viernes, 15 de diciembre de 2017

Capítulo 24: La mayor felicidad en el mundo

*Álvaro*
Por fin me daban el alta, al fin conseguiría salir de ese dichoso hospital donde habíamos pasado más de un mes sin poder movernos. Ainhoa e Isa decían que éramos unos exagerados pero es que hasta algunas enfermeras se volvieron un tanto siesas con nosotros.
Dani fue el chófer encargado de llevarnos a casa y la verdad es que, a pesar de que el rubio conducía bastante bien y de forma tranquila, me sentí un poco ansioso hasta el momento en el que me pude bajar y noté que a Blas le ocurrió lo mismo, era más que probable que tardáramos en poder volver a subir a un coche sin recordar aquel fatídico accidente.
Al entrar a casa me encontré con Jesús y Alejandra sentados en el sofá, nos sonrieron al vernos entrar y se levantaron para saludarnos, después se despidieron y salieron dejándonos solos.
-Voy a entrar a la ducha-le di un beso.
-¿No quieres ver antes al pequeño?-me sonrió.
-Prefiero la ducha primero, porque en cuanto le tenga en brazos no pienso soltarlo-la abracé-. Os he echado mucho de menos.
-Y nosotros a ti, mi vida-me besó-. Ve a la ducha, yo voy a darle de comer a Pablo y a prepararlo para que pase toda la tarde con su papi.
-Eres la mejor-después de un beso más entré a la ducha.
Al terminar de secarme, me giré en el espejo y vi el gran moratón que aún permanecía cruzándome todo el costado derecho, suspiré y puse una mueca mientras intentaba erguirme por completo, los médicos habían dicho que las molestias me perseguirían durante un tiempo al tratar de enderezar la espalda por completo o al hacer movimientos bruscos, por eso debía tener cuidado y hacer estiramientos varias veces al día. Como esa mañana ya me había machacado bastante el fisio dejaría los ejercicios para el día siguiente, era momento de pasarlo con mi pequeño y mimarlo hasta que se cansara de mí.
Salí del baño con una sonrisa y fui en busca de Ainhoa, que se encontraba en la habitación con nuestro pequeño en brazos. Mi pecho se hinchó de orgullo, frente a mí se encontraba mi familia, mis dos amores.
-Hola papi-murmuró mi chica en voz queda.
-Sois mi vida entera-me acerqué a ellos y le acaricié la espalda a nuestro bebé-. Hey campeón, papá está de vuelta.
Ainhoa me lo extendió y acoplé a mi bebé contra mi cuerpo, dejando su cabecita en el hueco de mi cuello. Al principio se quejó un poco y se removió pero varios segundos después, suspiró y se quedó quieto.
-Acaba de reconocerte-me sonrió.
-Me siento eufórico, es como si se me fuera a salir el corazón del pecho-inspiré el dulce olor a bebé que desprendía mi hijo y sonreí emocionado-. Es lo más grande del mundo.
-Lo sé-me acarició la mejilla-. Voy a ir a la ducha.
Asentí antes de darle un beso y me encaminé hacia el salón para sentarme en el sofá con Pablo dormido sobre mí.
Al otro día, hicimos reunión en mi casa, aunque Dani y Laura no aparecieron, pero Raquel sí que traía a Rubén consigo.
-¿Cómo has conseguido robarle el bebé al gruñón de Dani?-Se burló Clara.
-Ha sido él mismo quien me lo ha regalado-se sentó despacio en el sofá mientras los demás la mirábamos sorprendidos-.Es broma, solo me lo ha prestado.
-¿Qué estarán haciendo esta vez?-Rió Isa.
-Quién sabe, Dani solo nos llamó y nos pidió que recogiéramos a Rubén antes de venir, que tenía que hacer algo importante y que luego vendrían ellos-David se encogió de hombros, sentándose junto a su chica.
-¿Cómo te encuentras, Blas?-Preguntó mi chica.
-Mucho mejor, gracias-le sonrió él-. No es lo mismo despertarte viendo a tus dos amores.
-Papi mío-Sara abrazó a su padre posesivamente.
-¿Qué le ocurre?-Preguntó Carlos.
-Digamos que está en esa etapa por la que todos los niños tienen que pasar cuando tienen hermanitos, solo que Sara está celosa de tener tantos primos de golpe-explicó Isa-. Vamos, que va a estar más caprichosa que nunca.
-Pobrecita mi sobri-Raquel llamó su atención-. Sara, cariño, tu tía Raquel te adora.
-Tita mía-se tiró hacia ella y la castaña tuvo que darle el bebé a David antes de que lo golpeara-. Mía.
-Claro que sí, princesa-le dio un beso en la mejilla.
-No puedes culparnos por haberla mimado de más mientras estabais en el hospital, queríamos evitar que lo pasara mal-dijo Clara.
-Por esta vez no voy a enfadarme con vosotros-sonrió-. Pero no os vayáis a enfadaros vosotros si me da por malcriar a los vuestros.
-Y así es mi hermanita-se burló Raquel-. Sara, mami está loca, ¿verdad?
-Sí.
Y todos reímos ante la afirmación tan rotunda de la pequeña.

*Carlos*
-Espero que no haya ninguna stripper.- Me dijo Clara mientras me observaba apoyada en el marco de la puerta.
Sonreí divertido, sabía de sobra que a Clara le importaba más bien poco si contratábamos a una stripper.
-Sabes que aunque la hubiese no podría dejar de pensar en ti.- Le dije antes de rodearla por la cintura y pegarla a mí.
Clara sonrió de lado y elevó una ceja.
-Sabes que si hubiera un stripper en la despedida de Raquel yo no pensaría en ti, ¿verdad?- me dijo y sonrió de forma pícara.
-Me ofendes.- Le dice antes de separarme de ella y hacerme el ofendido.- Yo siempre te tengo en cuenta en cada uno de mis pensamientos...
-Ya, claro.- Me dijo ella divertida.- Como el otro día en el súper.
-Eso no tiene nada que ver.
-¿Ah, no?- Clara hizo una pausa en la que yo busqué una excusa, que, está claro que no encontré.- ¿Entonces no eras tú el que se quedó embobado mirando a aquella dependienta con ese tremendo escote?
-Creo que te confundes... Yo miraba la placa con su nombre.
-¡Venga ya!, si hasta a mí me costaba apartar la mirada de esos enormes...
-¡Bueno pero no es lo mismo!, un hombre semidesnudo que bailará de forma sensual y provocadora frente a ti no es lo mismo que una dependienta guarrilla.
-Entonces, según tú, debo vendare los ojos, taparme los oídos y gritar la, la, la, la, hasta que acabe el número.- Preguntó en un tono divertido mientras volvía a cruzar los brazos.
-Sí, exacto, eso es justo lo que quería, gracias.- Respondí y Clara soltó una carcajada burlona, lo que me dio a entender que no haría nada de eso. Y es que tampoco pretendía que lo hiciese, y ella lo sabía.
-¡Mami!- llamó Javier a Clara, y antes de poder continuar con nuestra conversación, mi mujer salió disparada por el pasillo en busca de nuestro pequeño, que acababa de despertar de la siesta, aunque en realidad hacía horas que debería haberse despertado, cuando duerme tanto durante el día, por la noche tarda en conciliar el sueño.
Me miré una vez más en el espejo y acabé de retocarme el pelo.
Miré el reloj, debería haber recogido a los chicos, habíamos planeado una cena en toda regla para la despedida de soltero de David, iríamos a cenar carne de primera, para acabar en un espectáculo sorpresa que le teníamos preparado. Iba a ser bestial.
Entre Dani, Blas, Álvaro y yo tendríamos que "secuestrar" a David y llevarlo, hasta el restaurante, hasta ahí todo en orden, la diversión comenzará después.
Bajé las escaleras de casa a toda prisa encontrándome de frente con Clara y Javi, mi mujer estaba poniéndole una rebeca a nuestro pequeño, ya que habían quedado las chicas para una noche de mamis en la casa de Laura. Aunque por supuesto ellas, otro día en el que nosotros cuidaremos a los niños, irán a la despedida de soltera de Raquel.
-¡Papi!- Me llamó Javi a la par que me extendió sus bracitos para que lo cogiese en brazos.
Sin pensármelo dos veces lo cogí y sonreí antes de que Clara abriese la puerta y saliésemos rumbo a la casa de Álvaro y Ainhoa, los primeros a los que recogeríamos.
Ainhoa no tardó en abrirnos la puerta, con su pequeño Pablo en brazos, Álvaro tardó algo en asomarse por el pasillo.
-Lleva toda la tarde cambiándose de camisa.- Dijo Ainhoa divertida mientras acababa de coger una bolsa con las cosas de Pablo.
-Se quejan de nosotras, pero son mucho peores.- Le respondió Clara, a lo que la miré haciéndome el ofendido.
-¡Cómo te atreves!- Exclamé.
-Es la pura verdad, y más tú que eres como una diva, mi amor.- Me dijo Clara a lo que Ainhoa soltó una carcajada.
-Mira, esta perfección necesita su tiempo.- Le dije e hice un movimiento con la cabeza.
-Papi loco.- Dijo Javi.
