sábado, 17 de febrero de 2018

27. Respuestas.

*Clara*
Abrí los ojos después de una noche complicada, Javier estaba resfriado, tras el cumpleaños de Sara cayó enfermo, nada del otro mundo, lo normal en un niño pequeño que está en la escuela, pero eso no significaba que no lo pasara mal, estuvo toda la noche tosiendo y con unas décimas de fiebre.
Lo que me llevaba al siguiente punto, el médico, una visita que me había dejado patidifusa.
Ahí estaba ella, con el cabello teñido de rubio pollo. Esa bruja que había ocasionado tantos problemas a mis amigos. Y no estaba sola.
Me refiero a Silvia, en el pediatra, lo que me desconcertó, puesto que ella jamás había hablado de tener hijos, y ahí estaba, sentada con un niño pequeño de cabello negro y ojos verdes, un niño de aparentemente tres años, más delgado de lo habitual, y más serio de lo que suele ser un niño de esa edad.
¿Podría ser que Álvaro tuviera un hijo secreto sin saberlo?, la situación complicaba en demasía las cosas, ¿cómo iba a hablarle a cualquiera de mis amigos de mis sospechas?, ¿y si no eran más que eso?, sospechas sin fundamento. Pero es que ese niño era idéntico a Álvaro, y si no estaba equivocada, las fechas coincidían con su ruptura.
Esa situación sumada a que me encontraba extraña por el embarazo que aún no había comunicado a mis amigos... Lo cierto es que lo averigüé la misma tarde que vi a Silvia, me hice un test de embarazo y descubrí que no estaba de una semana o dos... estaba de más de dos meses.
¿Si se lo había contado a Carlos?, no, aún no. No se bien a qué esperaba, supongo que estaba intentando asimilarlo yo antes de dar la noticia. ¿Cómo no me había percatado de que estaba embarazada?, eso explicaba mi humor.
Me llevé las manos a la cabeza y suspiré, ¿de verdad estaba preparada para aumentar la familia?, daba igual lo que quisiera, el bebé ya estaba en camino, tenía que aceptarlo.
Me incorporé y miré a Carlos, que continuaba durmiendo, después de una noche tan ajetreada, lo comprendía, ninguno había dormido bien.
Me eché de nuevo y giré hacia él, lo miré mientras sonreía sin pretenderlo. ¿Cómo reaccionaría él?, la primera vez casi se desmayó, aunque lo aceptó con alegría.
Le acaricié la mejilla y le besé la frente, quería que despertase, ya era la hora de que nos levantásemos para prepararnos.
-Buenos días, rubio.- Le dije con más dulzura de la que acostumbraba.
Carlos abrió los ojos y sonrió.
-Buenos días, morena.- Me respondió y me besó los labios.- ¿Ya es la hora?- preguntó.
Asentí, pero antes de que se levantase lo agarré del brazo, para impedírselo.
-Tengo algo que contarte.- Dije con un hilo de voz.
Carlos me miró preocupado, jamás me mostraba tan vulnerable o nerviosa como para que no me salieran las palabras.
Suspiré y me armé de valor, nos iba bien, yo trabajaba como modista en el centro, mientras Javier estaba en clase, había acabado la universidad con muy buenas notas, mi marido trabajaba duramente, y entre los dos traíamos un buen sueldo a casa, un bebé no nos haría bajar demasiado la calidad de vida, es cierto que tendría que pasarme algunos meses de baja, pero después volvería al trabajo, mi jefa era una mujer comprensiva y amable, además, algunas cosas podía confeccionarlas en casa, y los diseños más de lo mismo.
-Vamos a volver a ser padres.- Le dije muy deprisa, casi quedándome sin aliento.
Carlos abrió mucho los ojos, sorprendido, incrédulo.
Le acaricié la mejilla con delicadeza.
-Por favor, no te quedes así.- Le pedí con una media sonrisa.
-¿Así que eso era lo que te pasaba?- Dijo divertido mientras se le formaba una sonrisa.- Mira que eres tonta, ¿qué creías que iba a pasar?, ¿que me marcharía?, ¿que me desmayaría?, ¿que me iría a llorar a un rincón?
Lo miro entrecerrando los ojos antes de pegarle un cojinazo.
Carlos comenzó a reír y me empezó a hacer cosquillas.
-¡Basta!- exclamé entre risas.- ¡Para ya!
Pero mi marido no dejaba de hacerme cosquillas.
La voz de Javier nos hizo separarnos.
Javier se subió a la cama deprisa y me abrazó.
Le tomé la temperatura, parecía mucho mejor, ya era hora de que los medicamentos surtieran efecto.
Carlos lo elevó en el aire, cosa que provocó que nuestro pequeño riese como si no hubiera un mañana.
-Tenemos una sorpresa.- Le dijo Carlos acercándolo a él.
Javier nos miró con curiosidad e impaciencia.
-Vas a tener un hermanito.- Le dije y le acaricié la mejilla.
Javier miró hacia todas partes desconcertado, como si imaginase que un niño apareciese por la puerta diciendo que eran hermanos o algo así.
Sonreí y lo hice mirarme.
-Está aquí.- Le dije poniendo su pequeña manita sobre mi barriga.
