domingo, 8 de junio de 2014

Capítulo 13. Amar más es imposible.

*Isa*
Los meses comenzaron a pasar, ya habían transcurrido dos meses desde el nacimiento de Javier, el pequeño era la causa de que a Carlos se le cayese la baba todo el tiempo, estaba loco con su bebé, Clara había vuelto casi del todo a ser la de siempre, pero era una madre increíble, los niños se le daban genial y la adoraban y eso se le notaba ahora, Javier cada vez se parecía más a su padre, era idéntico a Carlos, Clara y Carlos nos habían pedido que nosotros fuesemos sus padrinos, la idea me entusiasmó, en un mes sería el bautizo y una semana después Clara y Carlos al fin se casarían, Ainhoa estaba cada vez más cerca de tener a su pequeño, y nosotras intentábamos, por medio de ''mensajes subliminales'' que se llamase Pablo, Lau estaba como loca por verle la cara a su pequeño o pequeña, Dani no quería que nos dijese que iba a ser, él decía que sería una sorpresa para todos, aunque Laura estaba muy asustada, todos le decíamos que era improbable que ella sufriese la enfermedad de su madre, Dani estaba meloso, muy meloso, Raquel y David estaban algo desaparecidos, habían decidido hacer un pequeño viaje por España, comenzando por Cantabria y acabando por Canarias. En cuanto a Blas, Sara y a mi, llevábamos una feliz vida en familia, Blas y yo habíamos visitado más de seis casas diferentes en las afueras de Madrid junto a Carlos y Clara, Sara y Javier habían venido con nosotros a tres de ellas, eran pequeños y no convenía llevarles a grandes excursiones de las que salían agotados, hoy acudiríamos a un pequeño pueblo de las afueras a visitar un par de casas nuevamente construidas. Era una urbanización de casas nuevas, la verdad es que no era demasiado grande, eran varias casas nuevas que acababan de construir.
-¿Hoy vais a llevaros a Sara?- preguntó Clara por teléfono, el teléfono estaba puesto en manos libres mientras yo me movía por toda la casa.
-Sí.- Contesté mientras Sara volvía a arrojar su chupete al suelo.- Oh, otra vez no.
-¿Qué ha pasado?
-Sara está en plan rebelde hoy, no deja de tirar su chupete al suelo.
-Pues está como su primo.
Blas pasó a mi lado tranquilo como si la cosa no fuera con él y yo le detuve en seco.
-¡Eh!, haz el trabajo de padre y lava el chupete de tu hija anda, que estás tu muy relajad hoy.
Blas sonrió de lado y fue a lavar el chupete de la pequeña mientras Clara reía al otro lado de la línea telefónica. 
Nos pusimos de acuerdo para vernos en media hora en una de las gasolineras de las salidas de Madrid, pero algo me sorprendió antes de salir de casa. Dani. Se presentó en casa unos momentos antes de marcharnos, no iba con Lau, decía que quería venir con nosotros a ver las nuevas casas de esa urbanización, no quisimos oponernos, además de que si él iba Sara iría distraída jugando con él y seguramente Clara y Carlos le dejarían a Javier también.
Los cuatro nos montamos en nuestro coche, Blas conducía, yo iba de copiloto y Dani con Sara en los asientos de atrás. Dani siempre hacía reír a Sara, la princesa se pasó todo el viaje en coche muerta de risa y jugando al veo veo con Dani, hasta que acabamos los cuatro jugando.
-Eo eo.- Decía.
-¿Qué ves?
-Ua osita.
-¿Y qué cosita es?.
-Es de color erde.
-¿Un árbol?.- Preguntó Blas.
-¡Sí!- chilló la pequeña.- ¡Eien papi!, e oca.
Y así durante más de una hora. En realidad no se tardaba ni media hora en llegar a las casas pero nos perdimos varias veces, algunas por culpa de Clara y Carlos y otra por nuestra culpa.
Al llegar la agente de ventas quiso mostrarnos todas las casas en venta, que eran bastantes, las ya vendidas estaban habitadas por familias bastantes grandes.
Nos mostró varias, en una de ellas Dani se quedó embobado en casi todas las habitaciones, era una casa de dos plantas, con un enorme jardín trasero en el que se podría hacer una piscina y aún así quedaría espacio, un garaje y demás.
