lunes, 9 de julio de 2018

Capítulo 32: Tiempo justo.

*Clara*

Sentí una pequeña contracción, después de todo, era el esperado día en el que Blas y Dani tenían que presentarse a juicio y hablar en contra de las brujas.
Habían pasado meses desde que encontramos las pruebas en contra de esas arpías y las habíamos denunciado, uno a uno habíamos tenido que declarar en juicio, hasta ese día, el último.
-Venga chicos, dejad a mamá descansar.- Le dije a mis pequeños, porque venían mellizos, y por lo que había visto en Raquel y David, era agotador, y conociendo a Carlos, nuestros pequeños no serían menos que ese par de bichos.
Javier descansaba sobre el sofá junto a Sara, Isa había acudido al juzgado, junto a su marido y por ello, yo me había ofrecido a quedarme con su pequeña. Rubén se había quedado con Ainhoa, a petición de Raquel, la que decía que con sus dos pequeños terremotos tenía más que de sobra.
Carlos se sentó a mi lado, intentando hacer el mínimo ruido y me pasó un brazo por encima de los hombros.
-Deberíamos empezar a empaquetar cosas.- Me dijo Carlos.
-Aún no nos vamos.- Le respondí, y es que me daba pereza tener que ponerme a guardar cosas en cajas.- Aún nos quedan cuatro mes.
Carlos y yo nos mudaríamos a málaga, a una casa bastante grande, cerca de mis padres. Habíamos estado de visita hacían un par de meses, en ese tiempo buscamos una casa con todo lo que pudiésemos necesitar y pusimos en venta la nuestra, que para nuestra sorpresa, se vendió muy pronto, en unos meses debíamos marcharnos ya que los nuevos inquilinos entraban a vivir, y nosotros podríamos marcharnos a nuestra nueva casa. Era una casa de cuatro habitaciones, las que nos hacían falta, puesto que seríamos cinco en menos de un mes.
Javier se removió hasta dejar sus piernas sobre la princesa, que abrió los ojos molesta y puso un puchero al vernos, esperaría encontrar a sus padres.
Carlos le tendió los brazos, y la pequeña se colgó de él.
-¿Dónde está mamá?- Preguntó penosa.
-Ha tenido que ir con papá a un pequeño recado.
Sara pareció recordar el momento en el que sus padres la habían traído y se abrazó a Carlos.
Todos nuestros peques llevaban unas semanas bastante nerviosos, como si supieran lo que se avecinaba, parecía que sospechaban que nos mudaríamos pronto.
Blas e Isa habían encontrado una casa en Murcia, ella adoraba Andalucía, pero no podía pasarse la vida cerca de sus padres teniendo que soportar las constantes críticas.
Raquel y David se marcharían a Granada, también habían encontrado una casa que se adaptaba a sus necesidades.
Laura y Dani se marcharían a Granada, a la casa de la abuela de Laura, al menos mientras encontraran otra, pero la abuela de Laura les había ofrecido marcharse ella, decía que era una casa demasiado grande para una mujer.
Álvaro y Ainhoa se marcharían cerca de los padres de ella.
Todos nos separaríamos pronto, y la tensión se mascaba en el ambiente. Me dolía pensar en que ya no tendría a mis amigos cerca, a mi familia, porque en este tiempo se habían convertido en eso.
Sentí una patada más fuerte de lo normal, y pronto comprendí que era una contracción, volvía a sentir otra contracción que me hizo encogerme.
¿Acaso nacerían un mes antes de tiempo?, ya me habían alertado de que podría pasar, pero creí que no sucedería.
Carlos me miró preocupado, y yo intenté tranquilizarlo, pero mi marido y yo habíamos pasado por un parto antes, sabíamos lo que significaban contracturas seguidas.
Sentí las contracturas cada vez más cercanas unas de otras.
-Ve a por la bolsa.- Le dije, ya que teníamos una bolsa con ropa y otras cosas para mí en caso de ponerme de parto antes de tiempo, como estaba sucediendo.