Javier me miró con una media sonrisa, creyendo que lo estaba engañando.
-Dentro de unos meses nacerá, pero ahora está en la barriguita de mamá.- Le explicó Carlos.
Javier, al ver que íbamos en serio sonrío y pegó la cabeza a mi barriga.
-No se escucha nada.- Dijo decepcionado.
-Porque aún es muy pequeño.- Le dije.- Tiene que crecer un poco más para poder salir, además, será un bebé muy chiquitito, no podrás jugar con él hasta que no sea un poco más mayor.
Javier pareció decepcionado, por un momento.
-Tendrás que cuidar del bebé.- Le dijo Carlos.- ¿Nos ayudarás con el bebé?
Javier volvió a pegar la cabeza a mi barriga y sonrió.
-Lo voy a proteger.- Dijo y me besó la barriga.
Ese gesto me enterneció, teníamos al mejor niño del mundo, cualquier otro en su lugar habría sentido celos de una persona que fuera a robarle atención de sus padres o juguetes, pero ese no era el caso de Javi.

Llegué a la tienda con la hora justa, y es que había dejado a Javi en casa de Isa para que lo llevase ella a la escuela, y mi pequeño no quería separarse de mí, pero ya estaba mejor, y yo no podía permitirme faltar más al trabajo.
-Buenos días Anna.- La saludé con una sonrisa tras entrar en el estudio.
Mi jefa era una mujer de unos cuantos años más que yo, con eso quiero decir que tenía bastantes canas.
-Buenos días, Clara.- Me devolvió el saludo mientras levantó la cabeza levemente de un vestido que estaba acabando de confeccionar.- En una hora vendrá Helena a probarse su vestido.- Me informó con una sonrisa.
Asentí con la cabeza mientras iba dejando mi bolso sobre mi escritorio.
Me senté y saqué un vestido naranja, el que Helena vendría a probarse, y comencé a coser una de las mangas, era lo único que me quedaba antes de que la clienta llegase.
El tiempo transcurrió hasta que solo faltaban veinte minutos para que acabase mi turno, entonces la puerta del estudio se abrió, haciendo sonar una campana que teníamos colocada sobre la puerta y llamando mi atención.
Al verla se de sobra que fruncí el ceño, ¿qué hacía ella en el estudio en el que yo trabajaba?
-Buenas tardes.- Saludó cortesmente, como solía hacer para parecer una persona diferente a la que era en realidad.
Anna saludó y miró por encima de la máquina de coser.
-¿Te importaría atenderla tú?- me preguntó, y no pude negarme, aunque el solo hecho de estar en la misma habitación que ella me revolviese por dentro.
Me acerqué a Silvia, la que me miró con una media sonrisa que yo sabía de sobra que no era amable.
-¿En qué puedo ayudarte?- pregunté poniendo mi mejor cara, lo que me costó más de lo que pensaba.
-Me gustaría un vestido que marcara mi figura, ya que, como habrás visto, a pesar de haber tenido un hijo es perfecta.
Sonreí sintiendo un sabor a bilis en la boca.
Le seguí el juego a Silvia siendo lo más formal y cortés que pude, lo que llamó la atención de Anna, y es que a pesar de intentarlo, se notaba a la legua que me incomodaba atender a esa bruja.
Mientras le tomaba las medidas, Silvia me observaba con especial atención, recorriéndome con la mirada de arriba abajo, ¿qué quería esa bruja?
-Tengo entendido que tienes un hijo.- Me dijo pillándome por sorpresa.
Asentí y ella sonrió con condescendencia.
-Yo también, pero eso ya lo sabes, lo viste.- Continuó hablando sin que nadie le hubiera dado pie para hacerlo.- Se que nos viste, tiene tres años, si te lo estás preguntando, es el niño más guapo del mundo, sobre todo porque se parece a su padre.
Sonreí sintiendo un nudo en el estómago, ¿podrían ser ciertas mis sospechas?
-Se llama Álvaro.- Me dijo de nuevo sin que le preguntase.
Contuve las ganas de abofetearla o estrangularla.
En cuanto salió por la puerta me llevé las manos a la cara, cubriéndola, ¿podía ser más bruja?
-¿Te encuentras bien?- me preguntó Anna amablemente.
-No te preocupes.- Traté de tranquilizarla.
-La conocías, ¿me equivoco?- Anna hizo una pausa en la que suspiró.- Si lo necesitas yo me ocuparé de ella la próxima vez que nos visite.
Asentí agradecida, Anna no era consciente del enorme favor que me estaba haciendo.
Llegué a casa y me senté en el sofá, a sabiendas de que debería haberme puesto a preparar el almuerzo, pero la situación que estaba viviendo requería de un minuto de relajación.
Llamaron a la puerta, me levanté deprisa y corrí a abrir, aunque en realidad fui bastante despacio a lo que acostumbraba.
Abrí y sonreí, Isa me había traído a Javier a casa, el que venía de la mano de Sara.
-Cariño, es hora de despedirse.- Le dijo Isa a Sara, a lo que la princesa puso un puchero.- Por cierto, Javier lleva todo el camino diciendo que va a tener un hermanito.- Me dijo Isa elevando una ceja de forma pícara.
Me sonrojé sin pretenderlo.