La siguiente casa que vimos fue la ideal para Clara y Carlos, era una enorme casa de dos pisos, con un pequeño ático, como todas, con los suelos de madera clara y grandes ventanas, jardín trasero y delantero, además de garaje, a Clara le enamoró la casa. La última casa que visitamos estaba entre la que vio Dani y la que le encantó a Clara, era una casa inmensa con jardín igual de grande que las otras dos y garaje. Al entrar los suelos eran de madera, el recibidor era amplio, más adelante había un baño, la cocina era luminosa, aunque estaba vacía, el salón era gigantesco al igual que el comedor, había un lugar como para un pequeño despacho, y una chimenea en medio del salón, al subir las escaleras había un inmenso pasillo, habían tres habitaciones y un baño, la agente inmobiliaria nos mencionó que había un tercer baño en la habitación más grande, pasamos a una de las habitaciones y Sara enloqueció, decía que era perfecta para ella y para sus cosas, comenzó a decir donde iría cada cosa. La siguiente la hizo chillar aún más y nosotros reíamos, la tercera era la que estaba conectada a ese precioso baño privado, era un baño gigantesco y por último el ático, las escaleras se abrían al tirar de una pequeña cuerdecita, era un ático descomunal.
-Chicos, esta es la nuestra.- Dije cuando la agente nos dejó un momento a solas a todos.
-Y la de al lado la nuestra.- Dijo Carlos mientras le hacía tonterías a su bebé.
-No podemos darle demasiadas vueltas, tenemos que firmar ya los papeles.- Dijo Blas.
-¿Estáis completamente seguros de ello?- preguntó Dani.
-Sí.- Dijimos los cuatro a la vez.
-Hemos mirado ya suficiente, y esta casa es la ideal para nuestra familia.- Dije.- Aunque hayan demasiadas habitaciones.
-Que se llenarán.- Dijo Blas.
-Ya hemos hablado de ello, y con Sara estamos bien.
-No, no lo hemos hablado.- Dijo Blas y los demás sonrieron aguantando las ganas de soltar algo.
-No hay nada de que hablar.
-¿E ais a alar mami?- preguntó Sara.
-Nada, princesa.- Dejé a mi pequeña en brazos de su padre y salí a la calle, apoyándome en una de las vallas que separaba las parcelas.
Cerré los ojos y aspiré el aire de campo, porque ahí es donde estábamos, en el campo, y me gustaba. 
Unas manos me abrazaron por la espalda y me besaron el cuello. Abrí los ojos despacio y puse mis manos sobre las suyas.
-Perdona, no debería haberme puesto así.- Dije.
-No, perdóname a mí, aveces me pongo demasiado pesado con el tema, pero, tener a Sara ha sido algo que me ha cambiado la vida, me gusta sentirme así, llegar a casa y encontraros a las dos, que me beses y que ella venga corriendo a abrazarme, que me diga papi te quiero,- dijo con imitando la voz de nuestra hija y yo solté una carcajada,- me encanta esta sensación y me gustaría poder sentirme así para siempre, pero ella crecerá, irá a la guardería, después al colegio, al instituto, se echará novio y ya no será te quiero papi, será, necesito dinero papá, o necesito el coche papá, ya no será nuestra princesa.
Comprendí lo que Blas sentía, no quería que Sara creciese, lo comprendía a la perfección, yo tampoco quería.
-Cariño, se lo que sientes, yo también temo a que pase tan deprisa todo, pero pasará, lo que no puedes hacer es intentar compensarlo teniendo más hijos, además te aseguro que nuestra hija jamás te dejará de decir te quiero papi, ella te adora y siempre lo hará.
-No intento compensarlo, yo no había pensado nunca en la idea de tener hijos, o de casarme, hasta que te conocí, entonces todo cambió, me enamoré y ya no era un yo, era un nosotros, entonces volvió a cambiar y en vez de dos nos convertimos en tres, y después volvió a cambiar y nos hicimos nuestra pequeña familia, y con nuestros amigos esa familia es inmensa y me gustaría en algún momento tener otro hijo, no ahora, pero quizá en algunos años.