-Sea lo que fuere la razón por la que Javi te haya llamado loco, estoy seguro de que tiene razón.- Dijo Álvaro apareciendo, de una vez por todas, al lado de Ainhoa con las llaves en la mano.
Los seis salimos a la calle y caminamos hasta la casa de Blas e Isa, los que estaban discutiendo acaloradamente, se les escuchaba desde la calle.
Clara, antes de darnos tiempo a alguno a decir nada, llamó a la puerta, a ella siempre le importó poco interrumpir, es una de las cosas que, aunque resulte extraño, me gustan de ella.
Es muy decidida, y si piensa algo lo dirá, y si quiere hacer algo lo hará importándole poco lo que los demás digan o piensen de ella.
Isa abrió la puerta, pero eso no hizo que dejase de discutir con su marido, ni siquiera nos miró al abrir la puerta, simplemente abrió y volvió dentro donde estaba recogiendo un par de cosas al mismo tiempo que discutía con Blas.
-¡Te lo dije cuando nos conocimos!
-Las personas cambian.
-¿Por qué no puedes conformarte con lo que tienes?- preguntó Isa irritada.
Sara se acercó a nosotros y tiró del pantalón de Clara, la que se agachó a cogerla en brazos.
-¿Qué les pasas?- le preguntó, aunque sabíamos de sobra que la respuesta de Sara no sería muy exacta.
La princesa se encogió de hombros, parecía confusa y asustada, y es que Blas e Isa apenas discutían, es más, habría jurado que no los había visto discutir nunca, hasta esa noche.
-¡Eres una caprichosa!- Le dijo Blas, lo cierto es que ninguno entendíamos por qué discutían, pero parecían llevar bastante rato haciéndolo.
-¿Yo?, ¿entonces eso en qué te convierte a ti?- Isa parecía a punto de ponerse a chillar.- ¡Mira todo lo que tienes!, ¿es que acaso te parece poco?, me estás pidiendo que ceda una vez más en algo que jamás quise, ya te he dado todo lo que he podido, he hecho lo que me has pedido siempre.
-¿Acaso yo no he cedido en nada por ti?, ¿acaso yo no te he dado nada?, todo lo que tengo es tuyo.- Blas hizo una pausa en la que ambos se miraron fijamente durante un momento, parecía que estaban a punto de dejar de discutir.- ¿Tanto te he pedido?
Isa frunció de nuevo el ceño, agarró una mochila que había sobre la mesa de café del comedor, caminó deprisa hacia la salida, donde estábamos nosotros, agarró una rebeca y cogió a Sara en brazos.
-Os veo en casa de Lau.- Nos dijo y salió con los ojos llorosos.
Blas se llevó las manos a las sienes y se las masajeó, parecía a punto de estallar y gritar, pero no lo hizo, solo se quedó ahí quieto.
-Vamos.- Nos dijo Blas antes de que ninguno pudiera soltar cualquier cosa que lo obligase a hablar sobre el tema.
Los siete fuimos hasta la casa de Dani y Lau, y Dani no tardó en salir, al hacerlo miró a Blas como un padre mira a su hijo cuando ha hecho algo malo, y este simplemente bajó la cabeza y frunció las cejas.
-Nos vemos luego.- Me dijo Clara y me dio un beso en los labios antes de entrar en la casa de Dani y Lau.- Te quiero.
Álvaro y Ainhoa se despidieron de una forma similar y entraron.
Dani agarró a Blas por los hombros y se quedaron un poco más atrás mientras caminábamos hasta la casa de Raquel y David.
Tratamos de no hacer caso de la conversación que estaban teniendo Dani y Blas, aunque he de admitir que me moría de ganas de enterarme.
Miré a Álvaro, el que se encogió de hombros, supongo que coincidiendo conmigo, ninguno de los dos teníamos ni la más remota idea sobre lo que les había podido pasar a Blas e Isa, pero parecía grave. Antes de olvidarnos por completo de lo que debíamos hacer, llamamos a un par de taxis, que nos aseguraron de que estarían en menos de diez minutos en la puerta de la casa de nuestro amigo.
Llegamos a la puerta de la casa de Raquel y David, no tardaron demasiado en abrir, fue Raquel, al vernos sonrió divertida, ya que ella estaba al tanto de casi todo lo que teníamos planeado.
-Está en nuestra habitación acabando de ponerse los zapatos.- Nos informó Raquel en voz baja.
Nosotros asentimos y entramos en su casa con todo el sigilo que pudimos, subimos las escaleras, y mientras Raquel grababa, los cuatro inmovilizamos a Dani y lo atamos y vendamos los ojos.
-¿Pero qué hacéis?- preguntó David alarmado.
-¿Creías que sería una despedida tranquila?- preguntó Dani con una media sonrisa divertida.
-Confiaba en que, después de haber tenido hijos, hubieseis madurado un poco.- Nos dijo tratando de sonar serio.
-Pues entonces no nos conoces en absoluto.- Le dije.
-Chicos los taxis están fuera.- Nos avisó Raquel.
Nosotros ayudamos a David a moverse por su casa, casi se cae en más ocasiones de las que habíamos imaginado.
-Tened cuidado.- Nos pidió Raquel antes de besar a David.
Nos montamos en los taxis, David con Álvaro y con Blas, y yo con Dani en otro.
-¿Has traído eso?- le pregunté a Dani refiriéndome a lo que teníamos planeado para después de la cena.
Dani me miró con una media sonrisa divertida y maléfica y asintió.
-¿Qué clase de despedida sería si no le hiciéramos quedar en ridículo por toda la Gran Vía?
Solté una carcajada, íbamos a pasar una velada espectacular que David jamás olvidaría.
Me apoyé sobre la puerta del taxi y miré por la ventana antes de suspirar.
-¿En qué piensas?- me preguntó Dani después de darme un par de segundos.
Giré la cabeza hacia él y sonreí.
-En la velocidad que ha cogido mi vida, bueno, supongo que tú también lo sentirás.- Dije y Dani dejó de sonreír por unos segundos.- Hace nada, estábamos en Londres, grabando, conocimos a un par de chicas... Y ya estamos casados la mitad y con hijos.- Hice una pausa en la que sentí una enorme nostalgia, pero no porque echase de menos estar soltero o no tener hijos, sino porque pronto todo lo que estábamos viviendo se pasaría.- Tengo miedo de lo deprisa que están sucediendo las cosas, cuando menos me lo espere Javi empezará en el colegio, y lo terminará, y estará en el instituto, y en la universidad...
-Claro que noto que el tiempo está pasando muy deprisa, y tengo miedo.- Me dijo interrumpiéndome.- Pero sé que venga lo que venga será bueno mientras tenga a mi pequeña, y siempre que Rubén esté bien, y siempre que vosotros permanezcáis a mi lado.- Dani suspiró un momento.- Sois mi familia, y sé que aunque hayamos pasado buenos momentos, habrán muchos mejores en el futuro y que si permanezco asustado tratando de retener el pasado jamás los viviré.
El taxi se detuvo sin darnos tiempo a continuar hablando, aunque sus palabras me ayudaron, y me hicieron ver lo mucho que Dani había madurado, aunque eso ya lo sabía, todos lo habíamos hecho.
Bajamos del taxi y desatamos a David, entramos al restaurante, donde nos sentaron en una mesa elegante, nos sirvieron vino y la cena.
Y hablamos de muchas cosas durante la noche, todos dijimos unas palabras conmovedoras a cerca de David, comentamos nuestros problemas, aunque para eso necesitamos un par de copas de más, o al menos Blas las necesitó, y al fin acabamos de cenar... David no olvidaría jamás el disfraz de conejo que le obligamos a ponerse.

*Dani*
Me desperté al oír a Rubén protestar, abrí un poco los ojos y vi a Laura levantarse muy despacio y sacar a nuestro pequeño de su cuna, luego salió de la habitación, entrecerrando la puerta. Seguramente no querría despertarme.
Me levanté con una sonrisa y me apoyé contra la pared, cerca de donde mi pequeña arrullaba al bebé.
-Eres un ángel travieso, que me enamoró con su carita linda, eres un dulce suceso que me convenció que existe un verdadero y gran amor-le cantó en murmullos-. Duerme pequeño, yo cuido tus sueños.
Al girarse se encontró conmigo sonriendo y se sonrojó levemente.
-¿Te hemos despertado?-se acercó a mí.
-Al no sentirte en la cama me he extrañado-le di un beso en la cabeza a nuestro pequeño-. Te he escuchado cantarle mi canción.
-Parece que es su nana favorita así que solo me encargo de cumplir los deseos de mi principito-me sonrió tímida.
Le di un beso en la frente y la acompañé hasta nuestra habitación, dejó al pequeño en su cuna y nos tumbamos en la cama.
-Mañana hay quedada en casa de Álvaro y Ainhoa-murmuró acomodándose sobre mi pecho, con su cabeza en el hueco de mi cuello-. Extrañaba poder acurrucarme así.
-He hablado con David y Raquel para que se lleven a Rubén a casa de Álvaro porque quiero enseñarte algo antes de ir con los chicos-le acaricié uno de los brazos.
-¿Qué es?-Alzó la cabeza para mirarme.
-La segunda mayor locura que he cometido en mi vida por amor-rocé su nariz con la mía.
