*Ainhoa*
Aproveché que hacía buena mañana y
que Pablo estaba en el colegio para ir a comprar algunas cosas como excusa para
sacar a pasear a Jorge. Le preparé su bolso y lo dejé en el carrito mirándome
con los ojos muy abiertos, a pesar de ser tan pequeño era muy curioso y
despierto.
El supermercado estaba solo a dos
manzanas, por lo que me tomé el paseo de forma relajada y a Jorge le gustó,
porque reía todo el rato y yo me encargué de hacerle reír aun más.
Iba arrastrando una cesta con una
mano y con la otra guiando el carro de mi bebé cuando me crucé a quien menos
esperaba y deseaba ver en el mundo.
-Qué casualidad, querida
Ainhoa-sonrió de forma falsa-. ¿Cómo te trata la vida?
-Ignórame-intenté seguir adelante.
-Vaya, yo que quería presentarte a
mi hijo-hizo que me detuviera.
Me giré lentamente y la vi de pie,
con una mano en su cintura mostrando a un niño pequeño como si fuera su trofeo.
Lo que fuera que iba a decirle para que me dejara en paz se quedó atascado en
mi garganta, aquel niño se parecía demasiado a alguien que yo conocía muy bien,
el hijo de Silvia era idéntico a Álvaro.
La sonrisa de triunfo que tenía la
rubia pollo aquella acabó de nublarme el día tan perfecto con el que me había
levantado.
-¿No dices nada?
-Nunca me ha importado tu vida,
¿por qué debería hacerlo ahora?-traté de que no viera que me estaba hundiendo.
-Porque hasta tú te has dado cuenta
del parecido tan grande entre mi hijo y Álvaro-se acercó un paso-. Me quedé
embarazada en el tiempo que vosotros estuvisteis distanciados, ¿recuerdas?
-Eres una bruja-escupí.
-Vamos Ainhoa, sabes que es cierto,
mi hijo apenas va a cumplir sus tres años-volvió a sonreír y yo reprimí a duras
penas un escalofrío-. Eres muy lista y sé que ya has atado cabos en esa
cabecita tuya, no te hagas la tonta.
-Sé que estás haciendo todo esto
por molestarme, hasta ahora apareces para presentarnos a tu hijo como si fuera
tu trofeo y tengo que creerme todas tus mentiras y los cuentos que tu mente
enferma cree para sentirse mejor contigo misma-apreté el carro de Jorge-. No tienes
ni idea de lo que significa ser madre porque si lo supieras, no estarías aquí.
Ahora déjanos vivir en paz porque vas a acabar muy mal.
-¿Estás amenazándome, pequeña
Ainhoa?-tuve que volver a apretar mis manos para no borrarle la sonrisa de un
puñetazo.
-Estoy advirtiéndote, así que
olvídate de nosotros y déjanos en paz de una bendita vez-me di la vuelta y
acabé con las compras.
Al llegar a casa, dejé a Jorge
dormido en su cuna y organicé la compra en la despensa e hice de comer mientras
esperaba a que Álvaro llegara con Pablo.
-Ya estamos aquí-escuché la voz de
mi chico y el llanto del pequeño.
-¿Qué pasa?-salí de la cocina.
-Pablo y Rubén se han peleado esta
mañana por un juguete-me explicó mientras Pablo venía a que lo consolara-. Otro
niño aprovechó para quitarles el juguete y se unieron contra él, así que
acabaron castigados y no le ha gustado que yo le haya regañado.
-Pobrecito mi pequeño-lo alcé y le
di un beso-. No le puedes pegar a los otros niños, cariño.
-Eres una blandita-se burló.
Fui con Pablo hasta el baño y le
lavé las manos y la cara, le di un beso y dejé que fuera con Álvaro para poder
ir a darle de comer a Jorge. Ya me esperaba con los ojos abiertos y moviendo
las piernas.
-Estás creciendo muy rápido,
enano-le di un beso en la frente y me senté en la cama-. Despacio, cielo.
Me quedé mirando a Jorge pensando
en lo que me había dicho Silvia, la verdad es que incluso Pablo, pareciéndose a
Álvaro, era menos parecido a su padre que el hijo de la bruja aquella…
-Es un tragón-me sobresalté al oír
la voz de Álvaro desde el marco de la puerta.
-Comparándolo con Pablo, la verdad
es que sí-sonreí levemente.