Sonreí de lado y apoyé la cabeza en su pecho.
-Quien sabe que pasará dentro de algunos años.
Aunque no quisiera tener más hijos debía aceptar que mi marido si que quería, aunque por mi parte tardaría bastante, desde lo de Sara tenía bastante precaución.
-Oh, que monos son tus papis.- Dijo Carlos que llevaba a Sara en brazos.
Resultaba extraño verle sin Javier, en estos dos meses no se había separado de su lado. 
-¡Mami!, ¡Papi!- chilló la princesa al vernos, lo que nos hizo sonreír.
Blas cogió a nuestra pequeña en brazos y la acercó hacia donde yo estaba apoyada.
-¿Qué vais a hacer Clara y tu?- pregunté.
-Creo que es la casa ideal para formar una familia, además Clara se ha enamorado de la casa.- Dijo Carlos sonriendo.- ¿Y vosotros?.
-Pues...- Me giré hacia mi pequeña y mi marido.- ¿Te gusta esta casa princesa?
-¡Sí!- gritó.
-¿Y tú, qué dices cariño?- le pregunté a Blas.
-La casa es perfecta, además mientras sea con vosotras no me importa a donde vallamos.
Pasamos a la casa donde la agente inmobiliaria nos mostró el contrato, a cada uno el que le correspondía a la casa que le había gustado.
Dani pidió poder guardarlo para pensarlo bien antes de tomar una decisión, seguramente Lau no sabía nada de esto.
Comenzaron a pasar los días, firmamos el contrato y pagamos la casa, queríamos mudarnos lo antes posible, eso implicaba comprar muebles nuevos, vaciar casi del todo el apartamento de Madrid y ponerlo en alquiler, que era lo que habíamos decidido, al igual que habíamos decidido construir una piscina en la nueva casa, el proyecto ya estaba en marcha.
Carlos y Clara estaban como nosotros, se estaban mudando a toda prisa para poder acabar antes de casarse e irse de viaje de novios.
David y Raquel habían vuelto de su pequeño viaje y decidieron ayudarnos a los seis a mudarnos, al igual que Dani y Lau y Álvaro y Ainhoa.
-Vale ya esta todo.- Dijo Dani mientras aparecía por el pasillo del edificio con una enorme caja en brazos y la metía en el maletero del coche.
-Con esta ya no queda nada ¿no?- pregunté.
-No, nada que no queráis dejar a los inquilinos.- Dijo Laura mientras ayudaba a su marido.
Chiqui se asomó a la ventana del coche y pegó un enorme ladrido que nos hizo pegar un pequeño bote a todos.
-¡Iqui!, eres onto...- Dijo Sara mientras hundía la cabeza en mi cuello.
La pequeña no había dormido muy bien a causa de los nervios de mudarnos a la nueva casa, hacía un par de días la habíamos pintado y habíamos ayudado a pintar la de Carlos y Clara, en nuestro jardín habían unos constructores desde hacía días y ella los había estado viendo, además de que estaba ansiosa por llegar ya y comenzar a poner en orden todos sus muñecos, que aún estaban en cajas.
Blas y yo teníamos una pequeña entrevista esa misma semana con unos posibles inquilinos para el piso, una pareja de recién casados.
-¿Listas?- nos preguntó Blas mientras colocaba una de sus manos en mi cintura y la otra en mi hombro.
Sara y yo asentimos y nos montamos en el coche mientras nos poníamos de acuerdo con los demás para vernos en el nuevo barrio en unos minutos. 
Durante nuestro viaje, Sara intentó dormirse pero no podía, Chiqui no la dejaba y ella seguía  estando nerviosa.
Llegamos a nuestra nueva casa al mismo tiempo que el resto, pulsé el botón del garaje y este se abrió, había espacio para dos coches, lo que ahora podría resultar realmente útil. Bajamos del coche y atamos a Chiqui en el jardín trasero, cerca de los trabajadores, pero lo suficiente lejos para no molestarles.
Pasamos a la casa, estaba todo lleno de cajas de IKEA, y demás tiendas de muebles y de nuestras propias cosas, cada caja en su correspondiente habitación. El timbre sonó, eran los chicos.
-Un bonito barrio, me gusta.- Dijo David.