-¿Me dirás qué es o me mantendrás en ascuas como cuando me pediste que me casara contigo?-Me miró divertida.
-Hasta mañana no sabrás nada, así que tendrás que esperar pacientemente-le di un beso en los labios-. Te quiero, pequeña.
-Y yo a ti, petardo-me besó.
Nos quedamos dormidos en apenas unos minutos y por la mañana me desperté al oír ruido en el baño.
Por la tarde, Raquel y David pasaron a por Rubén y yo fui con Laura en nuestro coche hasta el mismo barrio en el que vivían los chicos, solo que paré unas casas antes de llegar a dónde vivía Álvaro con su chica y su hijos.
-Bueno, creo que sé más o menos cómo funciona tu mente y el que nos hayamos parado en una casa vacía en el mismo barrio de los chicos me da una idea de lo que has hecho, así que… ¡dímelo ya!-exigió rozando la histeria.
Reí y tiré de su mano hacia la puerta principal, saqué las llaves del bolsillo de mis vaqueros y se la di para que ella misma abriera la puerta de nuestro nuevo hogar.
-Aun no está decorado ni amueblado pero porque me hacía ilusión que lo hiciéramos juntos y quizás sea buena idea que llamemos a los chicos para que nos ayuden a pintar, tal y como hicimos con el apartamento de Isa y Blas-jugué con mis manos, un poco nervioso por su silencio-. Si algo no te gusta, podemos hacer reformas y si lo que no te gusta es la casa en general, tengo un acuerdo con la inmobiliaria y podemos buscar otra de este mismo barrio…
-Es… perfecta-murmuró contemplando a su alrededor-. No quiero cambiarle nada.
-Pero aún no la has visto completa y está el piso superior-contradije.
-La has elegido tú para nosotros, así que es perfecta-sostuvo mi mano con la suya-. Gracias por cumplir todos mis sueños, incluso los que aún no he soñado.
-Es mi deber como súper marido estar un paso por delante de los deseos de mi pequeña-la abracé.
-¿Súper marido?-Se carcajeó pasando sus brazos alrededor de mi cuello-. Te amo.
-Y yo te amo a ti-la besé.
Después de recorrer toda la casa y el jardín trasero decidimos ir con los chicos a recuperar a nuestro bebé y a darles la noticia a los chicos, aunque ellos ya sabían que había comprado la casa desde hacía semanas.
-Por favor, devuélveme a mi hijo-le pidió Laura a Isa por enésima vez.
-Me niego, déjame malcriar y achuchar a mi sobrino, acaban de dejármelo-puso un puchero.
Mi chica suspiró y se fue hacia Carlos para quitarle a Javier y alzarlo en volandas, haciendo que el pequeño riera y se agitara.
-¿Por qué me has quitado al mío?-Protestó el rubio.
-Porque Raquel me ha quitado a Pablo-señaló Ainhoa entre risas.
Javier acercó su cara a la de Laura cuando ella se hubo sentado en el sofá, mi pequeña rozó su nariz con la del rubio y volvió a gritar y a agitarse, a ese crío le encantaba el jaleo, igual que a su padre.
-Anina-la llamó Sara, yendo hacia ella con pequeños pasos desde Álvaro-. Besito.
Me pasó a Javier y lo sostuve en mi regazo. Sara me miró con el ceño fruncido, pero se le pasó un poco cuando Laura rozó su nariz con la de ella y luego la llenó de besos por toda la cara, haciendo que riera y se olvidara de sus celos por un ratito.
Unos días después, ya medio instalados en la casa nueva con los dormitorios de la anterior, estábamos esperando a los chicos para irme a celebrar la despedida de soltero de David cuando Isa llegó sólo con Sara y echa un manojo de nervios. Dejó a la pequeña sobre la alfombra y pasó sus manos por el pelo.
-¿Qué ha pasado?-Preguntó Laura con cautela.
-Otra vez volvemos a discutir por el bendito futuro-resopló-. ¿Por qué no puede entender que no quiero más hijos?
-Sí que lo entiende, solo que a él le gustaría tener más.
-Ya lo hablamos y creí que había quedado claro, no entiendo por qué no quiere entenderme-inspiró hondo para no alterarse delante de la niña.
-¿Quieres que hable con él?-Propuse.
-Gracias, pero no creo que lleguemos a un acuerdo que nos beneficie a los dos, al menos no en este aspecto-se encogió de hombros.
La abracé porque sabía que estaba lo suficientemente molesta aún como para tratar de hacerla ver que todo tenía arreglo. Correspondió mi gesto y creo que consiguió calmarse un poco.
Cuando llegaron los chicos, le di la mirada a Blas y nos quedamos algo más detrás de Álvaro y Carlos para poder hablar.
-Sé que no deberíamos llegar hasta estos límites pero no entiendo por qué se cierra tanto en el mismo tema siempre-abrió y cerró los puños varias veces para intentar relajarse.
-No sé a qué ha venido que hayáis acabado hablando de tener más hijos y tampoco voy a meterme, sois un matrimonio y quiero creer que lo bastante maduros como para resolver vuestros problemas de la mejor manera, pero te voy a decir algo-le miré directamente para que viera que hablaba muy en serio-, no trates de presionarla en algo que sabes que es delicado para ella.
-Es que…
-No, Blas, párate a pensar un momento, quizás debas buscar el porqué de su no tan rotundo y darle el tiempo que necesita, o tal vez esperar a que ella misma sea  quien te diga que quiere más hijos-me detuve frente a él-. No se os va a pasar el arroz, aún sois muy jóvenes y el reto de practicar cómo tener bebés es muy divertido y si con un bebé es difícil poder practicar, imagínate con dos.
Puse cara de pervertido y él soltó una carcajada antes de darme un golpe en el hombro.
-Eres un imbécil.
-Pero este imbécil ha conseguido que te rías y que dejes de pensar que estás enfadado con tu mujer, seguro que esta noche la vas a echar tanto de menos que mañana cuando la veas lo único de lo que te vas a acordar es de lo muy enamorado que estás de ella-reí.
-Gracias-me sonrió a medias.
-Ahora a secuestrar al futuro marido-le guiñé un ojo.
Aquella noche quedará para el recuerdo toda la vida, casi me lo hago encima al ver a David correr detrás de nosotros por toda la Gran Vía vestido de conejo mientras le grabábamos y hacíamos fotos y la gente nos miraba bastante raro y otros tantos también hacían sus propios reportajes.
Aquello iban a ser unos muy divertidos temas de conversación para las próximas quedadas, sobre todo cuando nuestros hijos fueran lo suficientemente mayores como para poder reírse de él a gusto.

*Blas*
Pasaron los días, la boda de David y Raquel estaba a unas horas, solo me quedaba acabar de arreglarme yo y ayudar a Isa a retocar a Sara.
-¿Necesitas que te ayude?- le pregunté cuando la vi frustrada buscando el pasador que tenía pensado ponerle a nuestra hija.
-No.- Me respondió tajante.
No se cómo, pero acabamos discutiendo aún más que antes, es cierto que me pasé de la raya diciendo algunas cosas que no debería, pero ella tampoco se quedó corta, y eso me dolió, de cualquier otra persona no me habría importado que me llamasen egoísta engreído que solo piensa en sí mismo y algunas cosas más, pero de ella fue como una puñalada.
Isa llevaba sin dirigirme la palabra dos días, así que su "no" fue un progreso, esperaba que positivo.
Su voz hizo que me diera un vuelco el corazón, fue un rallo de esperanza en esta discusión que parecía que jamás iba a llegar a su fin. Tras la despedida de soltero de David llegué a casa deseando disculparme, pero Isa no puso de su parte, parecía que necesitaba tiempo, y se lo di, aunque no sirvió de mucho, al día siguiente discutimos por algo relacionado con sus padres, al parecer la habían llamado mientras estaba en casa de Laura, y eso la había puesto histérica. Más tarde volvimos a discutir por otra estupidez, y así hasta hoy. Todas las discusiones que nunca habíamos tenido se nos vinieron encima.
Suspiré frustrado mientras Isa salía del baño con el pasador para Sara.
Salí del baño a los pocos minutos, acabando de ponerme bien la corbata cuando Sara salió en brazos de Isa de su habitación, mi mujer me dio a Sara y entró en el baño sin mirarme, cuando normalmente me ayuda con el nudo de la corbata que detesto hacer.
-Papi, ¿or qué mami está enfadada?- me preguntó Sara con los ojos tristes.
-Ya te lo contaré cuando seas mayor.- Le dije, no me apetecía hablar de estos temas con mi princesa, además, ella no se habría enterado de nada.
-Vale.- Dijo después de soltar un exagerado suspiro.
Bajé las escaleras, después de asegurarme de que tenía todo lo que necesitaba en los bolsillos.
Isa bajó tras una media hora, dejándome con la boca abierta y sintiendo mariposas en el estómago, por un momento olvidé todas las peleas que habíamos tenido, por un momento la miré como el día que la conocí, como el día en el que nos besamos por primera vez, como el día que le dije que la quería, como el momento en el que ella me correspondió, sentí lo mimo que cuando la vi acercarse vestida de novia, y sentí lo mismo que siento cada día al verla al despertar a mi lado.