Después de sacarle los gases,
Álvaro lo dejó en la cuna y se sentó frente a mí, parecía algo pensativo y me
daba la sensación de que había algo que quería decirme.
-¿Qué te
pasa?-fue directo.
-He tenido un
encontronazo con Silvia esta mañana y me ha presentado a su hijo que tiene la
edad de Pablo y...-puse una mueca antes de suspirar y soltarlo de un golpe-El
hijo de Silvia es idéntico a ti.
-¿Cómo que
idéntico a mí?-Frunció el ceño.
-No sabría
explicártelo, es solo que estoy confundida-suspiré.
-Es un
parecido nivel Pablo porque es mi hijo o...
-Más incluso
que Pablo, me atrevo a pensar-jugué con mis manos.
-No estarás
barajando la posibilidad de que sea hijo mío¿no?-Entrecerró los ojos.
-No lo sé, me
bloqueé cuando me lo mostró como si fuera un trofeo-me levanté.
-Ven aquí-me
sujetó por la cintura y me echó sobre la cama para después ponerse sobre mí-.
No he visto a ese niño, pero te juro que no llegué a mantener relaciones con
Silvia, es más, ella ya estaba embarazada de tres meses cuando se me ocurrió la
estúpida idea de ayudarla, siempre estuvo obsesionada con Blas, le dio por
atacarnos a nosotros cuando se dio cuenta de que dejé de ser su perrito faldero
y tampoco por aquella época estuvimos juntos-comenzó.
-Álvaro estás
siendo muy explícito, demasiado-arrugué la nariz-. Y comienzas a aplastarme,
gordo.
-¿Estás
insinuando que soy un tragón como Jorge?-Se hizo el ofendido.
-No lo insinúo,
lo afirmo-reí.
-Espero que estas bromas signifiquen que me crees-se puso serio.
-Claro que te creo, mi vida-pasé mis brazos alrededor de su cuello-. Ha
sido un momento tonto que me ha dado, perdóname.
-Solo tengo que perdonarte el que me hayas llamado gordo-puso un
puchero del que me aproveché para besarle-. He llegado a pensar que iba a tener
que usar el mismo truco que cuando estuvimos separados.
-¿Qué truco?-Fruncí el ceño.
-Espero que no te enfades con esto que voy a confesarte-se acomodó un
poco y terminó de aprisionarme contra la cama-. Digamos que el embarazo de Pablo
no fue tan accidente como pensabas.
-¿Cómo? ¿Tú sabías que estaba embarazada?-Me alteré- Porque parecías
muy sorprendido cuando te lo dije.
-Antes de que fueras a recoger todas tus cosas me di cuenta de que te
habías dejado las pastillas e imaginé que si estabas tan perdida y triste como
yo no te acordarías de comprar unas nuevas para seguir tomándotelas así que te
tendí una emboscada y me aproveché de ti-puso una mueca-. Cuando no me dijiste
nada las primeras semanas pensé que no había tenido suerte y por eso entré en
shock cuando me lo dijiste aquella noche en Málaga.
Me quedé sin nada que decir, ¿lo mataba o me lo comía a besos? Hasta
ganas de reír me dieron y no pude evitar aguantarme.
-Te estás riendo, eso significa que no estás enfadada-sonrió.
-Debería enfadarme, tomaste una decisión por los dos sin consultar…
Pero ¿cómo me enfado si me has dado a las dos personas que más amo en este
mundo?-Me desinflé, no podía enfadarme aunque quisiera y no era el caso.
-¿Y yo dónde quedo?-Protestó.
-A ti también te amo, en igual medida-sonreí.
Me devolvió la sonrisa y me besó, hasta que llegaron a interrumpirnos.
-¡Mami, mami!
-¿Qué pasa cielo?-Me volví a ver a Pablo que trepó hasta la cama para
mirarnos raro.
-Comida-se frotó el estómago con el ceño fruncido y yo solté una
carcajada.
Álvaro se levantó, me ayudó y después cogió al pequeño para pasarlo
boca a bajo por encima de su hombro, haciéndole reír y gritar. Comprobé que
Jorge no dormía y se agitaba, por lo que lo saqué y fui a la cocina con él
balbuceando y buscando a su hermano hasta que dio con él. Lo dejé en la trona y
comenzamos a comer todos juntos entre risas.
Había sido una tonta al dejar que Silvia me confundiera y estaba claro
que no volvería a dejar que nada empañase la felicidad de mi familia.