lunes, 13 de agosto de 2018

Capítulo 33: Un cambio

*Laura*
Llevábamos casi tres semanas en casa de mi abuela, el pequeño empezaba a adaptarse a la nueva casa, Dani había encontrado un trabajo de media jornada en una tienda de deportes del pueblo y yo... Yo no me estaba adaptando tan bien como ellos. Me sentía un tanto vigilada, si no era mi abuela, me encontraba a mi padre asomándose cada poco rato a ver dónde estaba o qué hacía. Había perdido la independencia que tenía y me estaba costando horrores callármelo para no hacer sentir mal a nadie.
-¡Rubén!-Lo volví a llamar sin éxito.
-Hola pequeña-Dani me abrazó por detrás-. ¿Qué haces?
-Hola cielo-suspiré-. Estoy buscando a tu hijo.
-Acaba de decirme tu abuela que estaba contigo-me soltó para mirarme de frente-.¿A dónde ha podido ir?
-Estábamos echando la siesta y, cuando me he despertado, ya no estaba-me pasé una mano por el cuello-. Lo estoy llamando pero no contesta.
-¿Por qué no lo pones a dormir la siesta en su cama?-Volvió a reprocharme- Así si se despierta no se sale.
-Porque tiene tres años, Dani, no podemos mantenerle enjaulado en una cama para que se esté quieto solo porque yo no tenga la misma agilidad-me di la vuelta.
-Espera, ¿a dónde vas?
-A seguir buscando al niño-no me molesté en mirarle-. Ve a ver si está con mi abuela o si se lo ha podido llevar mi padre.
-Laura...
-Luego.
Y caminé hacia el otro lado de la casa, al patio, a ver si aparecía Rubén porque estaba poniéndome de los nervios.
-Rubén, ¿dónde estás cariño?-Me asomé al patio y allí estaba- Oye.
-Mami-se le iluminaron los ojos en cuanto me vio y se levantó para venir hacia mí con algo en las manos-. Mira mami.
Me agaché para estar a su altura y me mostró una cría de gorrión que piaba e intentaba moverse sin éxito entre sus pequeñas manos.
-¿De dónde lo has sacado?-Puse mis manos alrededor de las suyas para que el pajarito no se cayera.
-De ahí-me señaló el pie del árbol.
Revisé al pájaro y no parecía tener nada roto, seguramente había intentado volar y se había caído del nido. Escuché a un pájaro piar y miré hacia el árbol, seguramente la madre lo estaba buscando.
-Vamos a llevarlo con su mamá, ¿vale cielo?-el pequeño me miró y asintió con los ojos muy abiertos.
Lo levanté en brazos y nos acerqué hasta el árbol, el nido estaba en una rama baja por lo que llegábamos sin necesidad de subirme a ningún lado, incliné a Rubén y él dejó al pequeño pájaro en el nido, la madre pió y se acercó a su cría, sin preocuparse porque estuviésemos cerca.
-Mira, está con su mami-mi pequeño aplaudió contento.
-Claro que sí, cariño-le di un beso en la mejilla-. Vamos a buscar a papá.
-Sí, ¡papá!-Exclamó.
Lo dejé en el suelo y él salió corriendo para la casa gritando papá a todo pulmón. Reí y me acaricié la tripa cuando sentí movimiento, el nuevo bebé era mucho más tranquilo que mi pequeño terremoto, a pesar de no saber aún si era niño o niña. Parecía aún más tímido o tímida que su hermano. 
Al entrar de nuevo a la casa me crucé por el pasillo a Dani con el pequeño boca abajo entre sus brazos y muerto de risa.
-Lo vas a marear-les sonreí.
-Me ha contado lo del pájaro-lo dio la vuelta y le hizo una pedorreta en el cuello-. ¿Por qué no lo llevamos a dar un paseo?
-Es buena idea-asentí-. Voy a por mí bolso. Cariño, ven que te ponga los zapatos.