Mi mujer había escogido un vestido largo, de color azul, tenía toda la espalda al aire, y un escote en forma de corazón, el vestido era bastante elegante, aunque no tuviera demasiados adornos. Se había recogido el pelo, dejando esos mechones tan rebeldes que siempre ha tenido sin recoger, y se había maquillado ligeramente acorde con el vestido.
-Estás preciosa.- Le dije y ella se sonrojó después de sonreír levemente.
Llamaron a la puerta, era Ainhoa, ella llevaba un vestido largo, como Isa, y se había recogido el pelo, su vestido era de color morado, de tirantes.
-¿Nos vamos?, tu hermana está insoportable con los nervios.- Le dijo a Isa y ella sonrió y asintió.
Cogió a Sara en brazos, mirándome a los ojos, cosa que me dio aún más esperanzas de que todo se solucionaría de una vez.
Isa se marchó con Ainhoa y me dejó a solas con mis pensamientos, ¿por qué no le hice caso a Dani?, toda esta pesadilla se habría acabado mucho antes de la boda.
Salí de casa y me dirigí a la de Carlos, nos iríamos juntos a la iglesia, incluyendo a David.
-¡Por fin!- exclamó Álvaro al abrir la puerta.- Ya habíamos pensado que tendríamos que ir a buscarte.
-Voy a por el coche.- Dijo Carlos pasando a mi lado de forma apresurada, con las llaves del coche en la mano.
No tardó nada en parar el coche frente a la puerta, nosotros nos montamos con el nervioso David que no dejaba de juguetear con sus manos.
-Relájate.- Le dijo Álvaro girando la cabeza hacia David.- ¡Ni que fueras a hacer algo que no desearas!
-¿Es que ninguno estuvo nervioso en su boda?- preguntó David.
-Claro que sí.- Le respondí.- Pero cuando recuerdas con quién te vas a casar, lo mucho que la amas y todo lo que deseas que jamás se vaya de tu lado se pasa, sobre todo cuando la ves entrar y ponerse a tú lado antes de dar el sí quiero. Es una imagen que nunca se borra.- Dije casi en un murmullo mirándome los pies.
-Vaya, cualquiera diría que estás de morros con Isa.- Me dijo Carlos tratando de sonar divertido, pero solo hizo que se me formara un nudo en el estómago.
-Bueno, todos discutimos a veces, lo que importa es que tiene razón, cuando la veas caminar hacia ti todos los nervios se ahogarán.- Añadió Dani y se lo agradecí porque desvió la atención de la discusión entre mi esposa y yo.
Llegamos a la iglesia, donde los padres de David se reunieron con él y yo me quedé con los chicos, nos sentamos en los bancos y mis nervios fueron aumentando. Vi a mis suegros aparecer y dedicarme una mala mirada, como casi siempre que me ven, ellos opinaban que Isa y yo deberíamos haber seguido los pasos de Raquel y David, en su opinión, Isa y yo aún no deberíamos estar casados ni tampoco deberíamos haber tenido a Sara, eso fue justo lo que le dijo su madre a Isa cuando la llamó, y yo, en lugar de apoyarla y haberle dado consuelo continué la absurda discusión que nos está destrozando.
Suspiré de nuevo y alguien tiró de mis pantalones, me giré a mirar, ahí estaba mi princesa con su vestido celeste y su pasador a juego, tan preciosa y adorable como siempre.
Me agaché y la sujeté en brazos mientras buscaba con la mirada a Isa, ella estaba junto a Laura, ambas venían hacia nosotros, bajo la atenta mirada de sus padres.
Isa llegó hasta donde yo estaba y volvimos a quedarnos mirándonos fijamente.
-Isa, yo...- Pero antes de poder continuar, la boda comenzó.
Durante el convite nos divertimos hablando con los demás y viendo como David no atinaba para cortar la carne, estar bajo la atenta mirada de nuestros suegros es muy difícil, ellos dos siempre están deseando sacar algún fallo en los demás.
La hora del primer baile de los novios llegó, sonó la canción preferida de Raquel, o al menos eso nos había dicho él cuando la escogieron.
Todos aplaudimos cuando acabó, y comenzaron a salir a bailar.
Me quedé mirando a Isa durante demasiado tiempo, como me sucedía siempre que ella estaba tan cerca de mí, por suerte me devolvió la mirada y permanecimos en silencio durante un largo rato.
Carlos se acercó a nosotros, con Sara en brazos, al parecer la canguro no podía controlarla más y Carlos había ido a llevársela para bailar, pero ya se había agotado.
-Papi, baila conmigo.- Me pidió y accedí mientras Carlos sacaba a Isa a bailar.
Al siguiente baile, Carlos volvió con Clara y Dani bailó con Isa mientras yo bailaba con la princesa y Laura al mismo tiempo.
-¡Más!, ¡más!- gritaba Sara cuando la hacíamos girar.
Dani e Isa se acercaron a nosotros y nos cambiamos, Laura y Dani se llevaron a Sara y yo me quedé con Isa, bailando.
El corazón se me aceleró y sentía la piel de gallina.
-Isa, tengo algo que decirte...
-Yo también.- Dijo ella.
-¿Pero que clase de padres dejarían a su hija con otro matrimonio mientras ellos se divierten?- oímos a la madre de Isa, la que bajó las cejas y dibujó una fina línea en sus labios.
Suspiré, mi suegra era la única que podía hacer que a mi mujer le cambiase la cara en un segundo.
-Pues unos que no deberían haberse precipitado tanto.- Le respondía el padre de Isa, y vi como mi esposa cada vez estaba más deprimida, y eso no lo iba a tolerar, ya la había hecho sufrir bastante sin ayuda de nadie, no permitiría que ellos dos la hicieran sentir infeliz.
-Isa es una madre excelente, y no merece esto.- Les dije a mis suegros después de girarme hacia ellos, aun sujetando la mano de Isa.
-Tú sabes perfectamente que fue un error, que sois demasiado jóvenes para todo lo que habéis vivido, habéis perdido un tiempo maravilloso en el que podríais haber hecho miles de cosas mejores que criar a una niña, que por lo que veo, es una mimada insolente.- Me respondió mi suegra.
-Sara no es una insolente, es la niña más dulce del mundo, y si os hubierais parado a conocerla y a tratarla como a lo que es, vuestra nieta, sabríais de que hablo.- Hice una pausa en la que las parejas a nuestro alrededor se nos quedaron mirando con curiosidad.- Pero vosotros no sois capaces de verlo, os encerráis en que todo lo que nos sucedió a Isa y a mí estaba mal, pero no es así, no me importa haber tenido a Sara, no me importa haberme casado con Isa porque son las dos mejores cosas que me han pasado, estoy seguro de que mi vida sería aburrida y odiosa sin ellas dos. Y no se cómo podéis disfrutar tanto haciéndole la vida imposible a vuestra hija, por favor... Yo también soy padre y no podría ni por un segundo imaginarme haciéndole la vida imposible a mi hija.- Volví a hacer una pausa en la que traté de tranquilizarme.- No os comprendo, parecía que todo estaba bien, ¿a qué ha venido volver a martirizar a Isa?
Mis suegros me miraron como si todo lo que había dicho era horrible.
-No tienes ni idea de lo que es ver como tu hija tira su vida por la borda.- Dijo mi suegro.
-¿Realmente creéis que he tirado mi vida por la borda?, ¿que se supone que tendía que haber hecho?, ¿no tener a mi hija?, ¿dejar a Blas?, ¿volver a casa con vosotros para que pudierais martirizarme cada hora?
-Todo lo que has hecho desde que fuiste a Londres ha sido un error.- Dijo mi suegra mirando a Isa con los ojos entrecerrados.
-Esos errores me han hecho feliz, tengo un marido maravilloso y una hija inteligente, buena y preciosa.- Isa hizo una pausa.- Puede que no hiciera las cosas como vosotros queríais, pero me siento mil veces más afortunada habiendo cometido esos "errores" que si hubiera seguido esa horrible vida que queríais para mí.
Miré a Isa y sonreí.
-¡Pero te estás escuchando!- le gritó su madre.
-¡Mamá!- le replicó Raquel apareciendo de la mano de David entre la gente que nos rodeaba.- ¡Deja ya esta estúpida guerra contra Isa!, ¿de verdad te merece la pena?, lo único que haces es alejarnos de vosotros por medio de quejas e insultos, a este paso os quedaréis solos.
-Pero mi amor, tú lo estás haciendo como debe ser, ojalá hubieras sido mejor influencia para tu hermana.- Le dijo mi suegra, a lo que Raquel e Isa pusieron mala cara.
-Yo soy la que debería aprender de ella, ojalá fueras capaz de ver todo lo que ha madurado, ojalá olvidaras todo lo que detestas los pasos que ha dado y vieras que es una mujer envidiable, buena, amable, inteligente, preciosa.
Isa se sonrojó levente avergonzada por todos los cumplidos de Raquel.
-¿Cómo?, ¿es que crees que ha hecho bien?- le respondió su madre.
-Todos pensamos que son unos padres fantásticos, que ambos están hechos el uno para el otro, y que permanecerán toda la vida juntos.- Replicó David.
-¡Se acabó!, no pienso tolerar esto- chilló mi suegra.
Sara se acercó caminando hasta sus pies.
-¿Estás bien abuela?- le preguntó preocupada.
