Ainhoa
No podía parar de dar vueltas en la habitación, Pablo
lloraba, pero yo era incapaz de hacer algo por mi bebé, era como si estuviese
en un universo paralelo.
Aquella llamada avisando de que Álvaro había tenido un
accidente junto a Blas había conseguido cegar mis sentidos.
-Ainhoa… -escuché la voz de mi hermana-. Hermanita, no
puedes evadirte de esta manera.
-El amor de mi vida está ingresado en la unidad de cuidados
intensivos, no puedo estar cuerda-le reproché.
-Pero tu hijo te necesita, él no entiende lo que
ocurre-contratacó-. Nena, debes hacerlo por él.
Suspiré y me acerqué al moisés donde estaba mi bebé llorando
mientras agitaba sus manos y sus piernas. Lo levanté y lo acurruqué contra mi
pecho.
-Lo siento mi vida-susurré llorando también-. ¿Tienes
hambre, pequeño?
Me senté en la cama de la habitación de huéspedes de la casa
de Laura y Dani y acomodé a Pablo para poder darle el pecho, pero…
-No puedo-levanté la mirada hacia mi hermana-. Álex, no
sale.
-¿Cómo que no sale?-Dio un paso hacia nosotros.
-No tengo leche, Alejandra-sollocé.
Mi pequeño comenzó a llorar de nuevo al no poder succionar
leche de mi pecho y yo lloré con él. ¿Qué me estaba pasando?
-Dame un segundo-salió corriendo por la puerta.
A los pocos segundos apareció con una embarazadísima Laura
con una mano en sus riñones, ambas me miraron preocupadas, pero Laura traía el
teléfono en la oreja.
-Vale, perfecto-asintió y escuchó lo que le dijeron-.
Gracias, cariño, avísame si sabes algo más.
-¿Qué te ha dicho?–Preguntó mi hermana.
-Podemos darle la misma leche en polvo que toma Javi, al ser
poco mayor que Pablo no pasa nada-respondió y vino a sentarse a mi lado-. ¿Por
qué no os acercáis a urgencias en un
momento?, yo puedo quedarme con los niños.
-Son tres y tú estás enorme-puse una mueca-. ¿Estás segura?
-No te preocupes, Sara y Javi están dormidos y estoy segura
de que Pablo también lo hará después de que le dé el biberón-me sonrió-. Puedo
hacerme cargo mientras estén dormidos, Sara despertará dentro de un par de horas
o algo más y entonces sí necesitaré ayuda.
-Gracias-susurré.
-No las des, ve a urgencias y quédate tranquila, nosotros
estaremos bien-me abrazó de medio lado.
Dejé a Pablo en el moisés haciendo pucheros y salí con mi
hermana de la habitación, nos montamos en su coche y pusimos rumbo al hospital.
Tardamos media hora en llegar y, tras aparcar, subimos para que me viera un
médico.
Tardé casi dos horas en ser atendida y no me dijeron nada
que no supiera, se me había cortado la leche por la traumática noticia del
accidente de Álvaro, eso me dejaba fuera de combate para poder alimentar a mi
bebé y no pude evitar volver a llorar al saber que era incapaz de cuidar de mi
propio hijo.
-¿Quieres que subamos a la UCI? –Preguntó mi hermana
despacio.
Asentí y fuimos hasta el ascensor. En la sala de esperas de
los familiares se encontraban Clara, Carlos, Isa, Raquel, David, Jesús y Dani,
que alzaron la mirada cuando nos oyeron llegar.
-¿Qué hacéis aquí?-Preguntó Jesús abrazando a mi hermana.
-Hemos estado en urgencias, Ainhoa…-mi hermana me miró de
reojo antes de seguir- Se le ha cortado la leche y hemos venido a que la viera
un médico, ha sido por la noticia tan fuerte y no puede amamantar a Pablo.
-¿Con quién se ha quedado Laura? –Preguntó Dani.
-Hemos aprovechado que Sara y Javier estaban dormidos para
salir, pero nosotras nos vamos a volver…
-Yo me quedo aquí-interrumpí a mi hermana y todos me
miraron-. No puedo darle de comer a Pablo y me niego a irme de aquí, necesito
estar cerca de Álvaro.
-Pero…
-Me da igual, no vais a hacerme cambiar de opinión por muy
egoísta que eso me haga-salí de la sala de espera y anduve pasillo arriba.
Solo me detuve cuando llegué frente a las puertas de la sala
de la UCI e intenté ver por la ventana algo.
-Señorita no puede estar aquí-me giré al escuchar la voz de
una de las enfermeras.
-Mi pareja está ahí dentro y quisiera verle…-murmuré.
-El horario de visita se rige a las ocho de la mañana, las
dos y las ocho de la tarde, lo siento-dijo-. Tendrá que esperar en la sala de
espera a que la llamemos.
Asentí y me aparté para que ella pudiera entrar. Volví hacia
la sala de espera, donde todos se callaron al verme entrar. Sabía que hablaban
de mí, pero me daba igual, dijeran lo que dijeran nadie sería capaz de moverme
de ahí.
Me senté junto a Isa y ella puso su cabeza sobre mi hombro,
yo puse la mía sobre la suya y le di mi mano, entrelazamos nuestros dedos y nos
dimos un apretón. Nos conocíamos hacía casi tres años ya y éramos muy amigas,
aunque nunca hubiésemos sido las más unidas, pero ese espantoso suceso nos
había unido muchísimo más, compartíamos el mismo dolor y la culpabilidad de
saber que habíamos dejado a nuestros hijos de lado.