Dani dejó a nuestro pequeño en el suelo y me dio la mano para llegar a nuestra habitación, donde le puse los zapatos y cogí mi bolso. Después de avisar a mi abuela, ya que mi padre no estaba, salimos con Rubén entre nosotros, cogido a nuestras manos hablando por los codos. 
Al llegar al parque me senté en un banco mientras que Dani paseaba a Rubén. Mi móvil sonó y lo busqué en mi bolso con la esperanza de que no fuera mi padre. Por suerte era Raquel.
-Hola cariño-contesté.
-Laura, menos mal-suspiró.
-¿Qué pasa?-Fruncí el ceño, preocupada.
-Estoy en el hospital, mi pequeño viene en camino-rió-. ¿Podrías venir?
-Claro que sí, cielo, en diez minutos estamos allí. Dime el hospital-después de que me diera la dirección, colgamos y llamé a Dani.
-¿Qué pasa?-Preguntó con Rubén sobre uno de los hombros.
-Es Raquel que está en el hospital-respondí.
-¿Entonces vamos?-Preguntó emocionado.
-Claro que sí.
Fuimos directos hasta el coche y pusimos rumbo a Granada, en menos de treinta minutos estábamos ya en la sala de espera intentando contactar con David.
-Dice que viene para acá-se acercó hasta donde estaba sentada con mi pequeño.
-¿Y el resto?-Pregunté.
-En camino, a Isa aún le queda una hora de camino y Clara y Carlos están al llegar-se sentó a mi lado-. Ven con papá, campeón.
-No-respondió el pequeño rápidamente.
-¿Y Ainhoa y Álvaro?
-No pueden venir, Jorge tiene la varicela-suspiró-. Deja un rato a mamá, anda.
-No-volvió a responder y se acurrucó en mi pecho.
-Hola chicos-nos volvimos para ver a David.
-¿Qué tal?-Pregunté mientras le daba un beso en la mejilla.
-De mal humor-rió-. Las niñas se quedaron llorando con mi madre, no está dilatando lo suficiente y creo que va a empezar a soltar tacos e insultos-estiró los brazos y alzó a Rubén-. Hola renacuajo.
Lejos de reír y gritar como haría cualquier niño divertido o como haría él en circunstancias normales, el pequeño empezó a llorar desconsoladamente. Suspiré e intenté que me lo devolviera, pero Dani se me adelantó.
-Veo que sigue igual de llorón que siempre-se burló y Dani tuvo que dármelo porque no quería estar con él-. E igual de madrero.
-Tiene mamitis aguda-protestó Dani-. Deberíamos haberlo dejado con tu abuela.
-Claro que sí-rodé los ojos y me senté, desde que mi tripa había comenzado a crecer, no aguantaba demasiado con el pequeño en brazos-. Lo que deberías hacer es dejar de dar consejos.
-Uh, tormenta en el paraíso-alzó las manos-. Me vuelvo a ver cómo sigue Raquel.
Suerte que no había nadie en aquel momento en la sala de esperas porque presentía una conversación de lo más incómoda.
-¿A qué ha venido eso?-Frunció el ceño, dejándose caer a mi lado.
-Desde que vinimos aquí estás dándome consejos sobre cómo tratar al niño-suspiré.
-¿Eso es malo?
-Lo que quiero decir es que no necesito a alguien que me diga constantemente lo que debería hacer o no y para eso ya está mi padre-respondí.
-Creo que no estoy entendiéndote del todo, ¿quieres decir que no estás cómoda conmigo?-me miró incrédulo.
-Lo que quiero decir es que no estoy cómoda aquí, metida en casa de mi abuela con mi padre vigilándome las veinticuatro horas del día-señalé-. El otro día le pillé asomándose a la habitación cuando ya estábamos acostados, ¿qué clase de privacidad es esa?
-Y eso que solo llevamos tres semanas aquí-parpadeó asombrado-. Estaba buscando algo para cuando naciera el bebé...
-Quiero proponerte algo-le interrumpí.
-Dime.
-Hola, hola-levanté la mirada para ver a Clara y Carlos entrar.
Nos levantamos y les abrazamos, había echado de menos sus constantes piques hacia todo el mundo y el no tenerles cerca.