Mi suegra la miró con odio antes de mover la pierna bruscamente haciendo que Sara cayera al suelo.
Me agaché a por ella y la abracé mientras casi se echaba a llorar.
-¡Me marcho!, cuando os entre un poco de sentido común volveremos a hablar.- Les dijo a Isa y Raquel.
-Si tenemos que ser como tú, no esperes una llamada.- Le dijo Isa y vi como su mirada se ensombrecía.
Mis suegros se marcharon.
Isa se pegó a mí, pasé una mano por su cintura y nos abrazamos, con Sara entre ambos.
-Gracias.- Le dije a Raquel y David.
-Deberíamos haberles plantado cara hace mucho.- Me respondió Raquel haciendo un gesto con las manos para quitarle importancia.
-¿Sara te vienes con nosotros?- Le preguntó David, y la princesa accedió.
Me quedé abrazado a Isa, deseando que este momento nunca acabase.
-Gracias.- Me dijo casi en un susurro.
Isa me miró a los ojos y sonreí.
-Gracias por haberme defendido, y gracias por haber aguantado a mi lado a pesar de todo.- Me dijo.- Te amo.
Y olvidé todo lo que había sucedido últimamente. Acaricié sus mejillas un momento.
-Yo también te amo.- Le dije antes de besarla y volver a sentir todo lo que siempre me hacía sentir Isa.

*David*
Y el gran día llegó. Mi gran día. Raquel y yo nos casábamos en apenas unas horas y estaba que me salía del traje de nervios, no paraba de dar vueltas en el sitio, poniendo histéricos a los chicos y a mi madre que ya me había regañado una docena de veces.
De pronto, por el fondo del salón de ceremonias, apareció la razón de mi existencia, el amor de mi vida tan parecida a un ángel que su sola presencia eclipsó todo lo que había a mi alrededor. Ni siquiera escuché lo que me dijo mi temido suegro al darme la mano de mi chica, estaba tan cansado de cumplidos malintencionados que hacía oídos sordos cada vez que él o su mujer hablaban.
Además, los chicos tenían razón, con ella junto a mí, sosteniendo mi mano todo lo demás dejó de tener importancia. Incluso la ceremonia se me hizo más corta de lo normal y, cuando el juez de paz nos dio el permiso para besarnos, no perdí el tiempo y la besé, sellando el hecho de que ya no sería mi novia, sino mi mujer. Me sentía eufórico y eso que las sorpresas no habían ni comenzado.
Después de haber estado en el jardín haciéndonos fotos entramos al salón, recibidos por aplausos, vítores y el vídeo que me grabaron los asquerosos de mis amigos corriendo por la Gran Vía vestido de conejo, juré que les haría pagar por aquello.
Raquel se detuvo a reírse porque no pudo seguir andando del ataque que le dio. Cuando el vídeo acabó y mi esposa se recuperó, continuamos hasta nuestra mesa, donde mi madre aún se limpiaba las lágrimas de la risa, mi padre ocultaba la sonrisa con la mano y mis suegros tenían caras como de haber estado oliendo estiércol.
-Menuda gracia la de tus amigos-rezongó mi amada suegra.
-Mejor eso a que se hubiesen ido de putas-le susurró Raquel con una sonrisa.
Me ahogué con el vino y estuve a punto de escupírmelo encima. Tosí y me limpié con la servilleta antes de mirar a mi suegra que llamó mi atención.
-Espero que la eduques-me dijo.
-No creo que con la edad que tiene haga falta que se la eduque, además, a mí me gusta tal y como es, mi loquita-la besé.
Al acabar de cenar, nos levantamos y, cada uno por su lado, comenzamos a repartir los regalos a todos nuestros invitados. Llegué a la mesa de los chicos y sonreí al ver a las mamis con sus bebés en brazos y los chicos con las babas por el cuello. La pequeña Sara me alzó los brazos en cuanto me vio y quise complacerla por lo que la sostuve en brazos mientras ella me ayudaba a repartir los regalos, el de su papi se lo quiso quedar, así que finalmente dejé a Sara con su papá y me fui en busca de mi esposa, la hora del baile iba a llegar.
Bailamos Perfect de Ed Sheeran, Raquel adoraba esa canción y la verdad es que no supe decirle que no a nada de lo que me pedía, me estaba convirtiendo en un blandito y no me importaba nada.
-Baby, I’m dancing in the dark,
With you between my arms.
Barefoot on the grass,
Listening to our favorite song.
When I saw you in that dress,
Looking so beautiful,
I don’t deserve this, darling,
You look perfect tonight.
Vi que se le habían aguado los ojos  tras haberle cantado el estribillo de la canción al oído, pero no pude evitarlo, mi Raquel era preciosa todos los días y a cada hora, pero aquella noche estaba perfecta y brillaba con luz propia. Eso o yo estaba más enamorado de ella que nunca.
Gran fallo.
Después de que todos –o casi todos-, los invitados salieran a la pista a bailar, tuvimos que ir a intentar apaciguar las cosas entre mis suegros y mi cuñadita, ¿es que ni en el día de mi boda iban a poder callarse? Suerte que al final decidieron irse, porque no quería que el día más especial de mi vida se viese atormentado por dos personas que no podían ver que su hija menor a pesar de haber cometido errores, era feliz y tenía su familia que era lo más maravilloso que una persona pudiese imaginar. En poco tiempo había aprendido a querer a esa enana revoltosa que conocimos en el hotel de Londres y daba gracias por habernos enseñado a vivir la vida de otra forma, desde el punto de vista del amor.
Nos llevamos a Sara para dejar que Isa y Blas pudieran hablar tranquilamente y terminar de aclarar ese absurdo enfado que habían comenzado y estuvimos bailando con la pequeña un rato hasta que mi chica decidió que era hora de su sorpresa.
La miré con el ceño fruncido pero no me sirvió para que me dijera algo, así que me quedé con Sara en brazos a la espera. En cuanto tuvo el micrófono entre sus manos, comenzó a llamar la atención de todos y los chicos se me acercaron.
-¿Qué se le ha ocurrido esta vez?-Preguntó Isa recuperando a su hija.
-No tengo ni idea y eso es lo que más miedo me da-confesé.
-A mí lo que me daría miedo es que ni las chicas sepan de qué se trata-se burló Carlos.
-Y tienes razón-asentí.
-Atención por favor, sé que acabamos de pasar un rato malo por culpa de unas personas que han abandonado el edificio, ya podéis respirar tranquilos, no creo que vuelvan a molestar-tuvimos que reír, ella era así de ingeniosa-. Por supuesto, no vamos a dejar que eso opaque el hecho de que es el día de mi boda y que las sorpresas no se han acabado.
Me miró y nos sonreímos, empezaba a sentirme nervioso y comencé a juguetear con mis manos.
-Gracias a todos por haber venido, por compartir este momento tan especial con David y conmigo, a mis chicas por aguantar mis nervios y mis constantes lloriqueos, a mi hermanita por darme la lección más grande del mundo, hay que luchar por lo que uno quiere a pesar de las barreras que la vida nos ponga por delante. Te quiero.
Isa le lanzó un beso mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, sonreí de forma tierna, a pesar de la rivalidad que intentaban crear sus padres entre ellas, Raquel e Isa nunca se habían llegado a pelear o sentir resentimiento la una por la otra y eso era envidiable.
-Ahora mi sorpresa-volvió a mirar en mi dirección-. Hace unas semanas descubrí que en mi consulta de ginecología habían cambiado los resultados de las pruebas que me habían hecho en un acto de negligencia, así que volví a repetírmelas en otro sitio y…-inspiró hondo, dando algunos pasos hacia mí, sin terminar de acercarse- Resulta que no soy estéril y estoy embarazada de tres meses, gordito, vamos a ser papás de gemelos.
Dejó el micrófono sobre la mesa del DJ y me miró esperando mi reacción. Tragué saliva con dificultad y di pasos lentos hasta llegar frente a ella. Me temblaban las manos pero mi corazón estaba hinchado de amor.
-Al verte aparecer vestida de novia caminando hacia mí esta tarde pensé que no podía enamorarme más de lo que ya lo estaba de ti, pero con esta sorpresa acabas de hacer que te ame muchísimo más, mi vida, gracias por este regalo tan grande-la sostuve por la cintura en alto, ya sin el temblor en mis manos-. Te amo, te amo, te amo…
Y comencé a dar vueltas con ella mientras repetía innumerables veces cuánto la amaba y ella gritaba y reía de felicidad.
Mi gran fallo había sido pensar que solo puedes enamorarte una vez de la misma persona, la verdad es que cuando es la persona que has escogido con el corazón, te enamoras cada día un poco más de ella y sabía que Raquel iba a seguir enamorándome cada día más con sus ocurrentes locuras, con sus ganas de vivir y yo estaba dispuesto a corresponderla y enamorarla hasta el último de mis días.
Paré de dar vueltas y dejé sobre sus pies para darle el beso más dulce y apasionado que pude y los chicos volvieron a aplaudir y a vitorear, incluso a poner el vídeo en el que salgo vestido de conejo, pero me dio igual, nada podría haberme molestado aquel día. ¡Iba a ser papá!