-¡Vas a tener un bebé!- Exclamó mientras nuestros hijos se colaban en la casa sigilosamente.- ¿Cuándo pensabas decirlo?
-Me enteré antes de ayer, y necesitaba tiempo para asimilarlo.
Isa sonrió comprensiva, ella me entendía perfectamente, al momento me abrazó y besó la mejilla.
-Nos vemos luego.- Me dijo y entonces se percató de que nuestros hijos llevaban un buen rato en el salón.- ¡Sara!, nos vamos a casa.
-Me quedo aquí.- Le respondió.
Isa bajo las cejas, entró en mi casa y cogió a su hija en brazos.
-Lleváis horas juntos, mañana os veréis de nuevo, es hora de comer y descansar.- Le dijo, pero eso no pareció convencer a Sara.
-Déjala aquí si quieres.- Le dije.
-¿Estás segura?- preguntó Isa mientras Sara y Javi sonreían gritando que sí.
-Sí, no te preocupes, así Javier no estará entrando y saliendo de la cocina mientras preparo la comida.
Isa soltó una carcajada y se agachó con su hija para leerle la cartilla.
-Vendré a por ella en un par de horas.- Me dijo y nos despedimos.
Preparé la comida mientras vigilaba a los dos cafres, porque podían maquinar cualquier plan juntos.
Carlos no tardó en llegar del trabajo, y abrazó a Javi, uniéndose Sara al abrazo también.
Mi marido me besó y puso la mesa, y al rato comimos los cuatro, tendríamos que acostumbrarnos a tener dos bichos en la casa, porque pronto lo seríamos todos los días, y los niños crecen rápido.
Blas llegó al cabo de una hora y media para recoger a Sara y se marcharon juntos después de darlenos la enhorabuena por el nuevo bebé, porque era imposible tener un secreto en este grupo.
Decidimos comunicar nosotros mismos a los demás que seríamos uno más de lo esperado, aunque seguramente ya estaban enterados.
Javi calló rendido, y mientras se echaba la siesta, Carlos se sentó a mi lado y me besó.
-Te ocurre algo, lo se.- Me dijo y me acarició la mejilla.- ¿Me vas a contar lo que te pasa o te lo saco a la fuerza?
Lo miré elevando una ceja, divertida.
-¿Tú?, ¿cómo crees que me podrías hacer hablar?-le pregunté antes de soltar una carcajada burlona.
-Tengo mis métodos.- Me dijo y sonrió de lado.
Volví a reír y mi marido comenzó a hacerme cosquillas.
-¡Hablaré!- exclamé haciendo que me soltara.- Pero no por el ataque tan patético, lo haré porque quiero.
Carlos soltó una carcajada.
-Verás, necesito que me prometas que no hablarás de ello, al menos de momento.- Carlos asintió.- He visto a Silvia varias veces.
-¿Qué te ha dicho esa bruja?- preguntó frunciendo el ceño.
-Algo que podría destrozar una familia.- Hice una pausa en la que suspiré.- Tiene un hijo, uno de tres años, uno que es idéntico a Álvaro, y además se llama como él.
Carlos palideció, algo comprensible.
-Me ha dicho varias cosas que dan a entender que es hijo de nuestro amigo.- Dije sintiendo un enorme nudo en el estómago de nuevo.- Temo que sea cierto, las fechas encajan.
Carlos me miró, parecía a punto de vomitar.
-No puede ser, no me creo que sea cierto, debe ser una estratagema, puede que el niño si sea hijo suyo.
-No lo se.- Dije sincera.
-Tenemos que hablar con Álvaro y Ainhoa.
-¿Y si eso es lo que quiere?, ¿y si es mentira pero quiere hacernos creer que realmente es su hijo?
-¿Y qué hacemos?- preguntó Carlos preocupado.
-Por ahora solo podemos esperar, si se ha acercado a mí, hará lo mismo con todos vosotros.
-Me niego a ocultarle esto a Álvaro.
-Pues hablemos con él, pero tenemos que ser discretos.
Carlos me abrazó y besó la frente.
-Menuda situación si es cierta.
-Esperemos que no lo sea.- Hice una pausa y le acaricié la mejilla a Carlos.- Pero de seguro va a provocar una enorme duda.
-Tenemos que apoyar a nuestros amigos, ahora más que nunca.- Dijo y me besó de nuevo.
Ojalá nunca hubiésemos conocido a esa bruja, pero ya no podemos regresar al pasado, solo afrontar lo que se nos viene encima, juntos.



domingo, 11 de febrero de 2018

Capítulo 26: El regalo

*Laura*
No podía creer que fuera a ser mamá de nuevo, otro bebé al que amar y mimar tanto como quería a mi pequeño rubio, al que esperaba a la puerta de la guardería.
Tampoco podía creerme la casualidad de ser madre al mismo tiempo que mi pequeña Isa y quizá era eso lo que más ilusión me hacía de ese nuevo embarazo.
-Hola Laurita-se sujetó de mi brazo.
-Hola Ainhoa-le di un beso en la mejilla-. ¿Y el peque?
-Con su tía Alejandra, que por fin se ha dignado a aparecer-rió-. Está con Jesús también.