-Sí, y un buen lugar para formar una familia.- Dijo Álvaro mientras le pasaba el brazo por encima a Ainhoa.
-A este paso permaneceremos juntos para siempre.- Dijo Laura.
-Esa es la idea, juntos hasta el final.- Dijo Carlos.
-Me gusta como suena eso.- Dije.
Todos nos miramos sonrientes un momento hasta que decidimos ponernos manos a la obra, debíamos dividirnos en dos grupos para poder trabajar mejor, pero nadie quería separarse de nadie, nos costó lo suyo pero, Laura, Dani y David se quedaron con nosotros y Raquel, Álvaro y Ainhoa se fueron con Clara y Carlos a la casa de al lado, que era la suya.
Nos pusimos manos a la obra con el salón, mientras tanto Sara comenzó a dar cabezadas y su padre se la llevó a un pequeño portabebés que teníamos montado en una de las habitaciones vacías.
-¿Crees que a Raquel le gustaría venir aquí?- preguntó David mientras colocaba tazas a mi lado.
-Claro que sí, a mi hermana siempre le ha encantado la idea de vivir en una casa grande, no se que la llevó a mudarse a un apartamento.
David rió un momento, parecía nervioso.
-¿Estás bien?.
-Em... sí, es sólo que, verás, yo,- David se llevó las manos a la cabeza nervioso.
-Tranquilo, puedes contarme lo que sea.
-Aveces pienso que tu hermana no quiere tener hijos conmigo... Todos estáis formando vuestras familias, Laura y Dani se han casado y ella está embarazada, Carlos y Clara acaban de tener a Javier y en un par de semanas se casarán, Ainhoa y Álvaro van a tener un hijo en nada y tu y Blas tuvisteis a Sara y os casasteis, y ahora os mudáis y habláis todos de formar una gran familia y tener muchos hijos, y nosotros nunca hablamos de ello, cada vez que le digo algo a Raquel sobre el tema se escapa por la tangente, o me dice que ahora está ocupada con nuestra boda y que ya hablaremos, se que es pronto pero de vez en cuando me gustaría que fuese ella la que me dijese cuando tengamos hijos o algo así.
David se apoyó con las manos en el fregadero y cerró los ojos mientras respiraba fuertemente. Yo apoyé mi mano en su hombro y sonreí comprensiva.
-¿Sabes?, yo jamás he querido tener hijos, cuando era pequeña siempre todas las niñas jugaban a casarse y a las mamás y yo no, nunca he querido formar una familia, siempre que lo decía era irónico, y ahora mírame, tengo un marido al que amo, una hija a la que no cambiaría por nada, un perro pesado al que quiero mucho, una familia enorme a la que adoro y que jamás pensé que encontraría en Londres y una casa de dos plantas en la que, seguro, tendré más hijos, aunque no quiera.- David abrió los ojos y me miró tiernamente.- Y ¿sabes algo más?, Raquel siempre ha sido de las niñas que jugaban a casarse y a tener hijos, no te preocupes, todo llegará, si mi hermana no habla de tener hijos no es que no quiera tenerlos, es que aún no está preparada para hacerlo, pero te aseguro que lo estará en menos de lo que piensas y cuando los tengáis se volverá loca con ellos. Mi hermana te quiere más que a nadie, sólo hay que ver como te mira, no te preocupes por lo que hable o deje de hablar.
David me abrazó fuertemente.
-Gracias.
-No las des, para eso estamos ¿no?.
David me soltó y sonrió ahora ampliamente, se sentía bien después de un momento de debilidad.
Colocamos todo lo que había que colocar en la cocina y nos reunimos con los demás en el salón, ya habían acabado el comedor y medio salón, Dani, Lau y Blas habían subido a nuestra habitación y habían dicho que no me dejarían entrar hasta que acabasen, mientras tanto David y yo seguíamos colocando cosas en el salón y riéndonos de todo, una de las veces porque David resbaló con uno de los cojines del sofá.
Al cabo de unos minutos Laura bajó las escaleras.
-David, los chicos te piden que subas.
Laura y David se intercambiaron y mi mejor amiga continuó ayudándome a ordenar.
Hacía mucho que no estábamos las dos solas, siempre estaba Sara, o las chicas, o Dani, o Blas. 
-Ya hemos acabado por aquí.- Dije yo y pasamos al piso de arriba en dirección a la habitación de mi hija, la cual tenía las paredes pintadas de celeste, y el techo de azul oscuro, pero con un pequeño detalle que habíamos añadido, luces con forma de estrella, se encendían por un interruptor aparte, la princesa aún no lo había visto, sería una sorpresa para ella.
 
Comenzamos montando la cuna, era la misma que había en el piso de Madrid, ¿para que cambiarla?, no estaba rota y era una cuna preciosa. Mi amiga me miró un momento mientras colocábamos los peluches y las muñecas.
-¿Qué pasa?- pregunté mientras se me escapaba una pequeña sonrisa tonta.
-Has madurado mucho.- Dijo mientras se llevaba las manos a los ojos.
-Hemos madurado.- Dije mientras me acercaba a ella y la cogía de las manos, mi amiga comenzaba a tener los ojos llorosos.
-No, yo,- respiró profundamente,- yo sigo igual, todo parece crecer a mi alrededor y tu, madre mía, en nada de tiempo te he visto tener un bebé y ahora te estoy viendo colocar sus muñecas y se que eres una buena madre y me hace pensar en que puede que yo no sea o que ni siquiera... nada.- Mi amiga rompió a llorar y yo la abracé.
-No digas eso, no se si soy buena madre, Sara llegó muy de repente, pero estoy segura de que tú lo serás, siempre lo he sabido, tienes un corazón enorme, los niños te adora, todo el mundo te adora, eres adorable- Lau dejó escapar una pequeña carcajada- siempre cuidas de todos, te preocupas y nos quieres y te haces querer, Laura serás una madre estupenda, la mejor.
Laura lloró aún más y recordé lo que ahora le preocupaba.
-Y siempre estarás con el bebé, y con Dani y con todos, no va a pasarte nada, te lo prometo, no dejaré que nada te pase, no soy nada sin ti.
Laura apretó el abrazo y se calmó un poco.
Nos sentamos en el suelo un momento mientras ella dejaba de llorar.
Laura me dio la mano y sonrió.
-¿Vamos?- dije señalando con la cabeza lo que aún nos quedaba por ordenar.
Ella sonrió y nos levantamos para continuar ordenando todo.
Acabamos, había quedado de ensueño, era una habitación preciosa para mi princesa, entonces nos dirigimos a la otra habitación, en la que colocaríamos una cama, una mesita de noche y un armario para invitados cuando los chicos salieron de la habitación principal y cerraron tras ellos. Mi marido me dio un beso en los labios y después hizo como si no escondiese nada, aunque no quería que entrase aún.
-Lau, ¿estás bien?- preguntó David, mi amiga seguía teniendo los ojos algo rojos.
-Sí, sí, no es nada.
Dani acudió a abrazarla y darle consuelo mientras los demás volvíamos a ordenar. Entonces pensé en acostar a Sara en su cuna ahora, ya que estaba dormida y cuando despertase que viese las luces de estrella.
Blas y yo la llevamos a su nueva habitación y la dejamos despacio para no despertarla, le encendimos las estrellas y salimos cerrando la puerta tras de nosotros.
Bajamos al salón donde ya tan solo quedaban dos cosas, una de ellas estaba por llegar y la otra era el despacho, en el que colocamos un escritorio, un ordenador sobre este y varias estanterías con libros, además de un pequeño sofá.
En el salón había un enorme hueco para lo que aún quedaba por llegar, que yo no sabía lo que era, Blas no me lo quería decir.
Clara y Carlos nos mandaron un whatsApp para que fuésemos a su casa, la que ya estaba acabada, pero no podíamos ir sin Sara, la cual de golpe, como por arte de magia soltó un pequeño gritito de sorpresa.
-¡Mami!, ¡Papi!, ¡Guau! ¡E Ulo!
Blas y yo reímos y subimos deprisa con la pequeña princesa que estaba sentada en su cunita mirando al techo con los ojos brillantes.
-¿Te gusta, cariño?- le pregunté antes de cogerla en brazos.
-¡Sí!- chilló.
-Me alegro, pero ahora nos tenemos que ir a casa de tito Carlos y Tita Clara.