-Se ha dormido-sonrió acariciando la cabeza de Rubén-. ¿No teníais con quién dejarle?
-Mi abuela no está para cuidar a mi pequeño terremoto y mi padre estaba fuera de casa, así que aquí está-sonreí-. ¿Y tus pequeños?
-Con la abuela en Málaga, nos volvemos esta noche para allá-miró hacia Carlos-. Os echamos mucho de menos.
-Lo sé, nosotros también-apoyé la cabeza sobre su hombro-. Isa viene en camino con Blas, pero Ainhoa no puede venir.
-Sí, me contó que Jorge ha cogido la varicela, pobre peque-puso una mueca-. ¿Cómo va Raquel?
-Chicos-en la puerta estaba David, un tanto nervioso-. Raquel ya va a entrar al quirófano, ahora, os aviso cuando nazca el bebé.
-Ánimo-dijimos casi a coro para después reír.
Dos horas después, aún estábamos en la sala de espera, con Rubén corriendo de un lado a otro intentando que sus tíos no lo atraparan. Al ser el único niño, todos estábamos pendiente de él y mi pequeño se sentía eufórico por ser el centro de atención. Sonreí recordando a Sara, hasta que llegó Javi, ella era la mimada de todos nosotros.
-¿De qué te estás acordando?-Me preguntó Isa.
-De Sara, de lo rápido que está pasando el tiempo y de lo mucho que os echo de menos-suspiré.
-No empieces, Laurita-me advirtió Clara.
-Yo también os echo mucho de menos y Sara lo está pasando un poco regular con el cambio, eso de no ver a sus primos casi a diario la está alterando-resopló-. Ni siquiera tener a su abuela cerca la tranquiliza.
-Hemos estado muy unidas, Isa, es normal que ella que ya empieza a razonar se pregunté por qué de un día para el otro no estamos juntos-dijo Clara-. Incluso Javier está más cafre que nunca y no sé qué voy a hacer con él.
-De momento, Rubén solo ha incrementado su mamitis, no sé qué haré cuando nazca el bebé-me pasé una mano por la tripa.
-¿Aún no sabes qué será?-Preguntó Isa con curiosidad-. Hace casi un mes que sé que tendré otra nena.
-El mío se niega a dejarse ver y creo que finalmente desistiré y esperaré al día que nazca-determiné.
-Qué dramática-se burló Clara.
-Idiota-le di un golpe.
Nos mantuvimos unos segundos en silencio hasta que David apareció de nuevo por la sala de espera y mi pequeño se tiró hacia él.
-¡Tito!
-Ahora sí, ¿eh?-Lo levantó, haciéndole reír- ¿Quieres conocer a tu primo?
-¿Ya podemos verlo?-Isa se levantó rápidamente.
-Venid conmigo-hizo un gesto con la cabeza.
Todos le seguimos hasta llegar a la habitación donde se encontraba Raquel tumbada en la cama y el pequeño Nico, como le habían puesto, durmiendo en la cunita.
-Por favor que cosita más bonita-todas rodeamos al pequeño antes de ir a abrazar a la nueva mamá.
-Hermanita-llamó a Isa-. Fastídiate, el primer machote de la familia es el mío.
Y no pudimos evitar soltar una carcajada, solo ella era capaz de soltar aquello en ese momento.
Rubén miraba al bebé con curiosidad, como si no supiera qué era exactamente y por eso mantenía a su padre pegado a la cuna con él en brazos, para mirarlo. Cuando Nico empezó a quejarse, él se sobresaltó y lo miró desde un poco más lejos, pero no le quitó la vista de encima cuando David lo sacó de la cuna y se lo dio a Isa, que se moría por tener a su sobrino en brazos.
-Es precioso, no parece hijo vuestro-se la devolvió a su hermana-. Hola pequeño, bienvenido a esta loca y gran familia.
Esperé pacientemente hasta que Clara quiso dejármelo y entonces Rubén protestó de verdad, pidiendo la atención de su mamá. Me senté en sillón y dejé que mi pequeño se acercara a su primo.