-Ese petardo me va a oír-entrecerré los ojos-. No te importa que vaya a darle un tirón de orejas ¿no?
-Para nada, me encanta verle nervioso sin saber qué hacer cuando te pones en modo mami gruñona con él-se burló.
-¿De verdad soy una mamá gruñona?-Puse un puchero.
-Sólo con Jesús, con Rubén eres una súper mamá amorosa-me abrazó-. Por ahí vienen los peques.
Me soltó y nos acercamos con las otras madres para poder recoger a nuestros pequeños. Mi rubio se abrazó a mi pierna y luego empezó a dar saltitos para que lo alzara. Por supuesto que no me hice de rogar y llené la cara de mi bebé de besos. Luego esperé a que Ainhoa acabara de hablar con la maestra para poder irnos a casa juntas.
-Ha vuelto a morder a Gabriel-suspiró-. No sé qué hacer con él. Luego nos vemos, voy a pedirle disculpas a su madre de nuevo.
-Te espero fuera-le sonreí.
Me devolvió el gesto y salí con mi pequeño parloteando en su media lengua lo que había hecho aquella mañana.
-Tengo una noticia que contaros a papá y a ti, gordito, pero es una sorpresa-él me miró con sus ojos muy abiertos-. Vamos a llamarle para hablar con él.
Me senté en un banco con Rubén sobre mi regazo y llamé a Dani, poniendo el altavoz para que el pequeño pudiera escucharle también.
-Hola pequeña-canturreó.
-¡Papá!-Gritó.
-Y mi pequeño también-rió-. ¿Ya me echáis de menos?
-Sí-respondió como si realmente entendiera de qué le estaba hablando.
-Vaya, una afirmación muy rotunda-volvió a reír-. ¿Ya estáis en casa?
-Estamos esperando a Ainhoa que ha ido a disculparse con la mamá de Gabriel porque Pablo ha vuelto a morderle.
-Vaya, ese niño es todo un caníbal-escuché voces a su alrededor-. Tu hijo es un caníbal, ¿es que no le dais de comer en casa?
-Deja a Álvaro en paz, petardo-le reñí-. ¿Qué tal os va?
-Agotados pero con muchas ganas, llegaré tarde a casa pero creo que eso se está convirtiendo en costumbre de los martes-suspiró-. Voy a tener que dejaros, aunque me encanta la conversación de Rubén.
-Creo que está contándote todo lo que ha hecho hoy y parece que ha tenido una mañana muy ajetreada-reí-. Luego nos vemos, cielo.
-Os quiero mis pequeños-hizo ruidos de besos que Rubén imitó.
-Y nosotros a ti-colgamos.
Cuando me guardé el teléfono en el bolso, Rubén me miró con sus ojos muy abiertos y los labios en un puchero.
-¿Papá?
-Luego hablamos con él cariño, tiene que trabajar con tus tíos-le di un beso en la frente-. ¿Quieres a mamá?
Me echó los brazos al cuello y me dio besos en la barbilla. Reí y lo abracé contra mi pecho.
-Ya estamos aquí-avisó Ainhoa con un lloroso Pablo a su lado.
-¿Todo bien?-Señalé con la cabeza al pequeño mientras caminábamos hacia su casa.
-La madre de Gabriel es muy comprensiva y dice que es normal en niños-suspiró-. Dice que su hijo mayor tiraba del pelo a todas las niñas y siempre estaba de tutoría con las maestras.
-Un poco de karma-reí.
-Eso mismo me ha dicho ella, creo que es un tanto mística-hizo un gesto con las manos y comenzamos a reír-. Pablo, quieto ahí.
Sostuve a Rubén de la mano para cruzar y diez minutos después, llegamos a su casa. Ainhoa abrió la puerta y me guiñó un ojo antes de dejar a los niños correr.
-Si está aquí mi sobrino favorito-oí la voz de mi primo.
-Si fuera tu favorito pasarías más a verle-puse los brazos en jarra.
-Hola primita-rió cohibido y se acercó a saludarme-. ¿Qué tal?
-Estupendamente gracias a tu visita…
-Dime cuánto tiempo me vas a castigar y así acabamos antes-suspiró.
-Hasta que te decidas a comportarte como un primo normal, contestando a mis llamadas, viniendo a visitar de vez en cuando…-enumeré- Ya sabes, ese tipo de cosas.
-Prometo intentarlo, pero sabes que tengo una vida ajetreada-dejó a Rubén en el suelo y me abrazó.
-Intenta hacer un pequeño hueco aunque sea de una vez al mes en tu apretada agenda para tu prima-pedí.
-Lo prometo-me achuchó y volvió a alzar a Rubén para hacer el avión.
Saludé a Alejandra con un medio abrazo ya que tenía al pequeño Jorge entre sus brazos y un ratito después nos fuimos a casa. Di de comer a mi pequeño y le puse los dibujos para que se entretuviese mientras yo recogía la cocina.
En cuanto se quedó dormido, apagué la tele y llamé a mi padre para ver cómo estaban él y mi abuela, omití la noticia de que volvía a estar embarazada porque quería que fuese Dani quien lo supiera antes.
Pasé la tarde jugando con mi pequeño mientras veíamos los dibujos a medias, lo bañé y le di de cenar, pero no hubo manera de que el pequeño quisiera dormir antes de que papá llegara, por lo que lo acurruqué en mi regazo.