jueves, 29 de junio de 2017

Capítulo 23: Mi pesadilla hecha realidad

*Laura*
Tras dos días en el hospital, por fin podía volver a casa con mi bebé. No podía quejarme, me habían mimado muchísimo entre los chicos, las chicas, mi padre y mis tíos que habían venido a verme, mi abuela que adoró a su bisnieto tras el primer vistazo y mi rubio. No me había dejado ni un solo segundo, siempre atento a nuestro hijo y a mí.
Al terminar de recoger todas las cosas de la habitación, me giré hacia Dani que miraba embobado a nuestro bebé.
-Y yo que pensaba que sólo era por Sara que te quedabas embelesado-reí.
-Sara me enamoró, además, la ayudamos a nacer, era obvio que me sentiría ligado a ella-le dio un beso a nuestro pequeño en su cabecita y se acercó a mí-. Pero tú acabas de enamorarme aún más. Es el mejor regalo que podrías haberme hecho, pequeña, te amo.
-El regalo es mutuo, solo conmigo él no habría podido crearse-le acaricié la espalda a Rubén-. Yo también te amo.
Me dio un beso en los labios, pero tuvimos que separarnos cuando el pequeño se quejó. Reí, a partir de ese momento tendríamos poco tiempo para mimarnos. Mi padre tocó en la puerta y le sonreí, Dani me pasó a nuestro bebé y entre él y mi padre cogieron los regalos y mis cosas y las de Rubén. Íbamos a subir al ascensor, pero me detuve de golpe y miré a Dani que me miraba curioso.
-No puedo salir de aquí sin pasar a ver a los chicos-murmuré.
-Sabía que lo dirías, por eso les avisé y están esperándonos-me sonrió.
Abrí los ojos mucho por la sorpresa y le di un beso antes de subir en el ascensor. Mi padre me miraba divertido, pero enseguida su mirada se enterneció cuando su nieto giró la cara hacia él. Apenas abría los ojos aún y estaba ansiosa por ver de qué color serían. Lo mecí un poco y bajamos en la planta de traumatología. Apenas había gente por los pasillos por lo que nos fue más fácil movernos hasta la habitación.
Dani tocó en la puerta y me la abrió para que entrara yo primero. Le sonreí y me asomé antes de entrar por completo.
-¿Se puede?
Los cuatro nos miraron sorprendidos, pero enseguida Isa vino a quitarme a Rubén de los brazos. Reí y dejé que lo achuchara, al fin y al cabo yo había hecho lo mismo con su hija.
-¿Qué haces aquí?-Preguntó Blas mientras le abrazaba.
-No podía irme sin venir a veros-le sonreí y me acerqué a Álvaro-. ¿Cómo seguís?
-Mucho mejor-me respondió el moreno-. Ya estoy deseando poder volver a casa, echo de menos a mi hijo.
-Y yo al terremoto que es la mía-rió Blas-. Además, las enfermeras ya no son tan simpáticas y esta cama no es nada cómoda.
-No para de quejarse en todo el día-se burló Isa-. Quejica.
-Calla y pásame a mi sobrino-estiró los brazos hacia ella, mi amiga le sacó la lengua y le dejó a mi bebé-. Me recuerda tanto a Sara cuando nació-sonrió y lo meció-. Clara tiene razón, es un angelito.
-Es perfecto, pero no podría haber sido de otro modo porque quien lo ha traído al mundo es mi pequeña-Dani me abrazó y me dio un beso en la cabeza.
-Desde que te has vuelto padre no paras de lanzar azúcar por la boca, tío, me estás asustando-rió Álvaro.
-No se puede ser dulce con vosotros-se hizo el ofendido.
-Ven y dame un besito, cari, que yo sí te dejo ser dulce conmigo-Blas le puso morritos y todos reímos.
Rubén se quejó y comenzó a llorar.
-Creo que se ha asustado-me acerqué para poder cogerlo-. Ya, cariño.
-Adiós a mi turno-Álvaro puso un puchero-. En cuanto esté en casa no pienso soltar a Pablo para nada.
-Nosotros tenemos que irnos ya-dijo Dani-. Mañana paso a veros, petardos.
Me despedí de los cuatro con besos en las mejillas y salimos al pasillo, donde mi padre nos esperaba. Volvimos a subir al ascensor y salimos del hospital. Me monté detrás después de poner a Rubén en la sillita para el coche y mi padre y Dani guardaban las cosas en el maletero.
El viaje hasta casa fue tranquilo, el bebé durmió durante todo el camino y, al llegar a casa, nos encontramos una sorpresa. Mis tíos, mi abuela y los padres y la hermana de Dani nos habían preparado una sorpresa.
Después de besos y abrazos, dejé a Noelia sentada en el sofá con Rubén en brazos y fui a la cocina a por un vaso de agua.
-Raquel dice que ellos vendrán mañana, que querían dejarnos privacidad con la familia-comentó Dani entrando detrás de mí-. Como si ellos no fueran parte de nuestra familia.
-Esta chica es idiota-negué con la cabeza-. Por fin en casa.
-Y con nuestro pequeño-me abrazó-. No me canso de agradecerte el regalo tan grande que me has dado, pequeña.
-Y yo vuelvo a repetirte que es parte tuya también-le señalé-. Estoy deseando ver de qué color son sus ojos, pero no quiere dejarse ver.
-Aún es pronto y quizá quiera esperar a estar con nosotros a solas-me dio un beso en la frente-. Me encanta que quieran estar con nosotros, pero creo que ya es hora de que nos dejen descansar.
-Un ratito más-le besé en la barbilla.
-¡Laura!
-¡Voy!
Le di un beso corto a Dani en los labios y fui hacia el salón, para ver qué quería Noelia.
-¿Qué pasa?-me acerqué a mi cuñada.
-Tu primo me ha robado al bebé-señaló a Jesús con el ceño fruncido.
No pude evitar reír, porque parecía una niña pequeña y mi primo aún peor ya que le sacó la lengua. Me giré hacia Jesús y crucé los brazos.
-Eres un maleducado, llegas tarde y encima ni saludas-lo acusé.
-He venido a ver a mi sobrino, a ti ya te tengo muy vista-se encogió de hombros.
-Eres idiota-rodé los ojos-. Hola, Alejandra.
-Tú bebé es precioso-me abrazó y yo reí abrazándola de vuelta.
-Gracias.
-Noe, nos vamos-me giré a ver a mi suegra-. Estáis agotados y querréis descansar.
-Un rato más no hace daño a nadie-le sonreí.
-Dani se está quedando dormido de pie-rió-. No te preocupes, antes de irnos a Alcalá pasaremos por aquí.
-Gracias por todo-la abracé.
-Gracias a ti por nuestro nieto-el padre de Dani me abrazó-. Y por cuidar de nuestro hijo.
Le sonreí sonrojada y me dejé abrazar por mi cuñada.
-Odio a tu primo-refunfuñó.
-Entonces puedes aliarte con Isa, ella tampoco le tiene mucho aprecio-bromeé.
-¿Me dejarías estar en la próxima quedada de chicas?-Abrió los ojos mucho.
-Noelia…-La riñó su madre.
-Puedes venir a pasar unos días mientras sigas de vacaciones-le sonreí.
-De eso nada-intervino Dani-, me niego rotundamente.
-Por fa, Dani, puedo ayudar a Lau con Rubén y de paso pasar un rato con las chicas y los bebés-puso pucheros-. Quiero conocer a Sara…
-Ya veremos-frunció el ceño.
-Yo lo convenzo-le guiñé un ojo y ella sonrió contenta.
Mis tíos también me abrazaron y se despidieron, mi abuela no quería irse, pero estaba agotada y necesitaba descansar, mi padre los acompañó, todos se quedaban en el mismo hotel y habían hecho muchas migas para alivio de Dani y mío.
Después de cerrar la puerta, me di cuenta de que mi primo seguía sentado en el sofá con mi hijo entre sus brazos y Alejandra a su lado haciéndole mimos.
-No va a haber manera en la que consigamos que nos dé a Rubén, ¿verdad?-Dani puso una mueca.
-Me temo que no-lo abracé-. Voy a la ducha antes de que pida su segunda toma, ¿te haces cargo tú?
-Claro-me sonrió y me besó en la frente-. Vamos a ver, parejita, si queréis achuchar a un bebé, ya es hora de que os pongáis a buscar los vuestros propios.
Negué con la cabeza, aguantando las risas y fui a darme una ducha de apenas cinco minutos, debía comenzar a aprender a ducharme rápido para atender a mi bebé.
Al salir, ya no se escuchaba nada, me asomé al salón cepillándome el pelo con los dedos y me lo encontré vacío, fui hasta mi habitación y allí encontré a Dani cambiando a Rubén.
-Al final te has salido con la tuya-me eché en el marco de la puerta.
-Qué va, se fueron avergonzados por el rumbo que tomó la conversación-rió-. Mi pequeño está listo para su toma.
-Ven con mami, cariño-Dani esperó a que me acomodara en la cama para darme al bebé-. ¿Qué rumbo tomó la conversación?
-Les dije que podían pedirnos consejo a Carlos, Álvaro o a mí si querían un niño o a Blas si preferían una niña, que nosotros encantados les damos los trucos-se burló-. Aunque creo que lo que peor puso a Jesús fue cuando le recordé que se desmayó en el hospital en cuanto supo que estabas lista para dar a luz.