-¿Y imo Aier?- preguntó.
-Sí.
Apagamos las luces de estrella y bajamos las escaleras con Sara.
Nos dirigimos a casa de Carlos y Clara, tan sólo teníamos que caminar unos cinco pasos.
La puerta estaba abierta por lo que los seis pasamos dentro, donde los demás estaban sentados en el salón toando refrescos y café.
-¡Guau!.- Dije al entrar, había quedado magnífica.
Miré a mi alrededor, el recibidor era igual de amplio que el de nuestra nueva casa.
-Venid, vamos a mostraros nuestra casa.- Dijo Clara mientras le dejaba a Javier a Carlos.
Le había quedado preciosa, la casa era de ensueño.
El teléfono de Blas sonó y se apartó un poco de nosotros para poder responder a la llamada. 
-¿Es lo que yo creo?- preguntó Clara.
-Sí, llegará en un par de horas.- Contestó mi marido.
-¿Es que todos sabéis de que va esto menos yo?.
Los demás asintieron mientras reían.
Les mostraos nuestra casa a los que aún no la habían visto, a mi habitación no me dejaron entrar pero las chicas daban un pequeño gritito y los chicos reían, en la habitación de Sara las chicas se derretían, decían que era una habitación adorable.
Las horas pasaron en la nueva casa de Carlos, Clara y Javier, los demás se fueron marchando, debían volver a Madrid, habíamos cenado en casa de nuestros amigos, Blas se había ausentado durante media hora y ya había vuelto a por nosotras, nos llevó por el pasillo de nuestra nueva casa hasta la cocina, le preparamos el biberón a Sara y subimos a su habitación sin pasar por el salón, en la habitación de la princesa había una mecedora, me senté en ella con la pequeña en brazos y mi marido comenzó a cantar una nana.
Sara se quedó dormida después de acabarse el biberón. La acostamos en la cuna y le apagamos las luces. Cerramos la puerta tras de nosotros.
-Vale, prométeme que no abrirás los ojos.
-Lo prometo.- Dije.
Blas me cogió en brazos por las escaleras mientras yo tenía los ojos cerrados y me sentó en el sofá. 
Al cabo de unos segundos me agarró de la mano haciendo que me levantase, me llevó a una parte de nuestro salón y me sentó en una banqueta que no me sonaba de nada.
-Abre los ojos.
Abrí los ojos y me vi sentada ante un piano con varias velas sobre él, no habían más luces en la sala, mi marido me pasó una copa de vino tinto y comenzó a tocar el piano mientras cantaba para mi.
Le había visto tocar muy pocas veces, pero nunca en casa, era un piano de cola negro precioso y su voz combinada con la preciosa melodía que desprendía aquel piano sonaba tremendamente hermoso.
-Te amo.- Dijo al acabar y me besó.
-Yo también te amo.
Me besó dulcemente y durante largo rato hasta que decidimos subir a nuestra nueva habitación.
Me volvió a coger en brazos y me hizo sujetar las dos copas de vino y una botella de vino tinto. Blas abrió la puerta con dificultad y me soltó en la cama, después encendió, para mi sorpresa luces de estrella, por todo el techo. Había un pequeño tablón de corcho en la pared con muchísimas fotos de nosotros, de Sara, de los chicos, de Javier, encima de la cómoda había una rosa roja y otra blanca de plástico y una foto de nuestra boda, había otra hacía de un puzle con una foto de cuando éramos novios, y otra foto de Sara.
En la cama habían pétalos de rosas que la llenaban por completo y la habitación estaba decorada de negro, blanco y rojo, la había decorado preciosa incluso el vestidor.
-Es... precioso- me llevé las manos a la boca.
-Todo para la más preciosa.- Dijo abrazándome por la espalda.
-Te amo mucho.
-Yo si que te amo, y espero que tu siempre me ames tanto como yo te amo a ti.
Le besé sin dejar que dijese nada más, me alegraba de haberle conocido, siempre le amaría y cada vez más si era posible.
Poco a poco nos fuimos desnudando entre besos y risas hasta que volvimos a ser uno, no dejaría de amarle, eso estaba claro y no permitiría que nada malo nos ocurriese nunca, porque amar más es imposible.