-¿Sabes mi pequeño?-capté su atención-, vamos a tener un hermanito.
-¿Nito? -Preguntó.
-Sí, cariño-puse su manita sobre mi tripa-. En la barriga de mamá hay un hermanito.
Dejó su manita sobre mi tripa y se quedó medio dormido, hasta que llegó Dani y se despertó para darle la bienvenida a su papá.
-¿Por qué no estás durmiendo aún, campeón?-Le dio un beso en la frente y nos acurrucó a los dos entre sus brazos.
-Nito-puso su mano en mi tripa y se acurrucó.
Al poco estaba dormido y Dani se ofreció a acostarlo mientras yo ponía la mesa en la cocina para cenar. Dani entró estirándose y me sonrió antes de rodearme entre sus brazos para darme un beso que me hizo suspirar.
-Me ha llamado la atención lo de antes-rozó su nariz con la mía-. ¿No es un poco pronto para que pida un hermanito?
-Rubén no te estaba pidiendo un hermanito-me sonrojé-, te estaba avisando de que va a tener un hermanito.
Lo vi tragar saliva a la vez que sus ojos se abrían más de lo normal y temí un poco por su respuesta, quizás mi entusiasmo por este nuevo bebé no fuese compartido y podía ser cierto que era un poco pronto para tener otro hijo.
-Di algo, por favor…-murmuré con voz queda.
-Es que…-se pasó las manos por el pelo- Vaya, no esperaba…
-Ais, Dani, sé que puedes ser más directo, no juegues con mis nervios porque me vas a matar-me crucé de brazos.
El muy idiota rió y volvió a rodearme para dar una vuelta completa conmigo entre sus brazos.
-Eres la mujer más maravillosa con quien una vez pude soñar el compartir mi futuro, no hay día en el que agradezca a Dios, al destino, a Isa o lo que sea que te haya puesto en mi camino porque eres la mejor amiga, la mejor novia, la mejor esposa, la mejor madre y te amo un poco más cada día-unió su frente a la mía-. Me hiciste feliz cuando decidiste querer salir conmigo, después cuando te mudaste aquí, el día que aceptaste ser mi esposa pude tocar las estrellas, pero cuando supimos que estabas embarazada desperté a los chicos en mitad de la madrugada, cuando escuchamos el latido de nuestro Rubén por primera vez, el día que nació… Son tantos momentos tan grandes, mi pequeña que creía que podía ganar al hombre más feliz sobre la Tierra, pero ahora…
-¿Ahora qué?-Pregunté entre lágrimas de emoción.
-En este momento yo creo que soy el hombre más feliz de toda la galaxia-rió y limpió mis mejillas-. Te amo muchísimo mi pequeña, gracias por hacerme este nuevo regalo.
-Y yo te amo a ti-me abracé a él.
-Mi llorona-me dio un beso en la frente y acarició mi tripa con una mano-. Otro bebé… Es la mejor manera de acabar un día.
Me achuchó y luego me hizo alzar la cabeza para besarme de forma intensa pero dulce, todo mezclado entre mis lágrimas porque era una embarazada llorona.
Mientras cenábamos, Dani no dejó el teléfono, antes de las doce de la noche, ya los chicos, sus padres y los míos sabían que un nuevo bebé venía en camino y yo me sentía dichosa por su felicidad.
Al otro día, en el cumpleaños número cuatro de la pequeña Sara todos nos felicitaron, incluida mi ahijada que estaba contentísima porque iba a tener un hermanito, por lo que llenamos a Isa de felicitaciones también.
-¿Alguien sabe qué le ocurre a la dramática de Clara?-Preguntó Raquel sentándose con Cristina en brazos-, está más rara de lo normal.
-Javi cumplió tres años el mes pasado, yo también me siento nostálgica sabiendo que mi pequeño los cumplirá en unos meses-le respondió Ainhoa.
-Eso es cierto, mi bebé se hace mayor-puse un puchero-. Pero es cierto que parece algo más… no sé, quizás emotiva.
-También es cierto que el mes que viene cumple un año más, se nos hace mayor-señaló- y Carlos y yo hemos pensado en hacerle una fiesta sorpresa a ella y David, como cumplen con dos días de diferencia, podemos hacerla el día del medio todos juntos y a ver si se le pasa la tristeza mientras.
-De verdad que a ti la delicadeza te ha durado los nueve meses del embarazo-reprochó Ainhoa-. Es buena idea, aunque con tanto peque casi que va a ser más una fiesta infantil.
-Es cierto que desde que tenemos a los pequeños no hacemos las reuniones que solíamos hacer casi semanalmente antes y eso que nos veíamos más-comenté-. Yo me apunto, así me distraigo que algunas tardes se me cae la casa encima de lo mucho que me aburro y a Rubén le va a venir bien jugar con más niños.
-Hoy se lo están pasando pipa con los amigos de Sara-rió Ainhoa.
Miré hacia el jardín, donde los niños corrían y jugaban con todo tipo de juguetes, iban a acabar agotados al final de la tarde.
-Oye Laura-me giré a mirar a David-. ¿Cómo os pusisteis de acuerdo mi cuñadita y tú para quedar embarazada al mismo tiempo?, ¿os hicisteis una perdida o algo?
-Vete a la mierda, David-mis mejillas se convirtieron en dos tomates maduros.
-No se dicen malas palabras-me rió Isa y le dio una colleja al moreno-. Y tú, no seas cochino que estás en una fiesta infantil.
-Perdóname, cuñadita-le puso un puchero.

Se sentó a mi lado y me acurruqué junto a ella, hasta que llegaron nuestros bebés a reclamarnos y no me refiero a Sara y Rubén, sino a Blas y Dani.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Capítulo 25: Inesperado, pero aún así, maravilloso.

*Isa*
No, no, no y no.
Eso fue exactamente lo que me repetí mentalmente mientras volvía a confirmar el resultado en las instrucciones.
Me llevé las manos a la cabeza mientras mi mente divagaba en busca de una respuesta que me satisficiese, pero no encontré ninguna lo suficiente buena como para hacerme sentir mejor, o menos culpable.
-¡Joder!- mascullé.
En eso llamaron a la puerta del baño, y es que llevaba encerrada más de quince minutos maldiciendo y blasfemando.
-¿Mami?- Me aparté las manos de la cara rápidamente, tenía que parecer segura para mi princesa.
Me dirigí a la puerta y la abrí dando paso a Sara, una Sara curiosa y algo asustada.
-No pasa nada, mi amor.- Le dije y me agaché hasta quedar a su altura, donde la abracé y besé la cabeza.
-Estabas diciendo cosas feas.- Me reprochó, como solía hacer, porque otra cosa no, pero regañona lo era un rato.
-Lo siento.- Respondí tratando de sonar arrepentida, pero lo cierto es que me daba igual, Sara siempre demostró que no le gustaban las malas palabras y que no estaba dispuesta a decirlas, es más, nos regañaba a todos por usarlas en su presencia, desde luego no me merecía una hija tan buena.
-No pasa nada.- Dijo y sonrió de lado mostrando sus blancos dientes, a punto de comenzar a caerse.- Mira mami ya se mueve.- Añadió moviendo uno de los paletones con los dedos.
-Es verdad, que mayor te estás haciendo.- Dije y sentí una enorme nostalgia mezclada con un nudo en el estómago, mi princesa se hacía mayor.
Sara me dio la mano y me hizo acompañarla hasta el salón, donde Blas ya nos esperaba con la mochila del cole de nuestra pequeña.
-No olvides desayunar, mamá.- Me dijo la pequeña antes de echarle los brazos a su padre, a quién se le caía la baba con ella.
Blas cogió a la niña en brazos y le besó la mejilla antes de acercarse a mí para besarme en los labios, como cada mañana antes de marcharse a llevar a la niña a la escuela e irse a trabajar.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó después de despegar nuestros labios.
Asentí, lo que pareció no convencerlo del todo, después de todo, era mi marido, me conocía como nadie.
-Cuando vuelva hablaremos.- Me dijo y volvió a besarme.- Te quiero.
-Y yo a vosotros.- Respondí y le di un último beso a Sara en la mejilla.
Mi marido e hija salieron de casa dejándome sola con Chiqui, el enorme perro que no era pequeño para nada, ¿en qué momento se me ocurriría ponerle ese nombre?
-¿Me guardas un secreto?- le pregunté a Chiqui, como si pudiera responderme.- ¡Pero qué digo!, seguro que se lo contarás a Blas.
Solté una carcajada ante mi propia broma y acaricié la cabeza de Chiqui, quién pareció entender a la perfección la situación y se pegó a mí para darme lo que él entendía por mimos, es decir, lamerme las manos, brazos, piernas, y si le era posible, la cara.
Recorrí todo el salón, que ahora estaba demasiado desordenado por los juguetes de Sara, realmente mi hija era un desastre, también habían fotografías nuevas, como las de todos los niños, porque eran bastantes, además de fotos de los padres de cada uno de ellos, en general, fotos de la familia.
Poco después de su boda, digamos nueve meses, nacieron las hijas de David y Raquel, las mellizas más pillas del mundo, y también las más adorables, ambas de pelo oscuro, aunque una con el pelo completamente negro, y, además, una de ellas tiene los ojos castaños mientras que la otra de color miel. Se llaman Natalia y Cristina. Ambas aparecían en la fotografía juntas, con una media sonrisa, pareciendo planear una travesura, junto a ellas, con cara de pena aparecía Jorge, el segundo hijo de Ainhoa y Álvaro, porque después de tener a Pablo, Ainhoa volvió a quedarse embarazada. Entre Jorge y Pablo aparecía Javier con Sara, porque esos dos siempre estaban juntos, y siendo abrazado por Sara, Rubén, el pequeño rubio de los rubios.
Cada vez que miraba esa fotografía sentía una ola de nostalgia, además de que sin querer sonreía, si todo iba bien, nuestros hijos acabarían siendo amigos para toda la vida, como nosotros, sus padres, lo somos, porque juntos somos una enorme familia.
Siguiendo el consejo de mi princesa, me dirigí a la cocina, donde me preparé un zumo de naranja, solo por gusto y porque a partir de ese momento debía cuidarme más, también me preparé un par de tostadas.
Me senté en el comedor, y suspiré. ¿qué iba a hacer a partir de ese momento?, no estaba preparada para una situación como esa de nuevo.
Mi teléfono comenzó a pitar, lo miré de reojo mientras acababa de comerme la tostada, las chicas estaban más habladoras de lo normal, y eso se debía a que al día siguiente celebraríamos el cumpleaños de Sara, cuatro años, y parecía que solo habían transcurrido días desde que la tuve por primera vez en brazos, desde que comprendí que ella era el amor de mi vida y que daría lo que fuera por ella.
Raquel: Buenos días!!
Ainhoa: Holiss
Clara: Tenemos que hablar de lo de mañana.
Laura: Que directa.
Raquel: Ya conoces a nuestra Clarita, siempre va al grano.
Clara: Las cosas claras y el chocolate espeso.
Raquel: Clara, las cosas claras, todo tiene sentido jajaja
Laura: jajajajaja
Ainhoa: Ahora lo entiendo todo jajaj
Isa: Pues habéis tardado jajaja
Clara: a callar, que se dónde vivís!
Raquel: Uuu menuda amenaza, vivimos todas en la misma calle, vas a tener que currarte más las amenazas si quieres intimidarnos después de tantos años.
Isa: jajajaja
Clara: Pues por reírte ahora te va a ayudar con el cumple de la princesa quién yo me se...
Laura: Yo misma.
Raquel: Y yoo!!
Ainhoa: Yo también
Clara: Es el día de todos contra Clara?, porque me acabo de enterar.
Isa: Ya paramos, luego quedamos para hablar y eso.
Dejé el teléfono sobre la mesa del salón mientras llevaba los platos sucios a la cocina, a mi vuelta encontré más de seis mensajes de Laura, estaba deseando que quedásemos para tomar algo y hablar, al parecer tenía una enorme noticia que quería compartir conmigo la primera, o eso me pareció por whatsapp.
Quedamos en una cafetería cercana, podríamos ir caminando, así aprovecharía y pasearía al perro, porque no me venía nada mal moverme un poco.
A la hora acordada, Lau se presentó en mi casa, y en cuanto Chiqui estuvo listo, caminamos entre risas y conversaciones diferentes a la que Laura tenía planeada hasta llegar a la cafetería, donde nos pedimos dos limonadas, eso me sorprendió, ya que Lau solía pedir café.
-Tengo algo que contarte.
-Tengo que decirte algo.
Ambas coincidimos y soltamos una carcajada.
-Tú primero.- Dijimos de nuevo a la vez y volvimos a reír.- Tú, no tú.- Y así más de cuatro veces hasta que suspiramos, casi a la vez de nuevo y hablamos.- Estoy embarazada.
Las dos abrimos mucho los ojos sorprendidas.
Teníamos la misma noticia, y sin embargo ella parecía mil veces más feliz que yo.
-¡Enhorabuena!- Coincidimos de nuevo.
-¿De cuánto estás?- pregunté para intentar desviar la atención de mí embarazo.
-Apenas dos semanas, ¿y tú?- me preguntó sonriente, la verdad es que Laura estaba radiante.
-Más o menos igual.
-¡Esto es increíble!, ¿te imaginas que diésemos a luz a la vez?- Laura dejó de hablar al ver como yo ensombrecía la mirada.- ¿Sucede algo?
-No, sí, no se...- Hice una pausa en la que nuestras miradas se cruzaron, no podía mentirle.- Sabes que jamás quise tener hijos, y a pesar de ello nació Sara, y la quiero con toda mi alma, pero decidí que no quería más, y logré que Blas lo aceptase, y ahora... Ya nada de eso importa.
Laura puso su mano sobre la mía y sonrío tiernamente, como una madre, comprensiva, amable, dulce.
-Estás asustada.- Me dijo y bajé las cejas.- Lo entiendo, los cambios nunca te han resultado fáciles de afrontar, pero, solo recuerda lo que sentiste al ver a Sara por primera vez, cada vez que tengas miedo recuerda ese instante, cuando supiste que esa persona era la más importante de todas.
-Lau, no me importan los cambios, siempre y cuando yo decida que vayan a suceder.
-Eso significa que sí que te importan.- Laura me acarició la mejilla antes de abrazarme.- Ya verás como este bebé te hace ser aún más feliz de lo que lo eres, porque siempre se puede ser más feliz.
Sabía que tenía razón, pero aún así me aterraba, y no solo el hecho de tener un hijo de nuevo, de volver a pasar por el parto, de volver a estar agotada a todas horas...  No, realmente no conocía del todo bien la respuesta a mi miedo, pero lo superaría, de eso estaba segura, porque era lo que debía hacer, y no solo por eso, mi familia no merecía soportar dudas por mi parte, tenía que ser fuerte, valiente...

A medio día, Clara me trajo a casa a Sara, ya que ella y Javier estaban siempre juntos, a pesar de no asistir a la misma clase por esos once meses de diferencia, las dos parejas sabíamos de sobra que cada vez que las profesoras se despistaban, se escapaban para reunirse y hacer alguna travesura. 