Amaba a mi hijo, era el fruto del amor que Álvaro y yo nos
profesábamos, pero en ese momento no había nada más importante para mí que el
poder estar todo lo cerca de Álvaro que me permitieran.
A las ocho nos llamó un médico, quería hablar con nosotras
antes de dejarnos entrar y le seguimos, aunque un poco ansiosas. Nos sentamos
en una sala pequeña y prácticamente desnuda, de paredes blancas que solo
contaba con una mesa y tres sillas.
-Verán, la situación de sus maridos es seria-comenzó e Isa
volvió a darme la mano-. El coche dio varias vueltas de campana antes de
detenerse y quedó bastante destrozado, los cristales se rompieron y la
carrocería resistió por muy poco-entrelazó sus manos y suspiró antes de
seguir-. Hemos conseguido estabilizarlos, pero sus aspectos no son los mejores.
-¿Siguen inconscientes?-Se atrevió a preguntar Isa con voz
rasposa.
-Sí, además, los mantenemos sedados por los numerosos golpes-carraspeó-. Álvaro
recibió un golpe en la cabeza además de tener varias costillas rotas y Blas se
ha fracturado una de las piernas y el golpe que recibió en la cabeza no es nada
simple.
-Queremos verles-insistí.
-Deberían pensárselo muy bien, no están en las mejores
condiciones y las máquinas…
-¿Cree que me va a importar verle magullado o vendado y con
máquinas a su alrededor después de haber pasado las peores veintiuna horas de
mi vida?-Escupió Isa-. Uno de esos chicos que está ahí dentro es mi marido y el
padre de mi hija, no he luchado tanto para estar a su lado para que ahora un
médico se crea con el derecho de decirme que es conveniente que no le vea.
-Mi amiga tiene razón, no importa el aspecto que tengan,
queremos verles y eso haremos-decidí.
El médico asintió dejando asomar una pequeña sonrisa y se
levantó para acompañarnos hasta donde se encontraban. Los habían puesto en
cubículos contiguos y nos dejaron a solas con ellos para que tuviéramos algo de
privacidad.
No pude evitar llevarme una mano a la boca para acallar un
sollozo, ese que estaba postrado en la cama con varios cables enganchados por
su cuerpo no podía ser mi Álvaro.
Me acerqué a él de forma lenta y puse una de mis manos sobre
las suyas, sin apartar mis ojos de su cara, esperando una reacción, esperando
que despertara… Pero nada ocurrió. Lloré sin poderlo evitar y allí estuve hasta
que una enfermera vino a avisarme de que debía irme porque la hora de visita se
había acabado. La acompañé a regañadientes, no queriendo apartarme de él, pero
no había nada que pudiera hacer.
En cuanto Isa y yo cruzamos miradas, nos abrazamos y
rompimos a llorar. No podía creerme que aquello estuviese ocurriendo de verdad,
que el amor de mi vida estuviese postrado en una cama sin poder despertarse por
culpa de un desgraciado accidente.
Nos volvimos a sentar Isa y yo juntas, solo que esa vez fui
yo quien apoyó la cabeza en su hombro mientras ella mantenía su mano
entrelazada con la mía. Dani se nos acercó y se acuclilló frente a nosotras.
-Chicas, me voy a ir-comentó-. Necesito ver cómo está Laura,
mañana vuelvo para la hora de la visita
¿de acuerdo?
-Está bien-murmuró Isa con la voz ronca.
-Ellos necesitan que estéis fuertes, por vosotras, por ellos
y por vuestros hijos, debéis manteneros cuerdas y no sucumbir al dolor-apretó
nuestras manos.
-Es muy fácil decirlo…-desvié la mirada.
-No lo es, dos de mis hermanos están ahí dentro y me duele
casi tanto como a vosotras, me pongo en vuestra piel y, si fuera Laura, yo
estaría loco por el dolor, pero tenéis que pensar en Sara y Pablo, ellos están
bien con nosotros, pero necesitan que sus madres estén bien cuando puedan
volver con ellos-puso una mueca-. Id a comer algo, no os dejéis perder.
Nos dio un beso en la frente a cada una, se despidió del
resto y salió.
La noche pasó demasiado lenta y, a las ocho de la mañana,
volvimos a entrar a verlos, solo que pasamos un rato, ya que los chicos también
querían verlos. Raquel había amanecido un tanto descompuesta, pero era algo
obvio debido a que ni ella ni David, Clara o Carlos habían querido dejarnos y
se habían quedado con nosotras en las incómodas sillas de la sala de espera de
la UCI.
Todos estábamos muy callados y David decidió bajar a por
cafés para todos, me acerqué a Raquel cuando vi que se llevó una mano a la
cabeza.
-¿Estás bien?-puse mi mano sobre su brazo.
-Yo…
Se mareó y suerte que Carlos me ayudó a sostenerla. La
miramos extrañados y Clara fue a pedir ayuda a una enfermera.
-Ven conmigo-la amable enfermera la sujetó y la hizo caminar
con ella.
-Voy contigo-dijo Isa.
-Quédate aquí, por si sale el médico o algo, yo vuelvo
enseguida-nos dedicó media sonrisa.
Un rato después, volvió David y preguntó por su chica.
Estuvo bastante inquieto hasta que Raquel volvió, comentando que había sido una
simple bajada de tensión.
Al verlos tan juntos, al igual que Clara y Carlos, Dani se
mantenía a un lado llamando a Laura cada poco tiempo, tuve un breve episodio de
envidia y nostalgia, Isa y yo no podríamos volver a abrazar a nuestros chicos a
saber por cuánto tiempo.