-Llama a Raquel, a Ainhoa, a alguien, y que vengan a por los peques.- Me dijo desde el segundo piso.
Mi peque se despertó mientras Sara se sentaba a su lado y sonreía. Les encantaba estar juntos, separarlos iba a ser una de las tareas más complejas a las que nos habíamos enfrentado.
Llamé a Raquel, no por nada en particular, simplemente porque quería que se entrenara en lo que era tener a más de dos terremotos por la casa.
Cuando la avisé, después de encogerme por las contracturas, llamé a Isa, tenía que informarla de dónde se encontraría Sara.
-Mami, ¿qué te pasa?- Preguntó Javi con un hilo de voz, preocupado.
-Tus hermanitos quieren salir antes de tiempo.- Le dije.
Javier pegó la cabeza a mi barriga.
-Esperad, que a mamá le duele.- Les dijo.
Sonreí enternecida.
-No pasa nada, cariño, es normal.- Le dije y le acaricié la mejilla.
-¿Por qué te duele?- Preguntó Sara con curiosidad.
Me quedé pensativa, lo que pareció acabar con la paciencia de los dos.
-Porque quieren salir, y pegan pataditas para avisar.- Dije rápidamente.
Ninguno de los dos quedó conforme con mi explicación, pero cuando volví a encogerme de dolor, ambos me abrazaron sin perder un segundo.
Carlos bajó las escaleras con la bolsa, aproveché para ir a beber agua, en eso Raquel recogió a los dos peques.
-¡Ya vienen los bebés!- Medio chilló.
Raquel estaba prácticamente como yo, se había enterado tarde de su embarazo, ella debería salir de cuentas dos días después de mí, pero, como yo parecía estar adelantándome, a ella aún le faltaba un mes para verle la cara a su pequeño.
-Te va a encantar tener dos bebés de golpe, es lo mejor.- Me dijo divertida.
-Hablas como si quisieras deshacerte de una de ellas.- Le dije sonriendo, Raquel estaba agotada, sus dos fieras vinieron juntas.
-Por nada del mundo, pero de vez en cuando viene bien descansar.- Respondió.- Me agrada saber que no seré la única con dos terremotos sin remedio.
-Tres.- La corregí.
-Y por ello doy gracias, imagina cómo serían las cosas si fueran mellizos o gemelos también.- Me dijo y reí antes de sentir otra contractura.
-Bueno, me llevo a mis sobris, cuando nazca manda una foto.- Me dijo.
Me despedí de Javier, que parecía preocupado, Carlos también se despidió, pero él tranquilizó a nuestro peque, estaba tan nervioso que no podía.
Juntos nos montamos en el coche y llegamos rápidamente al hospital, donde me llevaron hasta una habitación, a esperar a que dilatara lo suficiente.
Carlos no dejaba de moverse por la habitación, sonreí divertida.
-No pasa nada, solo es un parto, cariño.- Le dije intentando sonar tranquila.
-Lo se.- Me respondió.- Pero no puedo creer que estemos de nuevo aquí, tan pronto...
Carlos me dio la mano y sonreí.
-Tan pronto como hemos venido nos iremos, ya verás como no habrán problemas.
Carlos pareció tranquilizarse.
Una media hora después, una matrona comprobó que había dilatado lo suficiente y me trasladaron al paritorio, donde me inyectaron la epidural, que dolió más que todo el parto, pues no sentí nada.
Carlos se asomó en varias ocasiones, al principio temeroso, después, ver un parto le debió parecer maravilloso, porque se le llenó la cara de alegría y color.
Al cabo de un buen rato, me colocaron a el niño en brazos, y a la niña se la dieron a Carlos.
-Enhorabuena, ¿cómo vais a llamarlos?
Miré a Carlos y sonreí, habíamos discutido bastante el tema, dijimos que cada uno escogería el nombre de uno de los bebés, y que sería según nos los pusieran en brazos.
-Ana.- Dijo Carlos.
-Victor.- Dije yo.
Mis dos pequeños eran los bebés más preciosos, al igual que lo fue Javier, que había visto jamás.



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