Todos nuestros hijos acudían a la misma escuela, pero Javier y Sara tenían horarios mucho más similares que el resto, y es que nuestros hijos eran los mayores, y los pequeños acaban un poco antes.
-¡Me he comido todas las verduras, mamá!- me dijo Sara antes incluso de que me diera tiempo a darle un beso.
Mi princesa caminaba deprisa de la mano de Javier, como todos los días, hasta el salón, ya que ellos dos nunca tenían suficiente el uno del otro.
-Javi, tenemos que irnos a casa, hay cosas que hacer.- Le dijo Clara a lo que Javier suspiró y decidió hacer caso omiso de las palabras de su madre, ya que al momento salió corriendo de la mano de Sara.
Solté una pequeña carcajada, e inmediatamente miré a Clara, la que no quitaba ojo de nuestros pequeños.
A pesar de los pequeños celos que sintió Sara al principio, cuando nació Javier, pronto se acostumbró a su presencia, y es que, después de todo, estuvieron un tiempo solos, siendo los mimados.
-Algún día se cansaran el uno del otro.- Dijo Clara, y me miró con una media sonrisa divertida.- O se casarán.
-Aún queda mucho para eso.- Dije rápidamente, no es que me incomodase la idea de que nuestros peques se casasen, pero es que no tenían ni cuatro años.
-El tiempo se pasa deprisa, no te despistes, o cuando te quieras dar cuenta estarás en la boda de nuestros hijos llorando por lo rápido que han crecido.
-¿Qué te pasa hoy?, estás más dramática de lo normal.- Exclamé algo divertida.
Carlos, Clara, Blas y yo siempre bromeábamos a cerca del futuro de nuestros enanos, pero jamás habíamos llegado a la conclusión de Clara.
Clara se encogió de hombros y soltó un suspiro.
Cuando logramos separar a nuestros hijos sin que se enfadasen demasiado, Sara decidió, por su propia cuenta, que necesitaba una siesta, por lo que la llevé a su habitación y esperé a que se durmiese para marcharme.
Me senté en el sofá un par de minutos, necesitaba pensar un momento en lo que nos esperaba a partir de ahora, porque tenía que contarle a mi marido que pronto seríamos uno más.
Me levanté, arreglé un par de cosas de la casa que estaban sin acabar, y entonces Sara se despertó.
Las horas pasaron y Sara ya estaba en la cama durmiendo mientras yo esperaba, en el salón, a mi marido, porque los martes los chicos siempre llegaban tarde, estaban trabajando muy duramente.
Acabé de preparar la cena, la coloqué en el comedor, adorné la mesa con velas, había preparado nuestra comida preferida.
Chiqui se levantó de mi lado de un salto cuando la puerta de la calle se abrió, Blas entró en nuestra casa y acarició a nuestro nervioso perro, después me besó y abrió los ojos sorprendido.
-¿Qué celebramos?, no es nuestro aniversario, me acordaría.- Dijo divertido, y al momento palideció.- ¿He olvidado algo?
Negué con la cabeza divertida y lo besé de nuevo.
-¿No podemos tener una cena romántica a secas?- pregunté mientras pasé las manos por su cuello y me acerqué a él.
Blas sonrió antes de besarme de nuevo y, seguidamente, pegar nuestras frentes.
-Te quiero.- Me dijo y sentí mariposas en el estómago, porque él siempre lograba que las sintiera.
-Yo también te quiero.
El teléfono de Blas pitó y nos separamos para que mi marido pudiese comprobar qué sucedía, al momento sonrió divertido.
-Los chicos están hablando del cumpleaños de Sara.- Blas suspiró.- Cuatro años. 
Le acaricié la mejilla y le di un beso antes de sentarnos a la mesa a cenar. Todo iba a cambiar de nuevo.
Cuando acabamos de comer, Blas recogió los platos, y como ya me imaginaba que lo haría, saqué el test de embarazo y lo miré una vez más, había llegado el momento de confesar.
Blas salió de la cocina con el móvil en las manos, con una enorme sonrisa.
-¡Laura está embarazada!- me informó alegremente.
Entonces levantó la cabeza y me miró. Le ofrecí una mano y me la dio, entonces me pegué a él y le abracé.
No me preguntó nada, únicamente me acarició el pelo con una mano.
Nos separamos ligeramente y sonreí.
-Vamos a ser uno más.- Dije con más felicidad de la que creía que sentía.
-Lo se, acabo de decírte...- Blas se quedó en silencio cuando comprendió a qué me refería.
Le mostré el test de embarazo y, después de quedarse helado unos segundos, sonrió tanto como la primera vez que nos besamos, tanto como el día de nuestra boda, tanto como cuando vio a Sara por primera vez...
Blas me volvió a abrazar y, al sentir su calidez, el miedo desapareció, había sido tan estúpida, este cambio sería para mejor, si éramos felices con una hija, ¿cómo no lo continuaríamos siendo con uno más?
Ese momento fue uno de los más felices de mi vida, y eso que el día comenzó asustándome, como Laura bien dijo. 
Nuestra familia aumentaba cada vez más, y eso era motivo de felicidad.
-Te amo.- Le dije sincera, porque siempre que pronunciaba esas palabras lo decía de corazón.
Y así, sin más, un suceso inesperado se convirtió en algo maravilloso.