-Dile hola a Nico, cielo-lo bajé un poco para que lo viera mejor.
-Hola...-murmuró.
-¿Le das un beso?, mira así-le di un beso en la frente al bebé y mi pequeño frunció los labios y le dio un beso rápido en la cabeza.
Abrió mucho los ojos cuando Nico le miró fijamente y se estiró mientras bostezaba.
-¡Pimo!-Aplaudió contento.
Todos miramos a Rubén con ternura cuando volvió a acercarse y puso su mano sobre la de su primo y estaba atento a cada movimiento, incluso frunció el ceño cuando comenzó a llorar. Se lo devolví a su mamá y abracé a mi niño que me rodeó el cuello.
-Mami.
-Dime cariño-le sonreí.
-¿Nito?-Me señaló la tripa.
-Aún quedan unos meses, cariño-le di un beso en la cabeza.
-Ahora ven a que madrina te malcríe un rato-Isa le extendió los brazos y el pequeño se fue con ella.
Clara y Carlos se fueron poco antes de las siete de la tarde y el resto nos fuimos a las ocho, cuando acabó la hora de visita. Isa y Blas se quedarían en un hotel hasta el día siguiente, cuando se volverían a Murcia y nosotros volvimos a Abrucena, donde nos esperaba mi padre con los brazos en jarra.
-Anda que avisáis-refunfuñó siguiéndome por el pasillo.
Suerte que mi abuela ya se había acostado, le di el niño a Dani para que fuera a bañarlo y me enfrenté a mi padre.
-¿Sabes que eres la razón por la que quiero irme a Alcázar?-Comencé- No puedo vivir contigo controlándome como cuando tenía quince años, papá, he crecido, estoy casada, tengo un hijo y estoy embarazada de otro, ¿por qué no me das mi espacio?
-Quiero estar contigo-respondió.
-Te mudaste a esta casa el mismo día que llegamos Dani y yo, nos vigilas hasta por las noches, ¿qué clase de privacidad crees que tengo con mi marido con mi padre entrando a hurtadillas en nuestra habitación?
-Eres mi pequeña...
-Y lo seguiré siendo toda la vida, papá, pero necesito que me dejes volar porque estás comenzando a asfixiarme-me pasé una mano por el pelo-. Antes de que nazca el bebé nos iremos con mis suegros, abuela no está ya para tratar con un niño revoltoso de tres años y uno recién nacido que no la deje descansar en condiciones.
-De acuerdo-se dio la vuelta con el ceño fruncido y salió de la casa.
Rodé los ojos y caminé hasta mi habitación, donde me dejé caer en la cama después de haberme quitado los zapatos.
-Pensaba que era mejor que estuviésemos aquí con tu familia en vez de en Alcázar, por eso propuse Abrucena-me sobresalté al oír la voz de Dani.
-Te agradezco que pensaras en mí en vez de en ti en ese aspecto, cielo, pero no es el sitio, es mi padre, que me agobia-me incorporé-. ¿Crees que he sido muy dura con él?
-Estoy seguro de que se le pasará-me dio un beso en la frente-. El enano está dormido en su cama, ¿vamos a ducharnos?
-¿Juntos?-Alcé las cejas.
-No me fío por si aparece tu padre, además, yo me he bañado con Rubén-rió-. Mi hermana va a volverse loca cuando sepa que vamos para arriba.
-No le digas nada aún-lo señalé-. Es capaz de venir y hacernos la mudanza ella misma.
-En eso estoy de acuerdo-rió conmigo.
Y eso acordamos, después de la siguiente revisión con el ginecólogo, recogeríamos y nos iríamos con sus padres a Alcázar de San Juan, lo sentía por mi padre, pero mi abuela se sentiría mejor sin niños dando guerra veinticuatro horas.
Al día siguiente, fuimos por la mañana a ver a Raquel y al bebé y después comimos con Isa y Blas para despedirlos antes de que volvieran a Murcia. Esperaba volver a verla antes de que nacieran nuestros bebés, pero no estaba muy segura de lo que pudiera pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario