa bastante.
-Eso quiere decir que es un niño grande-rió-.¿Aún no notas nada raro?
-No, estoy tranquila y él también-me acaricié la tripa.
-Bueno, pero puedes estar tranquila y dentro de un rato necesitar correr hacia el hospital-dijo.
-Ale, dime que Álvaro no te ha pegado su histeria-supliqué.
-Lo siento, pero lo he estado pensando y tiene razón, no debes quedarte sola estando a dos días de que se cumplan los nueve meses-explicó.
-Se cumplen los nueve meses, pero eso no significa nada, puede que el bebé nazca hoy, mañana, pasado o después, eso no lo sabemos y no podéis estar todo el día encima de mí, tenéis cosas que hacer-resoplé-.No tengo ganas de discutir, me cansa el doble.
-Bueno, entonces no te hago pelear-suspiró-.Si estás bien, me quedo un poco más tranquila, pero no mucho. Te dejo para que sigas descansando, luego hablamos.
-Un besito-me levanté despacio.
-Otro para ti-colgamos.
Al ir hacia el sofá, escuché la puerta, Álvaro acababa de llegar.
-Hola, amor-le sonreí.
-¿Qué haces de pie?-abrió los ojos más de la cuenta y soltó rápidamente todo lo que tenía en las manos.
-Ha llamado mi hermana y he respondido al teléfono-expliqué quitándole importancia.
-Vuelve a sentarte, por favor-pidió.
Rodé los ojos e hice lo que me pidió, Álvaro se sentó a mi lado y puse una mueca.
-¿Qué, qué pasa?-volvió a levantarse.
-Nada, el bebé se ha movido-le tendí mi mano y tiré de él para que volviera a sentarse a mi lado-.¿Qué tal el día? Ni siquiera me has dado un beso.
-Lo siento-me besó cortamente haciendo que le entrecerrara los ojos-.Cansado, ¿qué tal el tuyo?
-Aburrido, casi me he terminado el libro que empecé ayer-lo señalé en la mesa.
-Bueno, cuando nazca el bebé ya no tendrás tiempo de aburrirte-me dio un beso en la tripa y se levantó.
-Cielo, ayúdame a levantarme, por favor-le extendí mis brazos.
-¿Para qué?-me frunció el ceño.
-Siento un pinchazo y creo que es de estar tanto tiempo sentada-expliqué, aunque sabía que no solo era eso.
Me ayudó despacio y me levanté, pero no pude erguirme del todo cuando un dolor agudo me apretó.
-¿Ainhoa?
-Álvaro-susurré con los ojos apretados, dolía mucho-, creo-jadeé por el dolor-, creo que tu hijo ya quiere que deje de aburrirme.
-¿Cómo?-los ojos casi se le salieron de las órbitas.
-Ya viene el bebé.
Se puso pálido y abrió y cerró la boca un montón de veces antes de salir corriendo en dirección a nuestra habitación, salió con un bolso colgado del hombro, cogió las llaves de casa, del coche y su cartera y salió de casa, al poco rato volvió a subir y me ayudó a salir y bajamos en el ascensor, me montó en el coche despacio, me puso el cinturón como pudo y con cuidado de que no me apretara mucho, se subió él por su lado, se abrochó el cinturón y arrancó mientras marcaba un número y esperaba por el manos libres a que contestaran.
-Dime Álvaro-la voz de Blas inundó el coche.
-Blas, hospital, bebé-miré a Álvaro que seguía pálido a pesar de haber hecho todo correctamente y no haberse puesto histérico conmigo.
-¿Qué?-el pobre casi ni se enteró.
-Hola, Blas-acaricié la mano de mi chico y le hablé yo a su amigo-, vamos para el hospital, creo que estoy de parto.
-Aviso a Isa y salimos rápidamente-escuché como le gritaba algo a su mujer.
-Vale, pero avisa también a los demás, Álvaro no puede hablar casi.
-Sí, claro, ya salimos-colgamos.
Llegamos al hospital en cinco minutos más, yo rompí fuentes en el coche, así que Álvaro empalideció un poco más si eso era posible, sacó el bolso del maletero, me ayudó a salir con cuidado y entramos al hospital, dejó el coche casi de cualquier manera, así que una multa mínimo le iba a caer, pero creo que eso era lo que menos le importaba en aquel momento.
Me sentó en una silla que vio y habló con la recepcionista. Un nuevo pinchazo hizo que me encogiera sobre mí misma, aquello comenzaba a ser insoportable y pensé que no aguantaría mucho más.
-Álvaro-le llamé.
-Por favor, señora, llame a alguien rápido, mi mujer está de parto-estalló su autocontrol y comenzó a pegar voces a diestro y siniestro.
-Haberlo avisado antes-se levantó rápidamente y llamó a un enfermero de guardia que me sentó en una silla de ruedas.
-Es lo que he intentado, pero no me ha hecho ni caso-la fulminó con la mirada.
Volví a encogerme del dolor y Álvaro se puso a mi lado dando zancadas hasta que me metieron en una consulta de urgencias.
Tardaron media hora en meterme en la sala de partos, pero por fin, después de tres horas, mi hijo nació sano y con pulmones de acero.
Eran cerca de las siete cuando los chicos comenzaron a entrar y Álvaro se levantó del sillón en el que estaba sentado.
-Hola-susurraron todos.
-¡Tita!-gritó Sara.
-Sh, aquí no se puede gritar-la riñó su papi.
-¿Pimo?-ladeó la cabeza señalando mi barriga.
-Está en la cunita, ve a verlo-ella sonrió feliz y le ordenó a su padre que la acercara a ver a su primito.
-¿Cómo estás?-mi hermana me dio un beso en la frente.
-Feliz-le sonreí.
-Tu bebé es precioso-me devolvió el gesto.
-Lo sé-le di la mano a Álvaro y el me dio un leve apretón.
-¿Cómo le vas a poner al final?-Raquel me miró curiosa.
-Chicos tapaos los oídos-dije divertida.
-Pablo-respondió Álvaro por mí.
-Menudo calzonazos, al final se ha salido con la suya y le ha puesto el nombre del cantante-se burló Dani.
-Tú no te rías porque el nombre de tu hijo también puede venir por alguien-le fulminó con la mirada.
-Para que lo sepas, rubiales, Pablo se llama mi padre-todos soltaron una carcajada y Dani se quedó sin argumentos.
-Te la han dado untada, cielito-se burló Lau.
El rubio puso un puchero y se cruzó de brazos, pero luego comenzó a reír con nosotros.
-¿Tú cómo estás, Lau?-le preguntó Jesús.
-Bien-le sonrió.
-Mi hermana también estaba bien este mediodía cuando la he llamado y mírala-me fulminó con la mirada y yo le saqué la lengua.
-Aún estoy de ocho meses, ayer fui a la consulta del médico y me dijo que todo estaba bien-explicó-.Lo único más brusco que siento son las patadas que me da.
-Mi hijo será futbolista-dijo Dani con orgullo y el pecho inflado.
-Mientras no sea como tú nos vale-se burló Carlos.
Un carraspeo hizo que todos miráramos hacia la puerta y nos encontráramos con una enfermera con los brazos como jarras y expresión divertida.
-Sé que sois una familia numerosa, pero es la tercera vez en tres partos distintos que tengo que venir a llamaros la atención, por favor, guardad silencio e id saliendo porque se está acabando la hora de visita-nos avisó.
-Gracias-dijimos casi al unísono.
La enfermera asintió con una pequeña sonrisa y salió entornándonos la puerta.
-Es increíble que siempre sea la misma enfermera-rió Laura.
-¿Te imaginas que para el tuyo también tenga que venir?-rió Clara.
Todos comenzamos a reír y poco a poco fueron yéndose para que no tuvieran que volver a llamarnos la atención.
Álvaro se pasó toda la noche pendiente al bebé, si se movía, lloraba o simplemente se quejaba, sería un gran padre, estaba segura de ello.