-Ya no me acordaba-reí-. Debo recordárselo para reírme yo también de él.
Reímos y, después de darle su toma a mi bebé, nos acostamos. Caímos rendidos los dos, aunque nos despertamos a tiempo para las tomas del pequeño.
A la mañana siguiente, después de desayunar y de darle el primer baño a  Rubén, Dani se fue hacia el hospital para ver a los chicos, por lo que me quedé sola en casa. Estaba en la cocina cuando escuché a mi bebé llorar.
-Voy, cariño-empecé a hablarle para que escuchara mi voz y se tranquilizara.
Pero fui yo la que se tensó, me quedé estática en el quicio de la puerta viendo hacia el interior de mi habitación.
-Vaya, parece que te has quedado muda-se burló meciendo a mi hijo entre sus brazos.
-¿C-cómo has entrado?-Balbuceé dando un paso hacia dentro.
-No te acerques, puede que haga un mal movimiento y no queremos que tu hermoso bebé caiga al suelo ¿verdad?-Apreté la mandíbula y me quedé quieta muy a mi pesar-. Así me gusta. He entrado con la copia de la llave que aún guardo, Dani es tan despistado.
-Se la robaste-jadeé.
-Él me la dio cuando estuve aquí con él, se le olvidó pedírmela y yo no quise devolvérsela-sonrió de forma escalofriante-. Es tan bello su bebé que quisiera llevármelo.
-No.
-Eres tú la que no debiste quedarte embarazada nunca, la que debió quedarse en su estúpido pueblo y no salir nunca, Dani es mío-me señaló y temí por mi bebé-. Yo debí casarme con él.
-Diana, por favor, deja al bebé-supliqué.
-¿Tienes miedo de que le haga algo a tu pequeño engendro?-Rió-. Quizás se lo haga, es tan tierno que cualquier cosita le haría mal.
-Por favor…
-Adoro tanto tus súplicas para que no maltrate a tu bebé-bajó un poco a Rubén y yo di un paso estirando mis brazos-. Alto ahí, querida.
-¿Qué es lo que quieres?-Apreté los puños a mis costados.
Ella sonrió de lado y miró a mi pequeño, suspiré derrotada, si no le daba lo que quería, al final le haría daño a Rubén y eso era lo último que quería en el mundo.
-Está bien-llamé su atención-. Tú ganas.
-¿Tan fácil?-Me miró escéptica.
-¿No quieres a Dani?-Señalé.
-Pero él quiere a su bebé-meció a mi hijo.
-Pero el bebé es un estorbo para una pareja que va a comenzar, los novios que están empezando necesitan estar tranquilos y tener tiempo para ellos-hablé despacio, atrapando su atención.
-Sí, tienes razón-se acercó a mí y se inclinó, como si fuera a contarme un secreto-. Por eso ayudé a Silvia a provocar el accidente que tuvieron Álvaro y Blas.
Jadeé horrorizada y un nudo se instaló en mi garganta, acababa de confesarme que era cómplice del supuesto accidente de los chicos. Tragué saliva con dificultad y me enfoqué en Diana, no estaba bien, su mente estaba enferma y me daba miedo de verdad.
-¿Tú me vas a ayudar?-La miré fijamente por varios segundos y terminé asintiendo-. Entonces seremos amigas.
-Claro que sí, yo voy a ayudarte-abrí los ojos más de la cuenta cuando me extendió a Rubén, lo tomé rápidamente y lo apreté contra mi pecho, suspirando con alivio cuando Diana dio varios pasos hacia atrás.
Al escuchar la puerta, se irguió tensa y su mirada se volvió escalofriante. Apreté a mi bebé aún más y corrí llamando a Dani.
-¿Qué pasa?-Preguntó alcanzándome al final del pasillo.
-Es Diana, está en la habitación y tenía al bebé-sollocé.
Solo le hizo falta un gesto para que David y Carlos fueran con él, Raquel y Clara se quedaron conmigo, en la esquina contraria por si acaso. Después de gritos, ruidos fuertes y maldiciones de todas clases, Diana salió agarrada de los brazos por Dani y David.
-Dijiste que me ibas a ayudar-me acusó.
Me volví hacia Raquel y le pedí que sostuviera a Rubén antes de acercarme un poco a ella.
-Y te voy a ayudar-me miró esperanzada-. Pienso ayudar a que te encierren porque estás enferma, tú y Silvia vais a acabar muy mal por todo lo que habéis hecho.
-La policía viene en camino-avisó Carlos guardando su teléfono-. No van a tardar nada.
Y fue cierto, en menos de diez minutos, dos agentes llegaron y esposaron a Diana antes de que la metieran en el coche, uno se quedó haciendo guardia y el otro nos pidió que contáramos lo ocurrido. Por supuesto no me callé la confesión que me había hecho la bruja un rato antes.
Luego nos quedamos los seis bastante callados, cada uno asimilando a su manera lo que había ocurrido y yo deseé con todas mis fuerzas que Silvia no apareciera pronto, al menos no para hacernos más daño.

lunes, 12 de junio de 2017

Capítulo 22: No me mires así.

Clara
Habían transcurrido más de tres horas desde que Laura había tenido a Rubén, el pequeño angelito, porque era lo que parecía ese pequeño muñequito.
Carlos y yo habíamos vuelto a casa, con nuestro enano, que no dejaba de revolverse de un lado a otro en el trasportín en el que lo teníamos mientras hacíamos otras cosas.
Javi comenzó a llorar con fuerza mientras Carlos intentaba hacer de comer algo que no fuera pasta, y yo me duchaba. Desde la ducha pude oír a rubio salir corriendo de la cocina hacia el salón, y, al momento, comenzar a cantar una nana en un tono dulce y tranquilizador.
Carlos cantaba muy pocas veces de esa forma, solo cuando la melodía iba dirigida a nuestro pequeño, pero a pesar de lo poco que lo escuchaba cantar así, lo adoraba, me gustaba cada nota que daba, cada subida o bajada de voz.
Me vestí deprisa, sin hacer ruido para no dejar de oír la nana de Carlos.
Bajé las escaleras despacio, sin dar los zapatazos que suelo dar, mi marido siempre me dice que parezco un caballo, pero a pesar de ello, a nuestro hijo no le molesta, y creo que si dejara de hacer el ruido que hago se quejarían ambos.
Me senté en el último escalón y apoyé los codos en mis rodillas para poder sujetarme la cabeza con las manos mientras me embobaba con mi rubio.
Carlos mecía a Javier mientras cantaba una nana que, en muy escasas ocasiones entonaba, esta decía algo así como que le protegería siempre, a pesar de todo.
Mi marido colocó a nuestro pequeño, dormido, en el transportín, y se giró hacia mí, con una media sonrisa.
-¿Qué pasa?- me preguntó en voz baja.
Me encogí de hombros para posteriormente, levantarme a la par que me estiraba.
Carlos avanzó hacia mí y me rodeó la cintura con los brazos pegando su cuerpo al mío, haciendo que unas estúpida mariposas despertasen en mi estómago, que mi piel se pusiera de gallina y que, seguramente, mis pupilas se dilatasen, porque a pesar del tiempo que llevábamos juntos, incluso después de haber tenido un hijo, él continuaba provocando eso en mí.
Lo miré a los ojos más tierna que de costumbre, perdiéndome en ese color miel que tanto me gustaba.
-¿Por qué me miras así?- preguntó con la voz melosa, demasiado para como somos nosotros, pero en ese momento no me molestó, puede que lo que acabábamos de vivir me hiciera necesitar un poco de dulzura.
Me volví a encoger de hombros y Carlos sonrió de lado antes de besarme.
Un olor a quemado me alertó de que mi marido había olvidado que estaba cocinando.
-Cariño.- Dije sobre sus labios.- Creo que estabas preparando la comida, ¿no?, ¿o, tal vez habrá que pedir una pizza?
Carlos palideció, antes de salir corriendo hacia la cocina.
-¡Mierda!- gritó y pude oír como caían objetos al suelo, además de que salía humo negro de la cocina.
 Mi pobre Carlos, ¡qué desastre que era en la cocina!, menos mal que sabía hacer otras cosas en la vida, porque desde luego que si tuviera que trabajar en una cocina estaba en la calle en menos de una hora.
Me senté en el sofá y me estiré hasta la mesilla, abrí el primer cajón y saqué el número de la pizzería, después cogí el teléfono de la mesilla y marqué, por suerte o desgracia no era la primera vez que llamaba para que nos trajeran una pizza por un problema en la cocina, así que sabía perfectamente la pizza que debía pedir, bueno, yo, y la chica del otro lado de la línea, ya nos tendrían que haber hecho VIP's, después de haber llamado en tantas ocasiones...
Tras pedir la pizza, solté el teléfono y el número donde estaban en un principio y me asomé al trasportín de mi pequeño, que estaba profundamente dormido, con su chupete verde en la boca, a pesar de la insistencia de Carlos a que nuestro pequeño adquiriese predilección por el color amarillo, como él, Javi demostró casi en sus primeros días de vida, que adoraba el color verde. Nuestro enano siempre se iba con su tío o tía que iba vestido o vestida de ese color, cuando gateaba lo hacía hacia los objetos verdes, y a nuestro pobre pájaro, lo tenía amargado por ser de ese color, Carlos había construido una pajarera para el exterior y había comprado una pareja para el pájaro, así al menos no estaba solo, ahora el problema era el ruido.
Me levanté del sofá y caminé hacia la cocina, sin ganas, ya que sabía el desastre que me encontraría al traspasar la puerta. La última vez, Carlos había quemado los espaguetis, ¿cómo se pueden quemar los espaguetis?, y estaban todos esparcidos por el suelo, junto a la olla y la salsa de nata, que no era blanca, sino verde, a saber qué demonios le echó, aún estamos quitando las manchas.
-¿Qué tal vas?- pregunté asomándome.
Al otro lado de la puerta, encontré a un Carlos frustrado, con toda la ropa de color rojo, el horno abierto, y lo que creo que pretendía ser una lasaña o unos canelones, negros, ya en la bolsa de la basura.
-¿Cómo puedo ser tan malo cocinando?- exclamó exasperado.
-No se puede saber ni tener todo.- Le respondí elevando una ceja y acercándome, evitando pisar los restos de algo asqueroso y pringoso por el suelo... Seguramente pretenderá escaquearse de limpiar el desastre.
Me acerqué hasta él y le acaricié el hombro, antes de coger el mantel para la mesa, los vasos y un cuchillo.
Salí deprisa de la cocina, antes de que pudiera hablar, sabía perfectamente que intentaría que yo limpiase su desastre, y eso no iba a suceder. no esa vez.
Puse la mesa deprisa y mi marido salió con una mueca de desagrado, de la cocina.
-Voy a ducharme.- Masculló, posteriormente, subió las escaleras de mala uva y yo contuve la risa, Carlos era como un niño con una rabieta.
Llamaron a la puerta, acudí con el dinero, no sin antes comprobar que mi bebé continuaba dormido, y, como así era, abrí, entregué el dinero, me dieron la pizza, y la coloqué en la mesa.
Me senté a esperar a Carlos, mientras miraba el Whatsapp, los chicos estaban muy calladitos, ya era hora de que alguien los espabilase.
Clara: Holaaa!!
Raquel: Buenas!
Clara: Solo estamos conectadas nosotras?, que muermo de gente que no habla.¬¬
David: Bueno, ya somos 3!!!
Clara: Ya solo faltan 7 jaja
Raquel: Pues espera sentada, Lau no se va a conectar, está aún aquí con el bebé, Dani está con ella babeando, Álvaro, la última vez que lo vi, roncaba, Blas tres cuartos de lo mismo, mi hermana está en su casa, con Sara, descansando, así que ya tenemos a 3 roncando...
David: 4, Ainhoa se fue a descansar tmb.
Clara: Menuda panda de perezosos!!
Raquel: Y Carlos?
Clara: Duchándose, la ha liado otra vez en la cocina.
David: jajajajajajajaja quién es tonto lo será siempre.
Dani: Jajaja, ah por cierto, yo no babeo.
Isa: Y yo no ronco >.<
Clara: Eso se lo preguntaremos a Blas cuando deje de sobar, a ver si es verdad.
Raquel: jajajaja Cómo está Rubén??
Dani: Comiendo.
Raquel: Cuando acabe me avisas, que voy a subir a achucharlo un rato!
Dani: Laura y él necesitan descansar, otro día, adióss
Raquel: Si venga, capullo, yo voy a subir te guste o no, ese bebé va a saber quién es la mejor de todas sus titas, te guste o no ;P
David: Esa boca cariño jaja
Unas manos comenzaron a masajearme la espalda, haciéndome salir de la conversación de Whatsapp para volver a una realidad en la que estaba mi maravilloso marido conmigo.
-No se cómo me soportas.- Me dijo con un hilo de voz.
Agarré una de sus manos y la besé.
-Porque los dos somos igual de desastres, tal vez por eso nos llevamos tan bien.
Lo miré a los ojos y Carlos me besó.
-La pizza ya debe de estar fría.- Dijo.
-Yo me la voy a comer igual, tú haz lo que quieras.- Lo miré y sonreí de lado.
Carlos se sentó a mi lado y comimos entre bromas, risas y caricias.
Quitamos la mesa entre los dos y me senté junto a nuestro bebé, que continuaba profundamente dormido, pero, muy a su pesar, le tocaba comer.
Carlos preparó el potito de Javi, por suerte solo había que calentarlo, y yo, mientras tanto, desperté al pequeño.
Javi me miró con los ojos llorosos, antes de recordar que, efectivamente, era la hora de comer, entonces se puso de los nervios, se sujetó a mí con fuerza y casi se puso de pie.
-Hambre, mami.- Me dijo con esa vocecita tan tierna que me derretía.
-Papá está preparando la comida.
En eso, Carlos trajo un plato, un babero y una cuchara para que comiese.
Coloque a Javi en la silla para bebés y le dimos de comer entre los dos, mientras nuestro hijo se distraía con la tele.
-Podríamos ir a dar una vuelta por el barrio, hay un parque cerca, y una cafetería.- Sugirió Carlos cuando habíamos recogido todo.
-Me parece bien, casi nunca vamos los tres solos a ningún sitio.
Preparamos en carrito de Javo, con la mochila llena de pañanes limpios, toallitas, agua, comida, y cosas múltiples que llevamos los padres, como un chupete, algún juguete del niño por si acaso se aburre...
No tardamos demasiado en llegar a la cafetería a la que se refería Carlos, junto a un parque.
Lo primero que hicimos fue sacar a Javi del carro y, sujetándolo de las manos dejando que él andase solo, pasearlo por el parque, donde lo montamos en el tobogán, en los columpios... Además de hacerle un reportaje de fotos con nuestros móviles, todos los demás padres de por allí nos miraban divertidos, creo que se veía a la legua que éramos padres primerizos.
Una mujer joven, de unos cuantos años más que yo, cuyo pelo era negro, y sus ojos del mismo tono, y pequeños, se acercó, con un niño, de más o menos, la misma edad de Javi.
-Hola.- Saludó acompañado de una amable sonrisa.
-Hola.- Devolvimos el saludo nosotros.
-Sois nuevos por aquí, ¿me equivoco?
-Llevamos poco en el barrio.- Respondió Carlos por los dos.- Yo soy Carlos, ella es mi esposa, Clara, y nuestro hijo, Javier.
Javi saludó con la mano y después se medio escondió en mi pelo.
-Es un poco tímido.- Lo justifiqué, era la primera vez que Javi reaccionaba como lo acababa de hacer.
-Es normal, no nos conoce de nada.- Respondió la mujer simpática.- Yo soy Elsa, mi marido es aquél de allí.- Dijo señalando a la cafetería, había un hombre con una enorme barriga, sentado justo donde señalaba.- Damian, y este es nuestro peque, Héctor.
Héctor saludó como Javi, y se refugió en su madre.
-Me alegro de conocer, al fin, a una pareja joven.- Dijo.
-Bueno, nosotros no nos hemos mudado solos.- Carlos sonrió tras decir esas palabras.- Otras parejas de más o menos nuestra edad se han mudado también, con niños.
-¡Me alegro mucho!, no sabéis lo que es ser la única de por aquí con menos de treinta.
Solté una carcajada, sin querer, a lo que Elsa me miró interrogante.
-No te preocupes, que somos bastantes.- Respondió Carlos por los dos.
Elsa nos invitó a sentarnos con su marido y ella, y como Javi estaba algo exhausto, no nos opusimos.
Su marido era unos cuantos años mayor que ella, era un buen hombre, gracioso y trabajador, que había quedado viudo hacía unos seis años, con un hijo, de ahora esa edad.
-Ya nos veremos.- Dije antes de marcharnos, con nuestro pequeño dormido.
-Eso espero.- Dijo Damian.
Carlos y yo volvimos a casa, mientras yo bañaba a Javi, Carlos volvía a intentar cocinar, esta vez sin problemas, le dimos de comer a Javi, y después cenamos, un pollo un poco duro, pero comestible.
Carlos llevó a nuestro pequeño a su cuna, mientras yo acababa de recoger las cosas, entonces volví a oírle cantarle a Javi esa hermosa nana, en ese tono que tanto me gustaba.
Subí las escaleras y me asomé.
Vi a Carlos mecer a Javi y cantar, este era mi pequeño trocito de cielo. Cerré los ojos tratando de grabar esta escena en mi cabeza, para poder tenerla ahí siempre, para poder recurrir a ella siempre que lo necesitara. Sabía que en ella encontraría paz.
Carlos dejó de cantar y dejó a Javier en su cuna, me miró y ladeó la cabeza.
-No me mires así.- Me susurró.
-¿Por qué?- pregunté confusa.
-Porque si me miras así no podré evitar acercarme a ti, besarte, acariciar tu piel y amarte, porque cuando me miras así siento que no ha pasado el tiempo, que esta es la primera vez que te veo, porque nada ha cambiado, te quiero, te quise entonces y te amaré hasta el final, y esa mirada tuya me hace perderme en ella, y te digo todo esto, a pesar de que se que odias las cosas pastelosas.
Me acerqué a mi marido y le besé, para después, en nuestra habitación perdernos el uno en el otro.